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Patrick Doyle: Primera Parte Por David Serna |
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Patrick Doyle posiblemente sea uno de los poquísimos músicos contemporáneos de quienes se puedan escoger cinco bandas sonoras al azar y obtener siempre composiciones de un nivel poco frecuente. Sus partituras, al igual que las películas a las que acompañan, podrán ser mejores o peores, pero la elegancia típicamente británica y la tremenda personalidad que imprime allá donde pasa le convierten, por méritos propios, en un compositor tan fácilmente reconocible como en un autor de una categoría verdaderamente insólita en el panorama cinematográfico actual, lugar donde no abundan precisamente músicos que entiendan de una manera tan precisa los conflictos y las emociones que reflejan sus películas, que disfruten tanto haciendo su trabajo y que sepan transmitir al espectador u oyente esa placentera sensación que se produce al escuchar una música que no sólo responde fielmente a las necesidades de un filme, sino que alberga toda la creatividad, el buen gusto y el grado de elaboración de un maestro.
34 bandas sonoras en 17 años, desde “Henry V” a “Harry Potter and the Goblet of Fire”, más otras tantas composiciones ajenas al séptimo arte (como “The Thistle and the Rose”, una hermosa pieza que le encargó el Príncipe Charles para el 90º cumpleaños de su abuela), recogen un valiosísimo material para cualquier aficionado a la música de cine y proporcionan el contenido exclusivo de nuestra guía de compra, un minucioso recorrido por las bandas sonoras del compositor cuyas referencias discográficas siempre atienden a aquella edición más accesible y cercana para el aficionado español y cuya primera parte se detiene en las partituras anteriores al éxito internacional de “Sense and Sensibility”, momento en el que la trayectoria del escocés adquiere un mayor prestigio gracias a su primera nominación al Oscar y en el que encuentra más facilidades para introducirse en filmes estadounidenses más comerciales, si bien es cierto que su talento no siempre se corresponde con la categoría del proyecto y que la terrible enfermedad que le diagnostican en 1997 (un cáncer de leucemia del que posee entre un 60 y un 70% de posibilidades de sobrevivir) interrumpe trágicamente su ritmo de trabajo, obligándole a rechazar películas que podrían haberle conducido por el camino que finalmente parece asomar con “Harry Potter and the Goblet of Fire” a la hora de situarse entre los músicos de primera línea más solicitados.
El trayecto que comprende “Henry V” y “A Little Princess” no tiene desperdicio. Doyle parece burlarse de los lógicos tropiezos y titubeos que afectan a cualquier compositor en sus inicios (basta echar un vistazo a la trayectoria de músicos coetáneos como Thomas Newman, Alan Silvestri o James Newton Howard) y emprende su carrera en el cine demostrando una firmeza y seguridad envidiables en cada partitura, mediante una manera de componer muy contundente y nada ambigua que hace entendible el impacto de “Henry V” o “Dead Again” en un momento en el que el terreno de la banda sonora acogía a nuevos talentos con más pena que gloria y algunos músicos consagrados parecían encontrarse en horas bajas al lado de un terremoto como Doyle. El escocés, además, tuvo la suerte de ver editadas todas sus bandas sonoras desde el primer momento (cómo no editar “Henry V” y más teniendo a Simon Rattle dirigiendo la orquesta), siendo Varèse Sarabande la discográfica que mejor vislumbra el talento del compositor y que más partituras suyas publica, con las raras apariciones en el camino de la Disney (que edita de manera fugaz y muy limitada su trabajo para “Shipwrecked”), el sello SBK (que convierte “Into the West” en otra banda sonora pronto descatalogada) o la avispada Epic, que encuentra en “Much Ado About Nothing” y “Frankenstein” lo que esperamos que encuentre el lector: el interés suficiente para acercarse a la apasionante música de Doyle.
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    | HENRY V (Enrique V, Kenneth Branagh) 1989 EMI (CDC 7 49919-2). Editado en Gran Bretaña en 1989 y fácil de encontrar.
