Pablo Nieto
Al igual que el mítico personaje de ficción Predator, Tyler es un maestro del camuflaje. Un compositor que se siente muy cómodo escribiendo con la plantilla de otros coetáneos suyos (James Horner, Jerry Goldsmith, Alan Silvestre e incluso Hans Zimmer), elaborando partituras de calidad, pero también exentas de la dosis necesaria de originalidad. Sea como fuere, también merece ser valorada su capacidad para asimilar todas aquellas propuestas que le están llevando a crecer como compositor. Ahora, sólo le falta comenzar a trabajar para películas decentes, y no como esta infame continuación de otro no menos bodrio titulado “Aliens vs Predator”, que desmitifica por completo al género de terror, convirtiendo a los pesadillescos monstruos del espacio con el que varias generaciones han crecido y convivido en sus sueños, en protagonistas de un videojuego que ni genera espectáculo, ni produce miedo.
Para este film, Tyler toma con referencia con un respeto inusual (agradecimiento incluido en los títulos de crédito) a los compositores que han trabajado con anterioridad en las diferentes sagas. Muy especialmente a Elliot Goldenthal. Bebiendo no sólo de la fuente de “Alien 3”, sino también de otras composiciones suyas, de sus fugas, de su destreza en la involución de la sección de metales en una dinámica orquestal abrasiva. La influencia del neoyorkino, de todos modos, no se deja ver hasta bien entrada la composición, en cortes tan agresivos como “Coprocloakia”, “Power Struggle”, “Down to Earth” o “Nacional Guard 1 & 2”, donde también comparte protagonismo con el Horner más alegórico y marcial de “Aliens”. Sin duda, la presencia de Robert Elia, habitual orquestador de Goldenthal, habrá ayudado y mucho a Tyler en la construcción del score (eso sin olvidar la presencia de otros cuatro orquestadores).
De todos modos, no queremos convertir esta reseña en un “quién es quién” más, donde los precedentes quiten protagonismo a un más que digno trabajo por parte del compositor. Y es que, por primera vez en mucho tiempo, encontramos un Tyler integrador, no tan condicionado por los designios de los temp tracks, y verdaderamente brillante en el manejo de la orquesta. Y sino, no hay más que tomar el pulso a la partitura con su overtura: “Aliens vs. Predator – Requiem”. Antología del paroxismo orquestal de nuevo cuño. Poderoso planteamiento, derroche de medios orquestales, excelente mezcla en la que la variada y rotunda percusión conduce el tema y no sustituye el contrapunto de las dos líneas melódicas: el registro grave de los metales (trombones y tuba especialmente) y un trabajado movimiento para cellos y contrabajos. Supone también la presentación de un tema central que nos sumerge en un auténtico tour de force de incontinencia orquestal, de música tumultuosa y desasosegante; un conglomerado de sonidos que golpean con fuerza especialmente durante los siete minutos de “Decimation Proclamation”, el devastador “Taking Sides” (cuyos trece minutos de duración merecen ser destacados), la épica de “Predicide” o el envolvente “Skinned and Hanged”, cuya violenta transformación final merece una mención especial.
El intermezzo lírico lo protagoniza Jerry Goldsmith, quien guía “en espíritu” la dulcificación de la partitura con su típica pieza para piano y cuerdas, que escuchamos primero en “Kelly Returns Home” y posteriormente, con protagonismo solista de la guitarra, en “Special Delivery”. Sin embargo, la influencia del maestro va más allá. Y es que a pesar de que el disco termina con los sólidos “Autosurgiosis” y “Outnumbered”, el verdadero finale lo encontramos en el “Requiem Epilogue”, donde sin duda la “pace” de “Alien”, la capacidad para construir por medio de la orquesta, con la sección de cuerdas especialmente, un espacio exterior ingrávido ajeno al mal que se avecina, se encuentra omnipresente en esta agraciado homenaje o no de Tyler al eterno creador.
Hay que olvidarse de la calidad de la cinta, la música cumple con su función ante el espectador y va mucho más allá en su “ejecución” para el ávido oyente. Casi ochenta minutos bien agrupados, de muy trabajada orquestación. Una composición más que eficiente, y que si bien está marcada por los cánones de un nuevo Hollywood sinfónico demasiado efectista, esto no impide elevar el reconocimiento a su creador, un Brian Tyler con ideas frescas que abusa lo justo del material preexistente a su disposición y que vuelve a sorprender tras su interesante inicio con obras como “In the Darkness” o “Timeline”.
20-marzo-2009
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