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Christoper Nolan, ¿sueño o realidad? Por Jesús Delgado |
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Supongo que los aficionados a ver cine en la gran pantalla ya habrán pasado a estas alturas por taquilla para ver el presumible blockbuster de calidad de la temporada, una de esas películas cuya visión requiere una sala oscura, un sonido potente, una pantalla en grandes dimensiones y, porque no, un publico deseoso de sumergirse un par de horas en el mundo de los sueños. Nunca mejor dicho que para el caso que nos ocupa: Origen, a cuyos mandos figura, además, uno de los directores mas interesantes y mimados por la critica en los últimos años: Christopher Nolan.
Aunque ya sabemos como es la crítica, tan deseosa de descubrir y promocionar nuevos ídolos como de hundirles sin compasión en el fango. Valga a titulo de ejemplo M. Night Shyamalan, cuyo último film Airbender, el último guerrero con similar vocación de blockbuster y consecutiva fecha de estreno a Origen le ha llevado prácticamente al cadalso.
Si el británico Nolan contó con cierto respeto desde sus primeras obras, desde que realizó El caballero oscuro (2008) y sobre todo a raíz de Origen, ha sido feliz diana de ditirambos sin parangón, siendo su colega Night el caso opuesto: si debutó con dos pelotazos como El sexto sentido (1999) y El protegido (2000), en los últimos años, según iba adentrándose en un mundo más personal e interesante, fue recibiendo las primeras puyas que culminaron en las malas criticas de La joven del agua (2006) y El incidente (2008), dos películas en absoluto despreciables. Nada comparado, claro, a cómo se ha recibido The last Airbender.
Ya sabréis todos a estas alturas, transcurridos varios meses desde el estreno de ambos films que Inception es el octava maravilla del mundo y la primera hecha en celuloide y The last Airbender poco mas que un truño que aburre hasta a los niños. Palabra de dios, es decir, de la unión critica-taquilla, que ha elevado a los altares a la producción protagonizada por Di Caprio y ha condenado al abismo del infierno a la peripecias de Aang, el último avatar.
Y no son opiniones, sino cifras: Más de ochocientos millones de dólares recaudados por Origen frente a los aproximadamente trescientos de Airbender, el último guerrero. Y, por recurrir a dos ránquines significativos, Origen puntúa un 9,1 en el IMDb (¡la cuarta mejor película de todos los tiempos!) y un nada despreciable 8,2 en Film Affinity. Airbender, el último guerrero se conforma con 4,7 en FA y 4,4 en el IMDB. Y si os animáis a buscar por las web críticas o comentarios sobre Inception, os dará para varias horas…
Habría que preguntarse, por proseguir con la comparación de ambos films, por el control de sus directores sobre la producción, que en ambos casos contaban con parejo presupuesto: si Nolan ha tenido un control casi total sobre su sueño de muchos años, Origen, y sus productores prácticamente le dieron carta blanca a raíz del éxito económico (merecido) de su segunda entrega sobre el superhéroe de Gotham City, lo de Shyamalan fue más una obligación contractual que seguía, además, a unos malos resultados en taquilla de sus últimos filmes.
Y, con todo, posiblemente Airbender, el último guerrero no sea tan deficiente ni, desde luego, Origen tan sobresaliente. Pero como para defender al director de origen indio ha habido (y habrá) mejores ocasiones, disfracémonos de iconoclastas para hablar del inglés y su Inception.
No se le puede negar a Origen la originalidad cinematográfica de su planteamiento argumental: no es el sueño el que elabora la realidad según sus propias leyes, las del subconsciente; sino que es éste, el sueño, el terreno fértil en el que puede plantarse el germen del comportamiento racional.
Dramática originalidad por otro lado: esta intromisión de la manipulación racional en el mundo de los sueños termina, de facto, con el ultimo reducto de la individualidad libérrima del ser humano, ese espacio en el nos expresamos sin mascaras ni escondites, librándonos del yugo de la racionalidad y la realidad.
Decía el maestro Buñuel que “La ciencia no me interesa. Ignora el sueño, el azar, la risa, el sentimiento y la contradicción, cosas que me son preciosas”. Hubiera sido legítimo que Nolan optara por obviar la hermosa tradición onírica de los surrealistas por un acercamiento, digamos científico, al mundo de los sueños. Pero tampoco puede hallarse en Origen el menor asomo de ello. Así que Nolan, desde parámetros incluso ajenos a la ciencia ficción, se embarca en un intento de racionalizar el mundo de los sueños ignorando, en su algo pueril explicación, uno de sus elementos mas destacados, el azar, para perpetrar un entretenido, simple y bien realizado espectáculo mainstream en el que gracias a un ritmo implacable y poderosas escenas rodadas con indiscutible talento, el espectador termina enganchado.
