Frederic Torres
Es realmente paradójico lo que ocurre con la música de “Lost” (en general, con todas las partituras televisivas) en relación a su comercialización. Siendo probablemente una de las series con mayor representación discográfica de la historia del medio, con cinco volúmenes en el mercado y un total de seis discos, lo que obviamente ofrece un muestrario suficiente de la música empleada en la misma, la realidad es que los criterios a la hora de editar el disco de la temporada correspondiente han de ser tremendamente selectivos por cuanto han de dar cabida, como mucho, a una hora y quince minutos de música de entre el total de la empleada en los episodios correspondientes. Ello, por tanto, obliga a dejar sin representación a una gran cantidad de los mismos y a incluir solo una pequeña porción (un tema en la mayor parte de los casos) de la partitura de los episodios seleccionados, centrándose mayormente la representatividad en los inicios o finales de temporada con lo que en definitiva, desde un criterio estrictamente purista, podríamos concluir que lo que se nos ofrece en dichos compactos no es más que un tráiler musical, una especie de highlights (más o menos acertado) de lo que realmente sería la totalidad del (en comparación) inconmensurable trabajo musical llevado a cabo.
Como quiera que los factores mercantiles han acostumbrado al aficionado (a lo largo de décadas) a la simplificación representativa de las partituras cinematográficas (cuando no a su alteración estructural) para su mejor digestión social, tampoco se va a reclamar mayor cantidad o porción musical de la partitura en cuestión que propicie una prejuiciosa saturación totalmente indeseable desde la perspectiva del presunto disfrute musical, pese a que ahora mismo se dispongan de los medios de almacenamiento digital que podrían permitir la comercialización de gran parte de la partitura originalmente concebida, por no decir de toda. Como consuetudinariamente nunca ha sido así, ediciones como la de “Spartacus” se presentan como proyectos extremadamente especiales cuando en realidad un simple DVD (a lo sumo, un par) podría albergar (como ya se demostró en las ediciones expandidas de “The Lord of the Rings”) el proyecto completo. No obstante, disponer de una docena de horas de música por temporada de la serie en cuestión resultaría, indudablemente, excesivo hasta para el más fanático de sus seguidores por lo que el criterio de la selección ha de regirse por el raciocinio musical. Pero por ello mismo el resultado, y este es la clave de la cuestión, puede conducir a equívocos puesto que el oyente tenderá a ensamblar (en aras de su propia coherencia musical) las diversas piezas seleccionadas en un todo argumental al que, evidentemente, le van a faltar nexos que, o bien tendrá que “inventar” (mediante el poderoso mecanismo de la sugerencia que la música sea capaz de despertar), o bien le proporcionarán un visión (siempre) parcial y más o menos acertada de los iniciales propósitos con que el compositor se acercó a las imágenes.
Viene todo este extenso prólogo a colación por cuanto este quinto volumen de “Lost” se centra fundamentalmente (como ya ocurriera en la edición discográfica de los anteriores) en tan sólo dos de los episodios de la quinta temporada: “The Life and Death of Jeremy Bentham”, con cuatro cortes musicales, y “The Incident”, con nada menos que siete, de un total de veintitrés que conforman el disco, copando prácticamente la mitad del mismo y quedando el resto de temas seleccionados a representación unitaria por episodio (caso de haberla, pues de cuatro de los mismos no encontramos rastro musical alguno). No obstante, los responsables de la edición (el mismo compositor, Michael Giacchino, en calidad de productor, y el propio productor ejecutivo, el habitual Robert Townson) se las apañan para dotar de coherencia musical el conjunto del trabajo musical seleccionado que, como viene siendo costumbre, engloba todo tipo de circunstancias y avatares con que dotar de representatividad la selección realizada, al tiempo que se consigue destacar la característica especial que distinguirá el volumen en cuestión y que, en el caso que nos ocupa, no es otra que la acentuación de la pronunciación misteriosa y reflexiva del conjunto. Ello, claro está, sin renunciar al habitual estilo al que el compositor sigue fiel, plagado de scherzos, ostinatos, crescendos, etc., profundizando, si cabe, en el estilo más “puro” de la orquestación tendente a un mayor empleo de la cuerda (prácticamente toda la orquesta, la habitual Hollywood Studio Symphony, viene configurada por la misma) así como a la total ausencia del viento, a excepción del metal (concretamente los trombones).
El mismo tema inicial, “Making Up for Lost Time” (perteneciente al primer episodio de la temporada, “Because You Left”), ya facilita las claves preferidas para la ocasión con un comienzo de características evocadoras y, sobre todo, intrigante, por misterioso. Va a ser la tónica general, como demuestran posteriormente “Locke´s Excellent Adventure”, “The Science of Faith”, “More Locke Than Locke”, “Together or Not Together” y, sobre todo, pese a su final explosivo, “Alex in Chains”, (elegíaco tema principal de la anterior temporada), pues prácticamente todas ellas se sustentan en la intriga, ya bien a través del sostenido y característico toque de piano o de la no menos protagónica cuerda. Un paso más allá da “I Hear Dead People” por sus características “esotéricas”, resueltas con los mismos recursos (el piano y los pizzicatos de la cuerda) pero de planteamientos mucho más novedosos. O “La Fleur”, con el lirismo de su solo de viola.
Ello contrasta notablemente con la impresión general que el espectador guarda de la temporada por cuanto, sobre todo, la primera tanda de episodios quedaba centrada en los alocados vaivenes a los que se sometían los protagonistas, debido a los continuos desplazamientos temporales de “La Isla”. No quiere decir esto que se hayan descartado los potentes temas “selváticos” plenos de dinamismos scherzantes tanto como de insólitas percusiones, pues “Dharma Vs. Lostaways” y “Crash and Yearn”, por no mencionar los emblemáticos “The Incident” y “Jacob´s Stabber” (casi todos ellos pertenecientes al potente y climático doble episodio del final de temporada) están ahí para demostrarlo, así como los continuos juegos con el rítmico hipnotismo del piano (en “The Swinging Bendulum”) o incluso entre los mismos silencios musicales (del que “Dharma Disaster” sería un excelente ejemplo), pero aunque los guiños y citas cinéfilas sigan presentes (incluso en una clave humorística que alcanza a la misma nomenclatura de los temas como es el caso de “Sawyer Jones and the Temple of Doom” o de “Together or Not Togehter”), el melómano acusa cierta fatiga por la saturada reiteración de situaciones límite que, definitivamente, no llevaban ya a ningún lado. Es cierto que la inventiva no falta en la temporada (tanto argumental como musicalmente), pero ciertos estiramientos de la verosimilitud fílmica (ya que no cabe imaginar ninguna otra) reclamaban una inmediata solución, en forma de cancelación, de la propia serie. La vuelta a los planteamientos iniciales de la siguiente y última temporada corroboraría, de alguna manera, dicha credibilidad puesta a prueba en el espectador. Y su inminente cansancio, también. Con todo, es esperable la edición del sexto volumen discográfico que complete el friso musical que Giacchino ha conseguido desplegar a lo largo de todo su trabajo en “Lost”. Con mantener el nivel de calidad creativa ya sería suficiente. Y si nos encontráramos con más, mejor.
26-agosto-2010
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