La película y su música: Es difícil imaginar un debut tan espectacular como el que tuvo Patrick Doyle en “Henry V”. Aunque siempre quiso dedicarse al mundo de la interpretación, Doyle estaba destinado a ser el compositor de Kenneth Branagh desde el momento en que ambos se entendían a la perfección adaptando obras de Shakespeare en la compañía Renaissance y Branagh inició su trayectoria cinematográfica meses después de conocerse. Es posible que Doyle no tuviese la experiencia requerida (aunque Branagh tampoco había dirigido nunca una película), pero su labor como actor, compositor y director de orquesta en adaptaciones como “Much Ado About Nothing”, “King Lear” o “Hamlet”, fue más que suficiente para el director al emprender, en 1989, el ambicioso rodaje de “Henry V”. De hecho, haber trabajado como actor de teatro le proporcionaría una ventaja inusitada a la hora de interpretar los sentimientos y la evolución de los personajes, convirtiendo “Henry V”, más que en la obra de un recién llegado, en una banda sonora de una madurez arrolladora, en la que Doyle camufla la procedencia teatral de la historia no como lo haría cualquier novato (utilizando la orquesta y los coros de manera espectacular y llamativa), sino dosificando su aparición en función de la cantidad de diálogo, de su importancia para la narración o del sentido dramático de las imágenes. Así, Doyle arranca la partitura con una majestuosa fanfarria de seis notas que resalta el heroísmo del rey británico, presenta incidentalmente el cántico que funcionará como tema principal (“Non Nobis, Domine”) y desarrolla un variado corpus de temas que ya aglutinan todas las virtudes que estarán presentes en la filmografía del autor, como sus hermosas melodías de aire romántico (“The Death of Falstaff” o “The Wooing of Catherine”) o sus grandes pasajes de corte épico, como la célebre secuencia que precede a la batalla de Agincourt y cuyos 14 minutos albergan uno de los crescendos orquestales más memorables del género (“St Crispin´s Day/The Battle of Agincourt”).
Lo mejor: La absoluta coherencia de la composición, la desbordante energía que transmitió a la película de Branagh y la fuerza con la que Doyle irrumpió en el ámbito de la música de cine.
Lo peor: Que, tratándose de un compositor novel y de un prestigioso director de orquesta, el nombre de Simon Rattle aparezca en la edición discográfica por encima del propio Doyle y en una tipografía mayor para acaparar el interés de la compra, cuando ya en 1989 era evidente que el futuro del compositor iría bien grande y en mayúsculas.
La duración: 59.16.
El tema: “Non nobis, Domine”, un cántico que Doyle escribió antes del rodaje del filme y que él mismo, caracterizado de soldado, comienza a entonar durante el plano-secuencia que recoge la devastación de la matanza de Agincourt mientras las voces del resto de soldados se incorporan progresivamente en un espectacular crescendo, que Doyle retomará durante los créditos finales en una versión más corta y donde los instrumentos de la orquesta se suman a los coros hasta alcanzar un clímax apoteósico.
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  | SHIPWRECKED (Náufragos, Nils Gaup) 1990 Disney (60614-2). Editado en Estados Unidos en 1991 e imposible de encontrar.
La película y su música: “Shipwrecked” pasó a engrosar el catálogo de películas Disney de manera bastante infrecuente, cuando la productora compró una película noruega de 1990 titulada “Haakon Haakonsen” y la distribuyó en América en marzo de 1991, aunque el desproporcionado éxito de “Beauty and the Beast” por aquel entonces eclipsó cualquier intento de comercialidad del filme: un relato de aventuras de mediados del siglo XIX en el que un joven grumete noruego y una bella muchacha van a parar a una isla tropical en la que encuentran, casualmente, el tesoro que perseguían los piratas que asaltaron su barco. Doyle aprovechó el espíritu aventurero del filme para exhibir, por vez primera, una composición sinfónica más ligera, en la que el optimismo de sus melodías y el sentido romántico dominante se convierten en un jugoso escaparate para un compositor en busca de proyectos. El escocés esquiva caer en los tópicos y clichés del cine de piratas (como el milimétrico seguimiento de la acción que caracterizó al maestro del género, Erich Wolfgang Korngold) y compone en la más pura tradición británica, rasgo que comienza a perfilar su inconfundible y delicadísimo estilo, tan alejado de las grandilocuencias y aparatosidades de Hollywood como perfectamente fiel a la suntuosidad y al clasicismo de las islas.
