Frederic Torres
Para la última colaboración con Vicente Aranda, José Nieto ha dispuesto una partitura de arriesgado lenguaje musical, de vocación claramente contemporánea, expresamente creada para cuarteto de cuerda, dos pianos y orquesta, también, de cuerda. El mismo compositor explica en la carpetilla del compacto la génesis de esta singularidad creativa, debida originalmente a una composición previa titulada “Cuatro Lunas”, la cual, a su vez, nace de una primera motivación musical pensada para la composición de la partitura de “Plenilunio”, música de la cual se encargaría finalmente Antonio Meliveo. De algún modo, pues, tal como ironiza el compositor, el origen primigenio de esta “Luna Caliente” sí es cinematográfico, aunque su desarrollo posterior (la obra “Cuatro Lunas”), origen directo de la partitura, no lo sea.
Ello es así, sigue contando el veterano compositor, debido a un pase previo de la película realizado por motivos de distribución para los productores, el director y algún técnico, donde se le requiere para incorporar música de anteriores películas suyas con el propósito que aquella tenga algún tipo de ambientación musical al no poderse disponer todavía de la composición original. Ante el fundamentado temor del músico por este tipo de prácticas, dado que posteriormente, debido a la fijación músico-visual que irremediablemente se establece entre las imágenes y la música utilizada, se le suele exigir que adecue su nueva partitura al estilo y tonalidad de esa música provisional (cuando no es directamente sustituida por la misma), Nieto, astutamente, optó por utilizar la música de esta creación suya, también directamente relacionada con la temática lunar, obteniendo el resultado previsto, a saber: que los asistentes al pase fílmico acabaran por solicitarle el uso de ese material, tal como el compositor esperaba que ocurriera.
Dicha obra, “Cuatro Lunas”, está acertada y afortunadamente incluida en el compacto que Saimel, el veterano e infatigable sello discográfico valenciano, ha editado, con su oficio habitual, de la banda sonora de la película. Configurada a modo de un nocturno dividido en cuatro partes que hacen referencia en su nomenclatura a diversos meses del año, que en realidad esconden significativas metáforas sobre el desarrollo vital humano (desde el nacimiento hasta la muerte), es una obra significativamente vigente y madura, emparentada con un lenguaje musical moderno, experimentado ya por autores como, por ejemplo, Carlo Crivelli en sus colaboraciones con Marco Bellocchio (especialmente en “Diavolo in Corpo”), que, incluso, recuerda, por afinidad en los recursos instrumentales empleados (una misma orquesta de cuerda y varios pianos), pero también, por inquietud artística, aquella interesante partitura que el norteamericano Jerry Goldsmith compusiera a finales de la década de los 70 para la película “Coma” (siguiendo un tanto, a su vez, la estela dejada por Bernard Herrmann con su excepcional trabajo, exclusivo para orquesta de cuerda, en la referencial “Psycho” de Alfred Hitchcock).
Así, la partitura, configurada con fragmentos especialmente escogidos (editados y re-mezclados a partir de la grabación original llevada a cabo brillantemente por José Luís Temes) se acoge a la rítmica melodía protagonista del movimiento musical dedicado a la “Luna de Agosto” (relacionada con la madurez) para presentar los títulos de crédito (tanto los iniciales como los finales). Es una selección del compositor plenamente acertada por cuanto esa rítmica permite la identificación musical, el leiv-motif conductor, a través del cual el espectador va a poder adentrarse, desde un plano emotivo reconocible, en cualquiera de los diversos y turbulentos aspectos dramáticos que encierra la trama, circunscrita a un periodo muy concreto de nuestra historia más contemporánea como el denominado Proceso de Burgos, el juicio a los etarras acaecido un par de años antes de la muerte del dictador, pero absolutamente obviado, en el plano musical, por el compositor, dado que no es ese, en realidad, ni el propósito, ni el objetivo narrativo de la película. Conchabado, pues, con el director, el músico bucea en su “nocturno” trazando inmediatamente el juego de opuestos que va a suponer la “caída” del protagonista (Eduard Fernández) en las “garras” de la nínfula interpretada por esa nueva revelación femenina presentada por Aranda que es Thaïs Blume, enfrentando unos fragmentos musicales con otros. Así, a “Esta Es la Noche del Permiso Eterno” (segmento perteneciente a la “Luna de Octubre”, que el compositor relaciona con el envejecimiento), le sigue “Mi Cuerpo Arriba”, de significación radicalmente diferente (dado que éste pertenece a la “Luna de Mayo”, metáfora del nacimiento/desarrollo). La traducción musical de ello es que este último fragmento se nos antoja inquietante, resuelto con turbadores pizzicatos, enfrentado al anterior, mucho más atmosférico y distante.
A partir de ahí, la partitura utiliza diversos fragmentos musicales basculando entre el lirismo de “Mi Muerte Quiere Ser la Tuya” y el inquietante “Loco” (con su escala ascendente y descendente ejecutada al piano), aunque fundamentalmente sea el sentimiento de inquietud y desasosiego el predominante (la titulación de algunos temas es muy elocuente al respecto: “¿Qué Es la Conciencia?”, “¡Satán, que Ha Venido a Joderme la Vida!”, “Cuando Soñamos que Soñamos” o “El Hombre Es Verazmente Dos”), en complementario efecto de turbadora expresividad musical intensamente relacionado con algunas de las secuencias de alto voltaje sexual que muestra la película. Es este concepto principal el que relaciona estrechamente el resultado obtenido por Aranda/Nieto con el de Crivelli/Bellocchio mencionado anteriormente, emparentando ambas obras musicales en una suerte de continuidad fílmico-musical sorprendente y reveladora de la personalidad de estos creadores, veteranos provocadores/polemistas surgidos en la ya lejana década de los 60 que, a lo visto, comparten no sólo actitudes, sino también inquietudes.
Obra, pues, camerística, sugerente y turbadora, a priori menor, se convierte, por derecho propio, en un trabajo de un interés incuestionable, por el planteamiento vital y por la madurez que el compositor exhibe con tan arriesgada (pero adecuada) propuesta. Nieto, pionero en el panorama musical cinematográfico español, a quien puede considerarse el precursor de toda una brillantísima generación que eclosionó a finales de la década del pasado siglo, demuestra, con el presente trabajo (y tras su épica e inédita partitura para “Tirant lo Blanch”) que su presencia artística es más que merecedora de interés, tras casi 40 años en la brecha, por su plena madurez pero también por la sana inquietud creadora que todavía le anima.
18-marzo-2010
|