Miguel Ángel Ordóñez
Avalada como la película más cara de la animación japonesa, con un presupuesto aproximado de 22 millones de dólares, “Steamboy” es un proyecto que ha tardado diez años en ver la luz. Desde el punto de vista artístico, los resultados no han sido los esperados, porque Otomo (animador que saltó a la fama en 1988 con su film “Akira”) no tiene la capacidad de Miyazaki para convertir la imaginería de sus ficciones en relatos poéticos que ahonden en la profundidad psicológica de sus personajes. La cuestión, es que Otomo ha situado la historia en un Londres victoriano, inmerso en plena Revolución Industrial (de la que Inglaterra fue su máximo exponente) y a las puertas de la Exposición Universal, como semilla que potencie su visión de la lucha del hombre por el control de la naturaleza.
Debido a la participación americana en el film, la música corre a cargo del mediaventures Steve Jablonsky. Su desangelada aportación en su anterior proyecto, “The Texas Chainsaw Massacre”, así como sus limitadas participaciones, componiendo música adicional, en otros proyectos de la factoría como “Hannibal”, “Pearl Harbor” y “Piratas del Caribe”, no hacían presagiar el buen sabor de boca que provoca la escucha de este su último trabajo.
El score gira alrededor de dos temas básicos dulces y gentiles: el central asociado a Ray y el de Scarlett. El primero hace acto de aparición en el corte que inicia la edición, “Manchester 1866”, insinuado a modo de interludio tras el enérgico arranque. Reaparece en tono cómico en “The Atelier of Ray” y obtiene su rendición definitiva en el último tema del score (“Ray´s Theme”), con inclusión de nuevas notas (apuntadas ya en “Collapse and Rescue” con apoyo de coros) que le otorgan mayor aliento épico. Sin embargo, el empleo excesivo de componente electrónico en este corte rompe la frescura de las notas sugeridas al viento y la cuerda en sus primeras apariciones. Por su parte el tema “Scarlett” introduce una melodía noble y vitalista apoyada también en el viento, la cuerda y la mandolina, precisa y muy agradable. La misma es versionada en uno de los mejores cortes de la edición, a ritmo de vals (“Cristal Palace Waltz”).
Donde realmente sorprende el trabajo de Jablonsky es en el tratamiento de los momentos de acción, puesto que desviándose del convencionalismo formal aplicado al campo de la animación, compone una sucesión de temas vertiginosos más cercanos a la idea de film de aventuras con personajes reales. Este planteamiento de la acción bombástico y de rotunda sonoridad en las percusiones y el metal se convierte en la otra piedra angular del score. Temas, como el espléndido “The Chase” o “Raid By the Airship” nos acercan por momentos a un concepto de sonido mas cercano al universo MediaVentures, pero el sorprendente uso del contrapunto entre tanto crescendo orquestal inclinan la balanza a favor del trabajo de Jablonsky respecto a muchos de los realizados por sus compañeros de Estudio dentro del terreno de la acción, al mostrarse eficaz a la hora de romper con la sucesión de acordes planos y rutinarios que aquellos han convertido en religión.
En resumen, un trabajo muy interesante en el que Jablonsky sabe sacar partido a las posibilidades que le ofrece la orquesta en fusión con el empleo de la electrónica. Una obra de puro entretenimiento donde cada sección de instrumentos se puede “oír”, lo cual no es poco en los tiempos que corren.
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