Lo mejor: Que siendo una obra primeriza y menos ambiciosa que “Henry V” ya se pueda apreciar, desde su épico tema principal, la poderosa y fresca personalidad de su autor.
Lo peor: Que el disco (donde la Disney ni siquiera incluyó el nombre del compositor en la portada) quedase rápidamente descatalogado y raras veces termine en subasta por debajo de los 100 dólares, lo que seguramente lo convierte en la banda sonora de piratas más pirateada del coleccionismo cinematográfico.
La duración: 36.51.
El tema: “Home to Norway”, una elaborada pieza orquestal en la que el ritmo y la orquestación (obra de su habitual colaborador, Lawrence Ashmore) ya presentan el esquema que presidirá las escenas de acción del compositor, terreno en el que siempre concede un especial importancia a los metales y las percusiones (la pandereta, por ejemplo, ya suena como lo hará en “Carlito´s Way” o “Frankenstein”, delatando la reconocible instrumentación de sus partituras).
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   | DEAD AGAIN (Morir todavía, Kenneth Branagh) 1991 Colosseum VSD (CVS 5339). Editado en Alemania en 1991 y fácil de encontrar.
La película y su música: Entre una adaptación y otra de la obra de Shakespeare, el director Kenneth Branagh decidió construir un “thriller” a lo Hitchcock para introducirse de una manera más comercial en la industria americana, aunque el resultado estuvo por debajo de lo esperado. Partiendo de un rocambolesco guión de Scott Frank (futuro artífice de “Minority Report”, otro guión puramente hitchcockiano), Branagh y su entonces esposa Emma Thompson se adjudicaron los papeles de un detective de Los Ángeles especializado en encontrar a personas desaparecidas y el de una joven mujer que ha perdido la memoria y que todas las noches tiene horribles pesadillas. Doyle, que interpreta un pequeño papel en el filme, resolvió la partitura incidiendo en el suspense de la historia de manera agresiva y trepidante, con continuos agitatos que imprimen un imparable frenesí a la trama y aumentan considerablemente su interés, hasta el punto de que la música, en numerosas secuencias, se convierte en el verdadero motor de la intriga y el elemento que la mantiene. Aunque puede intuirse una vaga atmósfera herrmanniana en la partitura (derivada de lo hitchcockiano de la película), es evidente que Herrmann nunca hubiese mantenido el aire juguetón que transmite Doyle en su tema principal, por lo que la música, antes que querer remitir al autor de “Vertigo”, guarda un vínculo más directo con aquellas bandas sonoras de la época (como “Final Analysis”, de George Fenton) en las que el compositor, tomando a Herrmann como referente, interioriza su obsesivo mundo y lo hace propio, sin caer en el homenaje (lo que hiciese John Morris en “High Anxiety”) o en el convencimiento de ser el mismísimo Herrmann (lo que hará Alan Silvestri en “What Lies Beneath”). Como resultado, Doyle consigue una de sus bandas sonoras más excitantes y que mejor contribuyen a elevar la categoría del filme, con un sentido de la exageración que será decisivo en la concepción de “Frankenstein”, y con una melodía romántica (presentada en “Winter 1948”) cuya aparición comenzará a ser “marca de la casa” en sus partituras.
Lo mejor: El excelente equilibrio entre la frenética concepción de la música y la vibrante orquestación de Lawrence Ashmore.
Lo peor: Que la tibia acogida comercial de la película lastrara las posibilidades de Doyle en el Hollywood de aquel momento.
La duración: 31.37.
El tema: “Fate Happens/Death of a Mad Son”, corte donde se concentran la mayoría de motivos de la partitura antes de alcanzar el clímax y donde Doyle introduce unos coros en latín que volverá a retomar, más extensamente, en su próxima cinta de suspense, “Needful Things”.
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  | INTO THE WEST (Escapada al sur, Mike Newell) 1992 SBK Records (89049-2). Editado en Estados Unidos en 1993 y difícil de encontrar.
