Ignacio Garrido
En la triste relación de músicos que vieron interrumpida una prometedora carrera cinematográfica por su prematuro fallecimiento, es obligatorio incluir al gallego Manuel Balboa, un compositor que entregó al medio, pese a todo, un ramillete de trabajos exquisitos, de gran calidad musical, y lo que a la postre duele más, una sutil pero elegante voz propia, algo de lo que tan ávidamente necesitada está la música de cine en general.
Nacido en La Coruña, Balboa se formó en su ciudad natal y en Madrid para centrar pronto sus inquietudes en la música escénica, convirtiéndose rápidamente en un referente nacional, al trabajar con directores de escena como Xulio Lago, Francisco Nieva, Simón Suárez o José Luís Alonso entre otros. Tampoco la música de concierto le fue ajena, tanto para pequeñas formaciones de cámara, como para orquesta sinfónica, así como piezas para piano, con un excelente disco editado por la fundación autor con su obra integral para dicho instrumento, lo que demuestra su soltura en todos los frentes. Se iniciaría en el cine en 1991 con "Martes de Carnaval" de Pedro Carvajal y Fernando Bauluz, largometraje seguido de "El Baile de las Ánimas", de nuevo dirigida por Carvajal dos años más tarde. Su siguiente cinta "Canción de Cuna", le abriría las puertas del reconocimiento popular y de la crítica en el cine, a la vez que iniciar una breve y algo accidentada relación profesional con el realizador de ésta, José Luís Garci.
Precisamente, estos tres son los trabajos que se regrabaron en 1995 con la Orquesta Sinfónica de Galicia bajo la batuta de Ángel Gil Ordoñez y que han vuelto a ver la luz discográfica (absolutamente desaparecida la edición anterior) recientemente, para enhorabuena de aquellos que no lo adquirieron en su momento, o para el obligatorio descubrimiento de aquellos que están por hacerlo.
"El Baile de las Ánimas" se presenta como Mares Nocturnos, una síntesis sinfónica de la banda sonora original y se fundamenta en una marcha fúnebre "O Mar e a Noite", de una simplicidad rotunda (acordes in crescendo, ostinato en la percusión, etc..) pero cargada de un dramatismo desolador y aplastante. Un lúgubre y fantasmagórico tema para cuerda y viento hace su aparición en "Espectros", mientras que un soterrado romanticismo envolvente surge en "Melancolía", como pasajero alivio al funesto conjunto. "A Santa Compaña" y de nuevo el tema inicial cierran este bloque, apesadumbrado, pero lánguidamente hermoso. El complemento a estas piezas viene con "Melodía de Otoño", un alegre pasaje directamente entresacado de la partitura original, una melodía para maderas de aire pastoral.
"Martes de Carnaval" aparece como una suite para orquesta de cámara basada en las páginas originales. Se trata de un trabajo menos desgarrador, más lírico y accesible gracias a su variedad y sencillez temática, que no simpleza, pues supera por momentos a la postrera comentada más arriba, en ciertos juegos armónicos que se dan en pasajes como "El Cementerio" o "El Suicidio", cargados de una contundencia y saber hacer impropios en un novel cinematográfico. El delicado corte "Final (Cantiga)", cierra la breve pero estupenda selección de este film.
"Canción de Cuna" incluye tan solo sus tres temas centrales como muestra de la aportación del músico para la película, pero dan perfecta idea de las intenciones de su realizador en la aplicación audiovisual de la música (como muy bien daría cuenta Balboa poco después con "El Abuelo"), así como el creciente talento del músico en su inmersión dentro de los entresijos del medio fílmico. Con apenas unos años de diferencia respecto a las anteriores composiciones, se nos descubre aquí un notorio pulso melódico, volcado en una exuberancia expresiva muy diferente a lo expuesto en las cintas de Carvajal. Las dos primeras pistas, sencillamente tituladas primer y segundo tema de amor resultan ser dos profundas y retentivas melodías, a cada cual más sentida y suntuosa, de amplia estructura y correcto acabado formal. Pierden algo de frescura frente al impresionismo de "El Baile de las Ánimas" o a la brillante sencillez de "Martes de Carnaval", pero son las más agradecidas de escuchar de todo el disco. El tercer pasaje es una melodía tradicional irlandesa que Garci exigió incluir en el film, con la que se realiza una florida versión de gran calado emocional y que sirve de broche de cierre para una selección excesivamente breve si atendemos a su elevada calidad.
Con apenas un puñado de cds editados, prestarle una atención inmediata a Manuel Balboa para que su música no caiga en el olvido (más que nada porque no lo merece), a un servidor se le antoja como algo más que necesario.
22-marzo-2009
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