Pablo Nieto
Como si de un episodio de “Cuentos Asombrosos” se tratara, “Arrástrame al Infierno” nos presenta la historia de una joven empleada de banca que aspira a alcanzar un mejor puesto de trabajo y vive aparentemente feliz con su pareja. Acomplejada por su pasado humilde, sufre las consecuencias de la maldición de una desagradable gitana a la que deniega un préstamo. Sobre estas premisas, Sam Raimi trata de recuperar el favor del público tras el fiasco de su trilogía de “Spiderman”, revisitando su trasnochado pasado ochentero. Para ello, se saca de la manga un guión plagado de trampas argumentales, algunas predecibles y otras divertidamente gores, recuperando el espíritu de aquel cineasta blasfemo para el que una buena cinta de terror no podía concebirse sin el descenso a los infiernos de un protagonista previamente torturado.
A la destrucción del idílico “American Way of Life” de la protagonista y a la oportunista satanización de la banca en estos tiempos de crisis, aporta su granito de arena un sorprendente Christopher Young. Y digo sorprendente, porque en los últimos años el otrora maestro del género musical de terror y unos de los compositores americanos más interesantes, parecía haber perdido la brújula de la creatividad, ofreciendo productos indignos de su categoría. Quizás Young, algo hastiado de la hipocresía de Hollywood haya encontrado un refugio más satisfactorio en el calor de los fans, especialmente los españoles, desde los tiempos de Soncinemad. Sin embargo, esto no es óbice para que la desgana y rutina de sus últimos scores debiera ser aplaudida, como así ha ocurrido.
Su enfoque para “Arrástrame al Infierno”, parte de una concepción simplista, aunque no por ello menos efectiva, suponiendo una reafirmación de los principios compositivos del creador de Nueva Jersey. Por supuesto, muchos encontrarán referencias a “La Bendición” y sus amenazantes coros, a “Hellraiser” y esa cierta construcción del infierno desde los metales o a “Premonición” y su inquietante ambientación con el protagonismo solista del violín; instrumento, por cierto, especialmente revelante en su integración diegética en el film, asociándolo a la amenaza constante de la vieja zíngara, y desarrollando la enigmática y omnipresente pieza central sobre la que Young construye la trama. Por supuesto, no ha sido ni será el último autor que recurra al violín para describir a la muerte, al demonio, algo muy habitual en los países centroeuropeos. Si Camille Saint Saens realizaba esa asociación en su famosísima “Danza Macabra”, en términos estrictamente cinematográficos, ese color era el elegido por Goldsmith en su “Mephisto Waltz”, adaptando la “Danza de la Posada” del primer vals para piano y orquesta compuesto por Liszt en 1862. El tema creado por Young tendremos oportunidad de escucharlo en plena explosión sinfónica tanto en los “Main Titles”, como en el excelente “Concerto to Hell” que cierra la edición, dos muestras apabullantes de este Young renacido.
Sin acudir a fuegos de artificio, el compositor de “Species” nos arrastra literalmente al infierno con cortes de asfixiante cacofonismo (“Lamia” y “Black Rainbows”), entre los que destaca “Loose Teth”, donde junto a la potente sección coral tenor, encontramos sonidos guturales y glissandi muy personales que ayudan a hacer interminable esta oda a la tensión. Esa pléyade de voces de ultratumba contrasta con el ya típico lamento de niño, a modo de nana, que podemos escuchar en “Mexican Devil Disaster” (introducción de la película) y “Ordeal by Corpse”; recurso con enorme sentido narrativo, en tanto en cuanto, ese niño que fue arrastrado por el Diablo (Lamia) al comienzo del film, será la razón por lo que la médium mexicana que en su momento nada pudo hacer por evitarlo, intente cobrarse venganza ayudando a la indefensa cajera. Precisamente, esa lucha final será objeto de desarrollo en “Auto-Da-Fe”, tema a modo de carrusel diabólico (directamente importado de “Hellraiser II”), donde los metales se funden con el órgano de iglesia, llevando la música a un paroxismo sinfónico de extraordinaria calidad.
En las antípodas de lo escuchado hasta el momento, encontramos el tratamiento melódico que obtiene la protagonista a través de una melancólica pieza para piano y cuerdas, utilizada para enlazar sus complejos personales y laborales con lo sueños de un ascenso profesional y una vida en pareja, que a tenor de la música compuesta por Young, se verán truncados (“Tale of a Haunted Baker”, “Familiar Familiars” o “Brick Dogs Ala Carte”). Una onírica aportación al film, cuyo lirismo sirve para acentuar aún más la virulencia orquestal a través de la cual, Young nos regala uno de sus mejores trabajos de los últimos años.
17-septiembre-2009
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