Pablo Nieto
Tras el final de “Band of Brothers”, algunos teníamos claro que si por circunstancias del destino hubiéramos tenido que combatir en Europa contra el implacable ejercito nazi, habríamos deseado hacerlo a las órdenes del Capitán Dick Winters y la Compañía Easy. Nunca antes se había mostrado la crudeza de la Segunda Guerra Mundial como lo hizo esa serie, fruto de la mente incandescente de un Steven Spielberg eternamente instalado en el período entre 1941-1945, y un combativo Tom Hanks, contagiado por el espíritu de lucha del hombre que le dirigió magistralmente en “Salvar al Soldado Ryan”, un filme recordado por su realista recreación del desembarco de Normandía, que sirvió de referencia artística y argumental a la propia “Hermanos de Sangre”, producción televisiva que va más allá en la puesta de escena, grabando a fuego en la memoria del espectador la impactante llegada a Normandía desde los aíres, el infierno helado de la batalla de las Ardenas, o el dramático y perturbador descubrimiento del horror nazi de los campos de concentración.
Diez años después, Hanks y Spielberg se reúnen, de nuevo, ofreciendo su visión de la guerra en el Pacífico y utilizando los mismos ingredientes que su predecesora, esto es, vivencias personales de soldados que participaron en las batallas y un tratamiento semidocumental de las imágenes. De nuevo diez episodios que nos llevan a través del Pacífico, recreándose en los dramáticos combates de Guadalcanal, Iwo Jima, las Islas Salomón u Okinawa.
Aunque la puesta en escena es envidiable y la crudeza de las batallas se sitúa al nivel de “Hermanos de Sangre”, “The Pacific” incurre en un defecto imperdonable: el tratamiento de los personajes. Las historias son confusas, los protagonistas carecen de suficiente carisma y según avanzan los episodios, el interés por la serie termina decayendo. Por supuesto que merece dignificarse el sufrimiento de Robert Leckie, o el emocionante sacrificio de John Basilone, pero, por desgracia se echa en falta la intervención de la compañía Easy en el Pacífico. Eso lo hubiera cambiado todo.
Musicalmente hablando, también encontramos diferencias destacables. “Hermanos de Sangre” fue la última gran composición del añorado Michael Kamen. Un trabajo sobrio y profesional cuyo principal mérito era potenciar el silencio musical en beneficio del realismo de la narración y emocionar al espectador con su magnífica obertura de los títulos de crédito. Para “The Pacific”, la apuesta de Spielberg es Hans Zimmer, pero como ya empieza a ser costumbre, el alemán decide, primero, delegar una pieza a uno de sus colaboradores para, después, aislar su intervención a una mera labor de supervisión (aunque, evidentemente, en los créditos su nombre debe figurar como gancho). Por eso, “The Pacific” es una creación más imputable a Geoff Zanelli y Blake Neely que al propio Zimmer. Un trabajo, alejado de los cánones propios de los estudios Remote Control, cuya aproximación a la estética Kamen resulta loable. Así la partitura se mueve entre las elegías y la contención de “La Delgada Línea Roja” (referente inevitable, estando la serie ambientada en el Pacífico), la solemnidad de percusiones y trompas del John Williams de “Salvar al Soldado Ryan”, y la paleta de colores, melodía incluida, utilizada por Kamen en “Hermanos de Sangre”.
El resultado es un notable tema central, “Honor”, sometido a múltiples variaciones desarrolladas a lo largo de toda la serie, siendo especialmente destacable su adagio para cuerdas y oboe en el cierre de la misma. Sin embargo, la obra resulta, a la postre, una partitura excesivamente lineal, con un enorme sentido de la tragedia, dando la impresión de querer honrar con cada nota el sufrimiento de los marines. Demasiado llanto, demasiada manipulación emocional, aunque todo provocado por las carencias de la serie. Por eso la inserción de la música parece excesivamente forzada, dirigida a ocultar las lagunas argumentales, la confusa recreación del drama, la falta de hilo conductor o el cuestionable desarrollo de los miedos, sueños y contradicciones de sus protagonistas. Quizás ahí podamos encontrar una explicación adicional a esa “delegación” del alemán en Neely y Zanelli.
Aún así, no conviene despreciar esfuerzos musicales tan loables como el excelente enfoque de los episodios ambientados en Peleliu, donde se nos ofrecen momentos especialmente brillantes como pueden apreciarse en “Landing Peleliu”, aprovechando el desembarco en la playa ante el fuego cruzado japonés, para describir, a través de una poderosa pieza orquestal con sobresaliente uso de cuerdas y percusiones, la insoportable tensión de los marines antes de entrar en combate por primera vez. Un corte, complementado por el hermoso “Adagio for Peleliu”, construido conforme a los tradicionales cánones zimmerianos, o el litúrgico “Peleliu Hills”, donde se utiliza con acierto un órgano de iglesia.
También merece la pena detenerse en el lírico recordatorio del hogar que se hace en “Memories of Me” y “Homecoming”, alcanzando su cenit en el emocionante “Where Do We Go from Here?”, o también los lamentos por el amor perdido de “Private First Class Robert Leckie”, “Praying for You” y “Dear Vera”. Los dos primeros dedicados a Robert Leckie y su aventura en Australia, el segundo a John Basilone y su breve pero apasionado romance con la que a la postre será su esposa. También resulta destacable la impresión musical de la tragedia del compañero caído, presentada a través de otro sentido adagio para cuerdas, “Fallen Friends”, cuya amargura encontramos también reflejada en “Iwo Jima” y en “A New Kind of Bomb”, cortes en los que se trata de humanizar el sufrido sacrificio del enemigo.
A través de la pastoral “With the Old Breeds” se cierra cada episodio. Unos end credits que mantienen la línea marcial y respetuosa del tema central, aunque mucho menos brillante que su predecesora. Algo, que como decíamos, también le ocurre a este drama en el Pacífico respecto a su hermano de sangre, no sólo como experiencia cinematográfica, sino también como creación musical. La sencillez, el respeto y los silencios musicales de Kamen, logran un mejor resultado que el digno, aunque repetitivo, homenaje de Zimmer y sus chicos.
31-mayo-2010
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