José-Vidal Rodriguez
Siguiendo de algún modo la línea de filmes de catástrofes tan explotada en la década de los 70, “Gray Lady Down” traslada la acción al Neptuno, un submarino nuclear norteamericano que se encuentra hundido a 1000 metros de profundidad, tras colisionar en la niebla con un mercante noruego. Mientras las tareas de rescate se aceleran, el veterano capitán del submarino Paul Blanchard (Charlton Heston), para el que ésta es su última travesía a bordo, deberá tomar las riendas de tan difícil situación y evitar la desesperación que empieza a cundir entre los supervivientes de su tripulación, todo ello en un ambiente tan sumamente claustrofóbico como el de una embarcación nuclear hundida, inutilizada y a merced de los elementos.
En este marco de virilidad y tensión, Jerry Fielding afrontaba uno de sus últimos encargos para el cine “comercial” (junto con la posterior “Beyond the Poseidon Adventure”) antes de su fallecimiento en 1980. Una partitura que además le supondría no pocos confrontaciones con el cineasta David Greene (un inglés asiduo de la televisión, que aquí demostró cierto oficio en la dirección de actores) y el productor de la cinta, el mítico Walter Mirisch. La peculiar personalidad de Fielding, uno de los grandes inconformistas del Hollywood post-Golden Age, chocó frontalmente con la percepción musical más convencional que se trataba imprimir a la cinta, derivando en una serie de enfrentamientos (sobre todo en la aproximación musical de la última parte de la película) que originaron la eliminación de varios fragmentos del autor en la fase de post-producción.
Con la fortuna de contar con toda la música íntegra escrita (incluidos los bloques suprimidos del montaje final), la partitura de Gray Lady Down, pese a los condicionantes mencionados, sigue revelando la personalidad única de un autor irrepetible que antepone al lucimiento personal las necesidades concretas y específicas de cada filme. En esta ocasión, el score sinfónico de Fielding, duro y poco grato en su escucha aislada, realiza un estimable recorrido sonoro cuyo objetivo no es otro que el de propulsar la tensión y el incierto rescate de los tripulantes, evitando así un previsible despliegue de arsenal pirotécnico centrado en realzar la acción o la aventura. En otras palabras, el de Pittsburgh se abstrae del puro divertimento, para fijar la mirada en el desgaste emocional de los marinos, lo que convierte al álbum en un corolario de música atmosférica, inquietante y marcadamente subordinada a los miedos ocultos de sus personajes, no tanto a las propias imágenes.
El “Main Title” presenta un breve leitmotiv asociado al amenazante océano que da paso a un tratamiento musical que apuesta, como es habitual en el músico, por timbres y colores cerrados, acompañados, esta vez y como requiere la ocasión, por un ostinato de corte militarista que entrega a la percusión (deudora de la usada en algunos cortes de su magistral “The Wild Bunch”). Fielding reserva siempre la aparición de esta estructura tímbrica claustrofóbica a las secuencias submarinas (“Snark Lowered for Mission #1”), mientras que vincula ideas de impronta tonal a las escenas que trascurren en la superficie (“First Surface”, “DSRV”), donde acude a puntuales fanfarrias y a armonías que en último término adquieren calado heroico. A través de la confrontación entre estas dos ideas musicales, el autor enfatiza por un lado, la angustia de los tripulantes del Neptuno, mientras por otro, sugiere la sensación de “liberación” que persigue el rescate. Como complemento, y en uno de los escasos encargos (a excepción de su “Demon Seed” compuesta justo un año antes) en donde Fielding acude a los sintetizadores, las reverberaciones y distorsiones que desarrolla en cortes como “The Collision“, “Visual Inspection of Hatch“ (emulando aquí el sonido del sónar) o particularmente en “Zeroing in on Sub #1”, apoyan esa sensación turbia y amenazante de las profundidades del océano.
Mención especial merece el tratamiento musical aplicado al rol del Capitán Gates (David Carradine), quién a los mandos del pequeño DSRV (un prototipo diseñado por él mismo), liderará el rescate del submarino. Según cuenta el propio compositor, la fascinación que sintió con la aparición del personaje en la trama (que no se produce hasta casi la mitad del metraje), le llevó a planificar gran parte de la partitura sobre el eje central de Gates, convirtiéndole en el verdadero protagonista de la cinta, al menos musicalmente hablando. De esta forma, en los bloques adscritos a las tareas de localización y rescate en donde entra en escena el capitán, el autor introduce pequeños guiños orquestales que buscan, a través de la aparición fundamentalmente de las maderas, la empatía de la audiencia con el personaje, sin que ello suponga que la música trasmita optimismo ni que abandone la senda de incertidumbre y desasosiego por la que discurre durante casi todo el álbum. Estos propósitos quedan reflejados en “Snark Lowered for Mission #2”, “First Rescue” o en “Gate´s Sacrifice“ (corte clave con unos curiosos efectos electrónicos en forma de lamento), conformando ejemplos perfectos de ese afán de Fielding por ensalzar la intervención del personaje de Carradine por encima del resto.
Sin contar entre sus obras más destacadas, este “Gray Lady Down” demuestra de nuevo la implicación de un Fielding ya entonces maltratado por una industria que, injustamente, llevaba tiempo intentando enterrar a sus “rebeldes” vivos más ilustres (North, Rosenman...). La apuesta por el suspense, aunque pueda parecer oscura y no apta para todos los paladares, resulta rotundamente certera para aportar a la cinta una complejidad que parece situarse bastante lejos de las meras pretensiones comerciales de sus responsables.
17-diciembre-2009
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