La película y su música: Primera colaboración del compositor con el director Mike Newell, “Into the West” narraba, a partir de un guión de Jim Sheridan, el drama familiar de un viudo acostumbrado a la vida nómada que se establece en Dublín con sus hijos. El folclore irlandés y la música celta otorgan la atmósfera adecuada a la partitura sin condicionarla excesivamente, lo que permite a Doyle escribir la música dramática que pide la historia. Sin embargo (y quizá porque lo interpreta su hermana Margaret), confía demasiado en el tema principal: una suave y delicada melodía de aire irlandés a la que la hermosa voz de su hermana pone letra en el arranque (“The Blue Sea and the White Horse”), durante la música incidental (“Horse in the Lift”, “Papa and the Ashes”, “Memories of Mary) y en el epílogo (“Let Her Go”), eclipsando a otras piezas que desfilan durante la partitura y cuya brevedad tampoco contribuye a aumentar la unidad de lo compuesto. Aun así, la sensibilidad de ciertos pasajes, como la que ofrecen algunos solos de guitarra y arpa (“Horse in the Lift”, “Boys Remember Mama”), y el buen oficio de Doyle incluso en los momentos más insípidos hacen que “Into the West”, siendo uno de los trabajos con menos brillo del compositor, sea muy preferible a muchas bandas sonoras procedentes de Hollywood y firmadas por músicos de primera línea.
Lo mejor: La sencillez y la falta de pretensiones que Doyle transmite a la música, orquestada y dirigida por Fiachra Trench.
Lo peor: Las canciones que empañan la música orquestal y que acaparan más de la mitad de un disco, por otra parte, no muy fácil de conseguir por vías ajenas a internet.
La duración: 56.31 (25.08 de “score”).
El tema: “Boy Under the Sea”, un tema de acción que nada tiene que ver con el colorido de la partitura pero que, en poco menos de dos minutos, exhibe el mejor Doyle de “Dead Again”.
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    | INDOCHINE (Indochina, Ragis Wargnier) 1992 WEA/Warner Music France (WE 833 9031-77338-2). Editado en Francia en 1992 y fácil de encontrar.
La película y su música: Por mucho que Doyle, en unas pocas películas, ya hubiese demostrado ser un compositor de un talento descomunal, “Indochine” le sitúa definitivamente en otro nivel: el pasaporte que convierte a una futura promesa de la música cinematográfica en uno de sus mejores y más fascinantes exponentes. Lo ambicioso del proyecto y la seriedad con la que Doyle aborda la película (el drama que viven la dueña de una plantación de caucho y su hija adoptiva al tiempo que Indochina se libera del yugo francés) componen una partitura de una categoría superior: una espectacular sucesión de melodías de alto dramatismo en las que Doyle potencia lo romántico y lo épico con un sentimiento de tristeza permanente, que parece anunciar la tragedia que sacudirá a las dos mujeres sin tópicos sentimentales o concesiones al melodrama de “qualité”. Los tres grandes motivos reunidos en el arranque (una enigmática melodía de aire asiático interpretada por un coro, un tema para orquesta que resalta la aventura y los peligros del escenario, y una melodía principal de enorme sensibilidad, reservada para el personaje de Catherine Deneuve) proporcionan el esqueleto para el resto de piezas, que despliegan variaciones haciendo más entendible el drama propuesto (el intimismo del tema principal en “Premier rendez-vous” o “Le latí du Viet-Nam”) o dinamizan la acción acudiendo a nuevas ideas (temas tan enérgicos como “Le coup de tonnerre”, “Naissance et révolution” o el comienzo de “Le bateau en feu”) en un conjunto apoteósico y memorable, en el que Doyle se permite, además, una de las composiciones a piano más hermosas y tristes de su carrera: “La valse d´Yvette”.
Lo mejor: El perfecto entendimiento entre Doyle y el director Régis Wargnier, uno de sus grandes amigos y futuro colaborador en “Une femme française” y “Est - Ouest”.
Lo peor: Que, componiendo para una película de habla no inglesa, Doyle apenas tuviese opciones de ser candidato al Oscar.
La duración: 52.25.
El tema: “Générique du film”, una suite en la que Doyle recupera los pasajes más vibrantes sin conceder tanto protagonismo a la melodía principal: aquella que acompañaba los avatares de la protagonista y que, ante el trágico desenlace del filme, no puede más que permanecer escondida.
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    | MUCH ADO ABOUT NOTHING (Mucho ruido y pocas nueces, Kenneth Branagh) 1993 Epic/Soundtrax (EK 54009). Editado en Estados Unidos en 1993 y fácil de encontrar.
