Gorka Cornejo
“A Single Man” ha supuesto el debut en la dirección del excelente diseñador Tom Ford. Basada en una novela de Christopher Isherwood, la historia de George Falconer, un profesor universitario que pierde las ganas de vivir al morirse su compañero y amante en un accidente de coche, agitó en su momento (1964) las aguas procelosas de la moral consuetudinaria, pero su adaptación cinematográfica hoy por hoy plantea al menos el cuestionamiento de su vigencia en tanto que reflejo de la intimidad emocional de un hombre homosexual. Es de suponer (o de esperar) que a Ford, epítome de la modernidad, no le interesa la orientación sexual del protagonista como “novedad” sociológica reivindicable, sino las coordenadas psicológicas o emocionales en las que este exitoso y atractivo cincuentón se ve obligado a reemprender su vida. Así, la película podría entenderse como el retrato de un hombre deprimido que no es capaz de valorar en su justa medida la maravilla de estar vivo. Decidido a suicidarse por no encontrar un estímulo suficiente y atormentado por los recuerdos felices de una vida que, está convencido, no volverá, George gestiona y planifica minuciosamente su mutis definitivo a lo largo de una jornada plagada de interferencias que, en forma de hombres y mujeres de diversa vinculación, simbolizarán la vida, la acción, la tentación y similares tentáculos mundanales que no parecen hacer mella en su esquilmado corazón. Con brillantez cosmética, exquisita producción y más que correctas interpretaciones (sobre todo, y como siempre, la maravillosa Julianne Moore, ofreciendo esta vez la cara B de su papel en “Far From Heaven”), “A Single Man”, sencilla y compacta y por ello apreciable, se queda sin embargo a kilómetros de distancia del diario de tempestades que pretende ser, ofreciendo un despliegue estético que araña la superficie de los temas tratados, cuando no resbala hacia la arbitrariedad del pastiche posmoderno.
Ford ha contado con los servicios de dos compositores para escribir la música original de su película: el grueso del score corre a cargo del prácticamente desconocido Abel Korzeniowski, joven pero bastante experimentado músico polaco de interesante trayectoria (cuenta ya con diez largometrajes en su filmografía), mientras que el japonés Shigeru Umebayashi, inolvidable y reverenciado autor del “Yumeji´s Theme” de “In The Mood For Love” (entre otros tantos títulos que vamos a obviar porque este dato basta para explicar su presencia en la película) ha aportado música adicional para secuencias determinadas. El resultado de la combinación es una banda sonora ciertamente coherente, dentro de su heterogeneidad, toda vez que corre pareja a la estilísticamente diversa puesta en escena de Ford, unas veces centrada en el relato, otras trufada de juegos referenciales e islotes de significancia autónoma. Ejerciendo de director integrado en lo más cool del panorama del momento, Ford se ha esmerado en confeccionar una banda sonora coherente por concepto y en este sentido están muy claras las principales pautas con las que ha dirigido a Korzeniowski y Umebayashi.
