Ignacio Garrido
John Powell parece vivir una pequeña disparidad situacional en lo que a su carrera de cara al público se refiere. Por un lado se encuentra, para el que esto suscribe, en su momento álgido creativo (su anterior y soberbio trabajo para “Hancock” es un buen ejemplo; un apabullante derroche de fuerza electro-sinfónica en un score tremendamente entretenido, ecléctico y emocionante) y de éxito profesional (con la presente edición serán seis las publicaciones discográficas del autor para el año que finaliza), así como de reconocimiento popular por parte de su legión de seguidores, pero al mismo tiempo parece topar cada dos por tres con un grupo de otrora fans de su música, que ahora le declaran hastiado y reiterativo, cuando en realidad no ha dejado de efervescer en originalidad y reinvención durante los últimos diez años.
Si bien la calidad media de su música en general es incuestionable a todos los niveles, no es menos cierto que la actual producción en masa de clichés y formulismos provenientes de Hollywood, puede resultar atrofiante para el oído medio y resultar contraproducente a la hora de apreciar en profundidad sus virtudes. No debería confundirse con esa línea de trabajo, la elegante y vivaracha sucesión de infinitos recursos que Powell nos ha ofrecido recientemente en "Horton Hears a Who", una montaña rusa de inventiva y variedad temática adornada de una orquestación fresca y florida, una plétora de melodías pegadizas y ritmos variados e incesantes con chispazos de puro genio. Tomando ésta como referencia, su música para el presente film perruno navideño de Disney, queda lejos de contarse entre lo más florido del autor de “Paycheck”, pero cumple con la sapiencia de un artesano todo terreno, que se cuenta para un servidor entre los mejores compositores en activo.
Aplicando las líneas maestras del género de animación que tan bien conoce, el inglés construye en “Bolt” una obra simpática y discreta que resulta ser el tercer film animado al que se enfrenta durante el 2008 y un auténtico compendio de “ideas powellianas” para el género en su versión más estandarizada. Muy por debajo de “Horton” y más cercana a su aportación para la correcta “Kung Fu Panda”, Powell articula su creación alrededor de un amable y sencillo tema central, “Meet Bolt”, de filiación inconfundible. Asimismo extiende el sello de éste a momentos pretendidamente emotivos, pero que dado su excesivo convencionalismo acaban por ser los pasajes más triviales (“House on Wheels”, “Home at Last”), quizás precisamente por no ser el tema especialmente memorable.
No obstante, el grueso de la obra se afianza sobre la energética vigorosidad de sus pasajes de acción, fortalecidos por esa potente y continua electrónica que el autor tan bien sabe manejar. Muy en la línea de “Agent Cody Banks” (de evidentes similitudes temáticas), cortes como “Scooter Chase”, “A fast train” o “Saving Mittens” explotan el espectáculo heroico tan habitual y disfrutable de Powell en sus cinéticas cuerdas y metales fanfárricos, con un noble y aventurero motivo de cuatro notas. Mientras el inevitable tono de comedieta paródica con acercamiento al mickey-mousing se aborda de un modo previsible pero elegante, tanto con la cita a Gershwin en “New York”, como al vals bufo de “Meet Mittens”.
Momentos como “The Rv Park”, más juguetones y vivarachos, enraizados en el virtuoso talento melódico del autor y su juego de fraseos contrapuntísticos con los solistas, enriquecen el conjunto de un score que avanza sin fricciones, respetando todas y cada una de las reglas de progresión en dramatismo e intensidad de un film infantil y sus codificadas características. Los instantes de sorpresa como “Sing-Along Rhino”, con divertida voz susurrante, son los menos frente a momentos grandilocuentes y sensibles más o menos formulistas como “Where were you on St. Rhino´s Day?”, “A Friend in Need” o “Las Vegas”.
Para acabar – como mandan los cánones – con fuegos artificiales, Powell concluye la partitura con “Rescuing Penny” y “Unbelievable Tv”, los dos cortes de acción más contundentes y emocionantes, que pese a su escasa duración refuerzan el concepto de equilibrado desarrollo temático y conceptual llevado a cabo por el músico. Precedido de dos olvidables canciones, el score editado por Disney resulta adecuadamente breve (poco más de media hora de partitura original), algo que unido a su rápida y fácil digestión, hace de este trabajo una pieza menor, aunque no por ello desechable.
15-diciembre-2008
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