Gorka Cornejo
Resulta curioso pensar que hace veinte años, el cine de Hollywood, tan estereotipado como el de hoy, solicitara tanto a un compositor como Georges Delerue. El francés no hizo sino cumplir, una vez más, el rol del músico europeo seducido por el canto de sirena de la metrópoli del cine: si en gran parte logró construirse una carrera en la enloquecida industria norteamericana fue gracias a su reputación como compositor de directores legendarios (Godard, Truffaut), pero Hollywood no regala nada y siempre exige que el artista importado, como la niña china adoptada por la feliz y estéril pareja burguesa, aplique y aprenda el lenguaje y los modales de la cultura que la acoge. Delerue fue asimilado a la corriente del cine intimista, primariamente sentimental, y salvo casos contados, como la colaboración casi incondicional que estableció con Bruce Beresford, que le llevó a experimentar cierta variedad de registros (recordemos la excelente “Black Robe”), su destino como compositor estuvo marcado y diríamos incluso que limitado por el Oscar obtenido con “A Little Romance”, hito que reconocía sus méritos profesionales a lo largo de más de 30 años dedicados al cine pero que al mismo tiempo supuso un punto de inflexión, un poner las cartas sobre la mesa y decir: “Señor Delerue, esto es lo que necesitamos de usted, ¿está dispuesto a ofrecerlo?”.
En 1988, año de producción de “Memories of Me” (absolutamente impagable su título español), Delerue compuso la friolera de once bandas sonoras. Uno tiende a pensar que esto fue posible, aparte por supuesto del hecho de que un todoterreno como él estaba perfectamente acostumbrado a un alto ritmo de trabajo, gracias en parte al encasillamiento: lo que se le pedía a Delerue no sólo era cierto tipo de música, sino además música para determinados momentos. En los mejores años de su eclosión hollywoodense, Delerue era una cápsula de emotividad insertada en películas que exigían poca música y/o que incluían abundantes canciones, películas de planteamiento simple y convencional la mayoría, que no requerían de complejos planteamientos musicales ni demasiado originales. No quisiéramos dar a entender que la labor de Delerue fuera fácil o poco digna de admiración, nos limitamos simplemente a describir el tipo de encargos que abarrotaban su agenda. “Memories of Me” es un perfecto ejemplo de este tipo de proyectos. Sin embargo, cabe detenerse en la reflexión, inevitablemente melancólica, de que el cine comercial norteamericano se rifara a un melodista como Delerue, un compositor especializado (y repetimos, encasillado) en una música lírica, emocionante, llena de elocuencia, una música que era imprescindible ser escuchada, cuyo objetivo era inundar al espectador, dirigirse a su corazón, más que a su inteligencia, y que, por tanto, cumplía una función estética más poética que narrativa. A continuación uno piensa en las modas actuales de la música no emocional y llega a la conclusión de que no hay mayor verdad que la ley de los extremos. Delerue nunca hubiera podido sustituir Francia por las chandlerianas urbanizaciones de Los Angeles de haber nacido en los 60. Ahí está Desplat para darnos la medida (ciertamente la más perfecta) del nuevo modelo de compositor europeo al que se le da la bienvenida: haga usted música de verdad, pero póngale su poquito de modernidad por encima.
“Memories of Me” es una comedia sentimental sobre un exitoso cardiólogo que se ve obligado a inspeccionar su propio corazón y en concreto la distanciada relación con su padre, un hombre poco dado a la sinceridad paterno-filial que vive de actuar como extra en películas de Hollywood. Siguiendo un esquema típico en los años 80, el del hombre que parece tenerlo todo pero que en el fondo anda buscando desesperadamente aquel abrazo escamoteado en la infancia, la película mezcla comedia y drama con voluntad de emocionar al espectador y lanzar un mensaje optimista, un carpe diem que relativice lo que la sociedad de consumo considera importante pero que no lo es, a mayor gloria de la verdad de los sentimientos, el equilibrio psicológico y la paz interior. En definitiva, latitudes habituales en la última etapa de la filmografía de Delerue.
El score es breve y muy conciso, con abundante música diegética compuesta o adaptada por el propio Delerue. El peso de su aportación se centra en la descripción de la relación entre el padre y el hijo, esa paulatina apertura de las compuertas de la emotividad que el compositor atestigua y promueve con piezas sensibles y al principio distanciadas (“Bedtime Dreams #1” y “Bedtime Dreams #2”), para pasar después a terrenos más dramáticos (“Confrontation”, “Reminiscing; X-Ray; Abe’s Aneurism”) hacia la catarsis final (“End Title” y “End Cast”). Aunque sean pocos los cortes incidentales, Delerue demuestra una capacidad realmente impresionante para hacer evolucionar su música desde la ternura más sosegada hasta un torrente sentimental de feliz y al mismo tiempo dolorosa vehemencia. Queda en manos de escritores mejor dotados la explicación de por qué su música no cae nunca en el preciosismo adocenado.
La audición del compacto sabe a poco, tal es la economía de medios utilizada, y sobre todo la rigurosa dosificación del material de mayor voltaje emocional. Hay que conformarse con poco, pero ese poco es excepcional. El corte “Confrontation” es un buen ejemplo. Su aparente sencillez (orquestación tradicional, música bella y pletórica como tanta otra que saliera de su puño y letra) no debiera escamotear la grandeza de una composición tan exuberantemente emotiva, donde se mezclan la tristeza, la alegría, cierta reflexión sobre la vida y lo que de verdad importa, el optimismo de la superación como única medicina, la futilidad de los quehaceres humanos ante la eternidad, como bien apunta Richard Kraft en las emotivas palabras que figuran en el libreto. Delerue humanizaba el cine más acartonado, imprimía vida a un desfile de estatuas, a una sucesión de sombras. “Memories of Me” no tiene la contundencia ni la envergadura de una obra mayor, sino más bien la cortedad de lo convencional, pero cinco minutos de un Delerue inspirado siempre son mejores que la filmografía completa de otros (¡tantos!) compositores.
21-mayo-2009
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