Bien es cierto que a medida que avanza la trama y los personajes se adentran por los diferentes niveles del sueño, cuando el circo de tres pistas parece no ser suficiente y guionistas y director se empeñan en introducir una cuarta, el film empieza a decaer. No solo porque ese último, níveo y supuestamente profundo nivel resulte innecesario e incluso parezca rodado con cierta desgana, sino porque el desarrollo deviene tedioso, quizás producto de un montaje que duda de la capacidad intelectiva de los espectadores, a los que tras haber explicado hasta la saciedad que en los el tiempo progresivamente se dilata según se profundiza en el sueño, es torturado repetidamente con breves insertos de un pobre japonés desangrándose o una camioneta cayendo al vacío… con el único fin de remachar la arbitraria propuesta.
Si bien es cierto que sueño y realidad se mezclan en Origen en un sentido diferente (incluso opuesto) al habitual, la relación entre ambos y su cristalización en una realidad diferente dista de ser algo novedoso. Y en este ámbito es donde mas discutible resulta la presunta originalidad de Origen y mas claro resulta su discurso conservador.
Ya en 1924 Breton, en el primer manifiesto surrealista, demandaba la construcción de una realidad absoluta, la surrealidad, como un encuentro entre el sueño y la realidad. El problema en Origen es que no hay encuentro, sino servidumbre. El mundo de los sueños desaparece para convertirse en una realidad diseñada y manipulada externamente que dinamita la falta de lógica y el absurdo que caracteriza el mundo onírico.
No deja de encerrar Origen una interesante paradoja: si Nolan tenia el sueño consciente de realizar una película sobre los sueños, su sueño realizado, Origen, fracasa al despreciar el sentido profundo de lo onírico, que tan bien describieron y trabajaron los surrealistas y ofrecer a cambio, solamente un film técnicamente impecable.
Es cierto que el film cuenta con cierta parafernalia surrealista, sobre todo en la descripción estética del mundo en el vivieron/durmieron Cobb (Leonardo DiCaprio) y Mal (Marion Cotillard) y, en general, en la visualización de los universos oníricos creados por los arquitectos. Pero tanto su creación como su destrucción tienen un sentido lógico, racional y causalista ajeno por competo al universo del subconsciente.
Podríamos decir que si Salvador Dalí, en la década de los treinta del pasado siglo quiso sistematizar la confusión y contribuir al descrédito total del mundo de la realidad, propósito que elevó a icono cinematográfico junto a Luis Buñuel en Un perro andaluz, Nolan ha pretendido desacreditar al mundo de los sueños, convirtiéndole en un objeto más de manipulación racional. Si Kant dijo que “El sueño es un arte poético involuntario” Origen a veces parece poco mas que, permitídmelo, industria prosaica deliberada.
Aunque démosle a Nolan y sus guionistas el beneficio de la duda y concedámosles todo lo contrario, un atrevimiento sin fin. Si el sueño ha sido el gran recurso censor de los poderosos contra la obra de arte incómoda (recordemos como en El Gabinete del Dr. Caligari el planteamiento de sus autores era denunciar la actuación del Estado alemán que inducía a un pueblo somnoliento a perpetrar crímenes sin fin, para acabar todo convirtiendo en el sueño de un loco) quizás esta película sobre la manipulación del sueño denuncie de manera metafórica una terrible realidad.
Porque si el hecho de que la peonza gira eternamente o se detenga no es más que un elaborado McGuffin y si en el fondo no existen los sueños y la realidad, sino un mundo intermedió de surrealidad, lo único que imputaría sería LA IDEA. Aquella implementada en lo mas profundo de nuestras mentes y que rige nuestra conducta. Y si admitimos que todos los consumidores del cine de Nolan vivimos en un confortable sueño construido a medida de nuestros deseos por hábiles arquitectos que nos hacen creer que todo es real, ésta, la idea, solo puede ser una.
Y tal vez nuestro inglés tan sólo sea un gran arquitecto, constructor de espectaculares mundos que encierran un profundo engaño.
29-octubre-2010
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