José-Vidal Rodriguez
La recién estrenada sexta entrega de la saga “Harry Potter”, no viene sino a preparar al espectador para el inminente desenlace de la franquicia. “The Half-Blood Prince” vuelve a reunir a los protagonistas en la escuela de Hogwarts, esta vez bajo la amenaza de un peligro extremo que se cierne sobre el grupo de jóvenes magos. La horda de los mortífagos, capitaneada desde las tinieblas por el siniestro Voldemort, asedia más que nunca al noble clan liderado por Dumbledore. Ante tal situación, el viejo mago requiere de nuevo la ayuda de Harry Potter en orden a proteger a sus compañeros e investigar además un hecho crucial para la derrota de las fuerzas malignas: Potter deberá averiguar un recuerdo que esconde la mente de Horace Slughorn, profesor de niñez de Tom Riddle, aquel antiguo estudiante de Hogwarts que abrazó con los años el "lado oscuro" de la magia, tomando finalmente la identidad del terrible Voldemort. Con la trama centrada en la preparación para el duelo final entre el bien y el mal, la cinta presenta en esta ocasión un acabado oscuro y perturbador, con buenas dosis de suspense, lo que la convierte (como ya sucedía de alguna forma con la anterior), en una secuela mucho menos orientada al público infantil que se enganchara con las primeras entregas.
La entrada del director David Yates, y la consiguiente irrupción del semidesconocido compositor Nicholas Hooper en la anterior “Harry Potter and the Order of the Phoenix”, supuso un pequeño desconsuelo para los aficionados al fascinante universo musical que rodeaba hasta el momento el serial potteriano. Como ya señalabamos en dicha reseña, la maestría de John Williams en las tres iniciales cintas, y los reindicables esfuerzos de Patrick Doyle para la cuarta entrega, parecieron sombras demasiado alargadas como para que la anterior partitura del inglés brillara con luz propia, limitándose tan sólo a cumplir el expediente con corrección y puntuales momentos de tímido atractivo. Su reputación en la televisión británica, no bastó a la hora de presentar un trabajo que no ofrecía lo suficiente como para pronosticar que su continuidad en la saga mereciera una especial expectación. Algo que acaba por confirmarse con su nueva aportación en este “Half-Blood Prince”, otro score cumplidor pero que probablemente tenga el dudoso honor de erigirse en el menos afortunado de toda la serie.
Atendiendo al desarrollo y concepción del largometraje, la partitura de Hooper cumple al menos con su cometido esencial. Un nuevo acercamiento en clave más tenebrosa, en el que la cuerda y ocasionales coros realzan la tensión y amplian el dramatismo de numerosos cortes, domina el trabajo del inglés hasta el punto de convertirlo en especialmente subordinado a las imágenes, adquiriendo durante muchos minutos un marcado cariz descriptivo difícilmente disfrutable fuera de las secuencias. Planteamiento éste que también tenían las anteriores partituras de la saga, pero que fue resuelto en su día, sin duda, con una mayor habilidad expresiva. A lo que habría de añadir la sensación de hallarnos, de forma intencionada o no, ante un amplio distanciamiento del halo mágico y onírico que venía caracterizando hasta la fecha el trasfondo sonoro de las desventuras de Potter y compañía.
Y es que a la hora de valorar los deméritos del británico, es necesario señalar que su música se muestra aquí carente de garra y emoción. Bien intencionada, pero irregularmente resuelta. Siendo posiblemente una de las cintas de mayor carga musical (con sus cerca de 130 minutos de duración casi siempre arropados por Hooper desde el pentagrama), uno de los principales hándicaps del score es su palpable falta de cohesión, traducida en un más que mejorable desarrollo motivico que impide precisamente apreciar la necesaria sensación de unidad para un trabajo de estas características, independientemente de su asumido planteamiento underscore. Dejando a un lado las brevísimas apariciones del “Hedwig´s Theme” williamsiano (“Opening“, “Ginny”) o algun que otro tema propio del británico de la anterior entrega (como por ejemplo la recuperación del vivaz “Fireworks“), muy pocos -e irrelevantes- son los motivos de nueva creación. De hecho, dejando a un lado la insípida idea asociada al estudiante Draco Malfoy y sus devaneos con el mal (“Malfoy´s Mission”), el único leitmotiv destacado es el acercamiento coral a Dumbledore y su trágico destino, desarrollado íntegramente en la versión extendida para el compacto del “In Noctem”.
Lo cierto es que “The Half-Blood Prince” rezuma una sensación de “querer y no poder” ostensible, un hecho que el lector podrá apreciar en algunos de los cortes que acompañan a secuencias claves del filme: el descafeinado tema romántico a guitarra acústica, destinado al beso con el que Ginny revela al fin su atracción por Potter (“When Ginny Kissed Harry”); la irregular ubicación del triunfante “Ron´s Victory”, que aún recuperando una pléyade de acordes williamsianos, tan sólo consigue transmitir un artificioso dinamismo a las escenas del partido de quidditch; o la tibia fuerza emotiva del “Dumbledore´s Farewell”, una escena para la cual viene preparándonos el filme durante gran parte del metraje, pero que Hooper resuelve apelando a una convencional melodía in crescendo, tan olvidable como impropia del importante suceso al que sirve de soporte.
Con las luces de varios instantes de cierta inspiración (el mencionado “In Noctem”, o la majestuosidad final del “Inferi in the Firestorm”), y las evidentes sombras ya mencionadas, la balanza parece inclinarse hacia la calificación como meramente funcional de un álbum que, aparte de no respetar el orden cronológico de aparición de los temas, nos regala un monumental spoiler en el corte “The Killing of Dumbledore” (que pese a referenciar un suceso conocido por los ávidos seguidores de las novelas, no deja de resultar francamente reprochable). Visto lo visto, los continuos rumores acerca de la vuelta de John Williams -cada vez más improbable- a la séptima y última entrega de “Harry Potter”, no hacen sino avivar las esperanzas entre los aficionados que ansían un necesario repunte del desangelado nivel musical que Hopper, aun en su corrección e impecable factura formal, viene ofreciendo a la saga cinematográfica de J.K. Rowling.
24-agosto-2009
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