La película y su música: Si “Indochine” confirmaba, a un nivel maestro, todas las expectativas puestas en el autor de “Henry V”, su partitura para “Much Ado About Nothing” es la consecuencia lógica de tal perfeccionismo. Doyle ya había trabajado en la obra de Shakespeare junto a Branagh años atrás, por lo que conocía perfectamente el texto y la manera de enfocarlo. Al escribir, por primera vez, para una comedia ligera y escasa en pretensiones, podía introducir muchas ideas que hasta ahora sus películas no le permitían. Además, el hecho de reunirse con sus colegas de la Renaissance transmitía al proyecto una sensación de camaradería que fácilmente se reflejaría en la música, como así sucedió: Doyle compuso un derroche de melodías cargadas de vitalidad y optimismo que revolucionan las diferentes historias de amor y desamor que cuenta el filme hasta infundir la certera impresión de asistir a un festejo constante. Una bellísima canción, “Sigh No More Ladies”, se convierte en el hilo conductor de la banda sonora desde que Beatrice (Emma Thompson) la interpreta a modo de poema en el prólogo (“The Picnic”) o el mismísimo Doyle la canta caracterizado de trovador (“Sigh No More Ladies”) hasta que cierra esplendorosamente la historia (“Strike Up Pipers”). Aun así, el músico da prioridad durante la partitura a un segundo tema principal: una melodía romántica que acompaña los tejemanejes amorosos (“Rich She Shall Be”, “It Must Be Requited”, “Contempt Farewell”) y que cobra protagonismo durante la segunda mitad (“Die To Live”, “You Have Killed a Sweet Lady”, “Choose Your Revenge”, “Benedick the Married Man”), volviendo a ser cantada por el propio Doyle en mitad de un hermoso lamento coral, “Pardon, Goddess of the Night”. Entre tanto, el compositor escribe temas de aire burlesco para los encuentros entre Beatrice y Benedick (“The Gulling of Benedick”, “The Gulling of Beatrice”), una segunda melodía romántica más ligera (“The Sweetest Lady”, “A Star Danced”), un siniestro motivo para los villanos (“The Conspirators”, “The Prince Woos Hero”) y un vibrante tema para ensalzar a los caballeros (“Overture”, “Contempt Farewell”, “Hero´s Wedding”), en una de sus bandas sonoras más lujosas y radiantes.
Lo mejor: La sensación de estar escuchando una partitura en la que no falta nada.
Lo peor: La absurda realidad de que algunos piensen que una banda sonora, por pertenecer al género de comedia, nunca puede estar a la altura de trabajos más serios de un compositor.
La duración: 59.01.
El tema: “Strike Up Pipers”, una pletórica versión coral del “Sigh No More Ladies” a modo de colofón y que acompaña el plano-secuencia en el que Branagh, no queriendo interrumpir su felicidad, sigue a los personajes en una sola toma y recorre las dependencias de la villa hasta que la cámara (subida imperceptiblemente a una grúa) recoge su alegría en una vista aérea.
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   | NEEDFUL THINGS (La tienda, Fraser Clarke Heston) 1993 Colosseum VSD (CVS 5438). Editado en Alemania en 1993 y difícil de encontrar.
La película y su música: De las muchas adaptaciones de relatos de Stephen King puede que “Needful Things” no figure entre las mejores, pero teniendo en cuenta los escasos medios de los que dispuso su director, hijo de Charlton Heston, y la corrección con la que supo filmar un libro tan complicado y extenso, el resultado es más que decente. El talento del mítico actor Max Von Sydow contribuyó a hacer creíble la historia de un misterioso extranjero que se instala en la población de Castle Rock y abre una tienda en la que sus clientes pueden encontrar todo aquello que deseen a cambio de un pequeño favor, aunque quizás la potente y vigorosa música de Patrick Doyle acabó siendo su mayor baza. Recuperando el estilo de “Dead Again” y allanando el camino que le guiará en “Frankenstein”, el compositor juega deliberadamente a excederse en sus propuestas para incrementar el desasosiego y el ambiente malsano de una historia que posiblemente no reclame tales excesos en algunos momentos, pero que transmitiría cierta flaqueza y lentitud despojada de ellos. Doyle arranca la película con unos suaves pero inquietantes acordes de arpa que irán fluyendo a lo largo de la partitura para expandir el mal que porta el personaje de Sydow (tanto en el arpa como en el piano, los violines o la trompeta), y a los que rápidamente sigue una suerte de réquiem: un explosivo tema para coros en latín (“The Arrival”) cuyo aire satánico recuerda inevitablemente a la partitura de Jerry Goldsmith para “The Omen”, aunque Doyle confesara (en el Congreso de Música de Cine de Valencia de 1996) que no conocía el trabajo de Goldsmith cuando la escribió. La agresividad de las cuerdas y los metales (notable en temas como “Just Blow Them Away” o las piezas de los créditos) y la puntual presencia de coros que susurran frases en latín, ya sea con intenciones terroríficas (“The Devil´s Here”) o de un modo angelical más irónico (“Art and the Minister”), conviven con otros temas de carácter descriptivo y en los que Doyle se limita a seguir la historia de manera más discreta (“Gaunt´s Web”, “Go Upstairs”).
