Frederic Torres
Cuando Sydney Pollack realizó esta película sobre el pionero protagonista que da nombre al film, a más de uno le extrañó la elección temática del director habida cuenta de sus trabajos anteriores: un par de significativos dramas centrados en mostrar la parte más abrupta del denominado sueño americano (“This Property is Condemned” y “They Shoot Horses, Don´t They?”). No obstante haber realizado ya un western, “The Scalphunters”, su tono de comedia no hacía presagiar una película de características puristas como la presente, pese a estarse todavía lejos de considerar a Pollack un cineasta “urbanita” (más allá de alguna salida de tono, al estilo de “Out of Africa”), como posteriormente su trayectoria confirmaría. Desde luego, aquellos incipientes años 70 eran tiempos de cambio en la industria hollywoodiense (tanto temática, como estéticamente), de modo que hasta un Blake Edwards, rey de la comedia sofisticada por aquellas fechas, acababa de realizar un western crepuscular, “Wild Rovers”, con bastante aplomo y austeridad.
Pollack no le anduvo a la zaga a Edwards en esta versión románticamente crepuscular de las andanzas de uno de los últimos aventureros americanos y para ello eligió una opción musical que, sin desdeñar los parámetros incidentales que, sin duda, la película iba a necesitar, al mismo tiempo resultara genuinamente más pura, por más americana. John Rubinstein se encargaría de la parte incidental, de un estilo claramente nacionalista (deudor de la “americana” de Copland), mientras que Tim McIntire lo haría de la parte más estrictamente folk, componiendo para ello una serie de canciones que se integrarían en la partitura incidental de la película como reflejo de los sentimientos (mayormente de soledad) del protagonista. Ambos habían trabajado bastante más como actores que no como músicos, aunque Rubinstein ya se había encargado de alguna que otra partitura (entre ellas la de “The Candidate”, también con Robert Redford), y, aparte de seguir en solitario con sus respectivas carreras actorales/musicales, conjuntamente trabajarían de nuevo en “Kid Blue” y también en “The Killer Inside Me”, mostrando su compatibilidad. Además, su estilo congeniaba perfectamente con los propósitos de la película, tal como podemos comprobar en el apartado del disco que recoge los “Work Tapes”, donde se aprecia, a través de unos cuantos temas esbozados (algunos improvisados –“Guitar Improvisation”-, otros partiendo de alguna situación concreta –“The Cabin”- y otros directamente dedicados a los personajes centrales –“Jeremiah Jonson” y “The Heart of a Lady”-) la gran adecuación musical a la temática fílmica.
Probablemente, la grabación orquestal del fragmento “Spirits Landing/Jeremiah Jonson” como demo de muestra para convencer a los ejecutivos del estudio de la idoneidad de los compositores (incluido en el apartado “Orchestral Demo” del compacto), con su austera, pero bien perfilada (por lo adecuada) orquestación a base de flautas nativas, guitarra, violín y, por supuesto, el protagonismo obligatorio del viento en el desarrollo final del tema para alcanzar el crescendo correspondiente (protagonizado, sobre todo, por las trompas), no debieron dejar lugar a duda alguna sobre la elección musical a seguir. Por si acaso, Tim McIntire, compuso también unas cuantas canciones más (incluidas en el apartado “Song Recordings” del disco), no utilizadas en la película, pero que recogían fidedignamente el espíritu de la misma, por si se consideraba necesaria su utilización (caso del alternativo “Jeremiah Johnson -End Title-” final).
Así pues, los dos polifacéticos artistas se hicieron cargo del proyecto, resultando finalmente una efectiva combinación de música orquestal y canciones de estilo “americana” que, además, está tratada con todo el detallismo del mundo, puntuada con diversos instrumentos solistas que destacan los aspectos étnicos (el violín y la flauta en “Overture/Spirits Landing/Jeremiah Johnson (Main Title)” –el corte más largo de la función-), amorosamente (la guitarra y la trompeta en “Swan”, tema dedicado a la pareja femenina del protagonista), costumbristas (la sucesión entre el violín –uno de los grandes protagonistas de la partitura- y el piano en “Hatchet Jack´s Letter/Bear Claw/You Got Some Work to Do”), líricos (el oboe de “Funeral Fire”), incluso inquietantes (el piano disonante de “Who Won?/Intermission”), cuando corresponde. Pero siempre acompañados ajustadamente por la caja, la cuerda o el viento (especialmente las “nacionalistas” trompas), para acabar de transmitir esa sensación de pleno lirismo que unas veces acompaña al personaje en sus solitarias reflexiones y vivencias cotidianas, y otras le sitúa en el marco de la esplendorosa naturaleza que rodea pletóricamente las andanzas del mismo.
Pero además, la partitura ofrece también una serie de interesantes momentos incidentales, de naturaleza puramente descriptiva, que están resueltos con una habilidad digna de encomio. “Ride to the Buffalo”, con un inicial diálogo entre la flauta y el piano, da paso a una cierta plenitud orquestal resuelta con dinámicos scherzos y pizzicatos, sucedidos finalmente por la percusión, la cuerda y la trompeta solista, que clausuran la secuencia musical. “Entr´Acte/The Burial Ground/Ride Home/The Wake” plantea, a partir de un piano disonante acompañado por la caja, la cuerda y la flauta nativa, una especie de fanfarria protagonizada por el viento, que, según cambian las circunstancias de la acción, acude a los pizzicatos y los scherzos mencionados para fomentar dinamismo, así como a los ostinatos para crear cierto suspense, finalizando líricamente con la flauta, el piano y la cuerda para describir la última parte del conglomerado de temas. Con todo, es “Violence Montage” el tema a destacar, pese a su escasísima duración (apenas llega al minuto), por el interesante empleo de la guitarra (golpeo percusivo del cuerpo de la caja de la misma incluido) conjuntamente al tarareo contrapuntístico de Tim McIntire. Es un brillante ejemplo de la contención (por la poca duración), austeridad (por la parquedad de los medios empleados) e inventiva (por la brillantez de la ocurrencia musical, en evidente contraste con la acción fílmica descrita) que caracteriza toda la partitura, la cual, no obstante, todavía nos guarda una última perla en “Green and Muddy/The Way That You Wander/Jeremiah Johnson (End title)”, bloque musical que cierra el film pleno de sensibilidad y lirismo, toda vez que de frescura, en donde la guitarra y la flauta que inician la secuencia dan paso a la orquesta de cuerda, para, a su vez, dar paso a la canción final acompañada nuevamente de la guitarra y, postreramente, la flauta.
Es el broche poético final a una partitura renovadora, refrescante y evocadoramente efectiva. Una auténtica puesta al día de la americana coplandiana. El cuidado ofrecido en complementar el compacto con diversos apartados (como se ha ido indicando) hace justicia a un trabajo que en su momento ya tuvo dificultades de distribución en su formato analógico original, por cuanto el LP se comercializó varios años después del estreno de la película (por razones no demasiado claras, tal como se nos relata en la carpetilla del cd) y del que el presente disco incluye, en el apartado denominado “Album Tracks”, tres cortes tal y como se presentaron originalmente (incluyendo diálogos de los personajes) y que ofrecen una perspectiva fidedigna de la concepción primigenia con que se pensó su comercialización, pero también de la clara fusión entre la música y las imágenes para las que la partitura fue creada.
10-diciembre-2009
|