La idea principal de la música de “A Single Man” se deriva del estancamiento vital del protagonista. Este parón en el que se encuentra su vida, reducido a un mero espectador de sí mismo y su entorno, ligeramente enajenado, incapaz de retomar las riendas, inutilizado para la acción, condenado por tanto a una aburrida repetición de ritos sociales que en nada despiertan su espíritu, definen el distanciamiento de la perspectiva con la que se observa y define musicalmente al alma mater de la película. Y decimos distanciamiento porque Ford apuesta claramente por una música reflexiva, posicionada, que incide en el personaje pero lo cuestiona, casi lo ridiculiza. Para ello se emplea el vals como forma musical protagonista, elocuente metáfora del círculo vicioso en el que está encerrado George: Korzeniowski aporta el principal ( “Stillness of the Mind”) y Umebayashi otro (“George´s Waltz”), diferentes en tono, más derrotado, empático, el del polaco, tristemente lúdico, decadente, el del japonés. Con estas músicas, Ford logra redondear a su personaje, iluminando un rasgo esencial, que es su lucidez a la hora de autocuestionarse: George no es ajeno a la patética imagen que ofrece, teniéndolo todo a su alcance para intentar volver a ser feliz, disfrutando de una vida que para sí la quisieran millones de ciudadanos del mundo condenados a situaciones vitales infinitamente más angustiosas; George mira el mundo que lo rodea como una representación, una ficción teatral, ridícula, monótona, ingenua. George se ve a sí mismo fuera de ese mundo, capaz de analizarlo en su falsedad precisamente en virtud a su estado ralentizado (eficaz, aunque muy visto, este recurso fotográfico, más aún acompañándola con una melodía tan similar al referente de Wong Kar-Wai). El vals, por su doble significación de reiteración y frivolidad, condensa explícitamente la mirada crítica hacia la vida y la sociedad (o la vida en sociedad) y la parálisis de un ser humano encarcelado en la contemplación. O sumergido en aguas asfixiantes, flotando al ritmo de una rotación eterna, tal y como se le ve en los créditos iniciales (al son de otro vals, “Drowning”, éste más disonante, inarmónico, de una languidez más enfermiza).
Korzeniowski no se limita al vals, sino que incorpora como segundo tipo de material, mucho más importante cuantitativamente, el ingrediente del minimalismo, la repetición de simplísimas formas musicales extendidas ad perpetuum. Leve y sutilmente cálido en su acompañamiento al proceso de reconstrucción exterior con el que cada mañana George se convierte en el George-social (duchándose, afeitándose, vistiéndose, desayunando), Korzeniowski juega a ser un poco Nyman en “Becoming George”; calca la mansedumbre de los mecanismos de la naturaleza (“Snow”, “Sunset”) para verterla en torno al inalterable protagonista; o transcribe la lucha interior, el ostinato perpetuo de su alma, la rápida hélice que gira y gira en su corazón, tan inútilmente como la de un buque encallado por la proa, en piezas sufrientes que recuerdan el pasado (“Daydreams”, “Swimming”) o andan a tientas por el presente (“Going Somewhere”, “Mescaline”).
Merecen un párrafo aparte las dos piezas secundarias que, además del citado vals, ha compuesto Umebayashi. Ambas, “Carlos” y “A Variation On Scottie Tails Madeline”, pertenecen al capítulo explícitamente referencial que Ford se empeña en injertar en su relato, en este caso en forma de homenaje al cine de Hitchcock o, más concretamente, a dos de sus películas: “Vertigo” y “Psicosis”. Resulta extraño que en la edición discográfica se acredite como autor del corte titulado “Carlos” a Umebayashi, cuando en realidad se trata del mismo material musical expuesto en “Clock Tick”, atribuido a Korzeniowski. Sea de quien fuere, lo cierto es que se trata de una extensión de los ostinatos empleados por doquier en el resto del score, si bien acentuado por un plus de excitación que lo aproxima al tango, motivado quizá por la aceleración que en Colin Firth provocan las exuberancias de nuestro ibérico Jon Kortajarena. En cuanto al homenaje musical a la inmortal partitura de Herrmann, cabe considerarlo tan ajeno, pero bien incorporado, al resto del score como cualquiera de las (excelentes) canciones, también incluidas en el CD.
Muy convincente pues, este salto en firme al panorama internacional protagonizado por el casi recién llegado Abel Korzeniowski, por haber conseguido sublimar lo que otros hubieran entendido como una labor secundaria al tener que compartir autoría con otro compositor, por escueta que haya sido ésta. Umebayashi quizá no pueda evitar vivir de los réditos hasta cierto punto, pero si bien demuestra poseer una innegable hondura estilística, le deseamos mejores oportunidades. Aquí es Korzeniowski el que sale mejor parado. Sus formas sencillas, la humildad y el acierto de su planteamiento, pero también la calidad de sus composiciones (en especial ese extraño, casi autónomo, “Sunset”, que casi parece una guinda pletórica que se le añade al pastel) logran robustecer con elegancia la solidez de la película.
29-abril-2010
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