Lo mejor: La inteligencia de Doyle para exacerbar el terror de la historia ante la pobreza de algunas escenas.
Lo peor: La inclusión de dos piezas clásicas (el “Ave María” de Schubert y “Hall of the Mountain King”, el fragmento más conocido del “Peer Gynt” de Grieg) en mitad de la partitura.
La duración: 60.16.
El tema: “The Devil´s Here”, clímax de la película y tema en el que Doyle recupera los principales motivos del arranque intensificando los coros y los golpes de percusión.
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   | CARLITO´S WAY (Atrapado por su pasado, Brian de Palma) 1993 Colosseum VSD (CVS 5463). Editado en Alemania en 1993 y fácil de encontrar.
La película y su música: Brian de Palma es uno de los directores contemporáneos que más cuida el aspecto musical de sus películas y eso se nota, aunque en el caso de Patrick Doyle y “Carlito´s Way” el cineasta no hiciese ninguna indicación sobre cómo debía sonar la música. De Palma confió plenamente en el músico escocés y éste ilustró el camino hacia la redención de Carlito Brigante, un traficante de heroína recién salido de la cárcel, incidiendo, como en el cine negro tradicional, en el sentido de fatalidad del personaje y el turbio mundo que le rodea. Para ello, Doyle comienza y cierra la película con una emocionante elegía (“Carlito´s Way”, “Remember Me”) que sentencia, ya desde el principio, el negro destino de Carlito y cuya melodía le perseguirá con sobriedad y resignación (“The Cafe”, “The Buoy”) para subrayar el drama que atraviesa sin un ápice de esperanza (de hecho, “Where´s My Cheesecake?”, único tema en el que la melodía desprende un aire más optimista y romántico, fue sustituido en el filme por una canción). El ambiente nocturno de los tugurios que visita Carlito y el desarrollo de “thriller” que toman sus andaduras llevan a Doyle a rellenar la partitura con el sonido jazzístico de esos locales (“Laline”, “Where´s My Cheesecake?”) y a otorgarle una orquestación más bien reducida, donde el piano, las cuerdas y unos pocos instrumentos de percusión lideran los momentos de intriga (“You´re the Man”, “The Buoy”) marcando un deliberado tono de contención hasta que esas cuerdas y percusiones comienzan a presentar (en “There´s an Angle Here”) los motivos que Doyle se reserva para la gran secuencia final en la estación de metro (“Grand Central”), momento en el que estalla toda la maquinaria de la banda sonora y la música, por fin, encuentra su espacio de plenitud.
Lo mejor: Lo bien que Doyle aprovecha la posibilidad de moverse por el cine americano lejos de Branagh y la manera con la que reserva su genio para el tramo final de la narración.
Lo peor: Que el tremendo nivel de sus bandas sonoras en 1993 le impidieran ser, de una vez, candidato al Oscar.
La duración: 41.30.
El tema: “Grand Central”: diez minutos de puro nervio donde la sencilla y directa orquestación de Lawrence Ashmore y la nada ambigua concepción de la música, a base de una obsesiva figura en las cuerdas y sucesivos remansos incidentales, configuran una de las piezas de acción más memorables del cine contemporáneo.
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  | EXIT TO EDEN (Dos sabuesos en la isla del edén, Garry Marshall) 1994 Colosseum (CVS 5553). Editado en Alemania en 1994 y fácil de encontrar.
La película y su música: En ocasiones, componer para una comedia repleta de gags poco logrados y cuya trama carece del más mínimo interés puede suponer un reto mayor que el de trabajar para un filme de más categoría, donde existe una historia a la que aferrarse y las ideas vienen solas. En el caso de “Exit to Eden”, una poco afortunada comedia de policías y ladrones, Doyle efectivamente parece no saber por dónde atacar el argumento y la música termina moviéndose por diferentes estilos sin una dirección clara, aunque el conjunto de la partitura termine siendo (como es habitual en Doyle) muy superior al nivel de la película o, al menos, de lo que debiera esperarse de un proyecto semejante. El compositor se aferra a los elementos humorísticos del filme y escribe una banda sonora dinámica y desenfadada, con un motivo central ligeramente exótico y desprovisto de pretensiones (“Nina”) cuyas diferentes apariciones suponen un buen ejemplo de la variada instrumentación que recorre la obra (“Follow That Cab”, “Eyes Straight”, “Get With the Programme”) y que resulta evidente en sus continuos cambios de registro, con las habituales melodías románticas de Doyle (“Elliot & Lisa”, “Tommy & Shiela”), un tema a piano de mayor tristeza para los momentos sentimentales (en “Goodbye, Dad”, “Eyes Straight” y “The Temptation”, aquí apoyado por las cuerdas y la flauta), una marcha de aire triunfalista liderada por la percusión y los metales (“The Arrival”, “Fair Day”), piezas jazzísticas propias de los años sesenta (“Sheila in the Mirror”) y de la década de los veinte (“Streetscene” y “Dixie Time”), o pasajes de acción más movidos y trepidantes (como “Shoot Out” o “Excuse Me”, en cuyo tramo final Doyle parece realizar una parodia grotesca de la secuencia del metro en “Carlito´s Way”).
Lo mejor: La impresión de tener reunidos en un sola banda sonora toda la colección de estilos reconocibles en el compositor.
Lo peor: Su confusa personalidad y la escasa consistencia de sus temas, muchos de ellos descartados del montaje final.
La duración: 32.35.
El tema: “Careless Love”, una alegre versión orquestal de la segunda melodía romántica de la partitura, el tema “Tommy & Shiela”.
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    | FRANKENSTEIN (Frankenstein de Mary Shelley, Kenneth Branagh) 1994 Epic/Soundtrax (EK 66631). Editado en Estados Unidos en 1994 y fácil de encontrar.
La película y su música: Los continuos problemas que Kenneth Branagh sufrió al alejarse del universo de Shakespeare y adaptar a otra leyenda de la literatura, en particular con los diferentes borradores del guión que le entregaba Frank Darabont, obligaron a que la música de Doyle, más que en cualquier otra de sus colaboraciones, resultara decisiva no ya para el impacto emocional de la historia, sino para alentar y sostener su verosimilitud durante las dos horas de locura infernal que atraviesa un hombre que, obsesionado con la vida eterna y cansado de ver morir a quienes ama, crea a un ser humano vivo a partir de cadáveres sin plantearse el problema moral que supone fabricar a una criatura sin alma. Doyle eleva a la décima potencia el agresivo frenesí exhibido en “Dead Again” o “Needful Things” y concibe la partitura como una gigantesca ópera orquestal, que enfatiza y exagera a conciencia el tormentoso relato hasta convertir el exceso en su mayor virtud, pues la presencia constante y tremendamente enfática de una música tan arrolladora y contundente acaba consiguiendo que el espectador, acostumbrado a ella, la asuma como una parte esencial del drama narrado, gracias a la cual escenas enormemente delicadas y casi a un paso del ridículo terminan resultando furiosas y espeluznantes. El modo en que Doyle hace evolucionar el formidable tema de amor para Victor y Elizabeth (desde que acompaña sus momentos de felicidad en el hogar hasta que se desata majestuosamente en la noche de bodas, una vez la criatura “roba” la melodía tocándola en una flauta y anunciando, con su intromisión en una música que hasta ahora pertenecía a la pareja, la trágica ruptura de su amor) y la incontrolada descarga de adrenalina que infunde a la desquiciante historia, en particular en su tramo final (desde el linchamiento de Justine en “Death of Justine/Sea of Ice” hasta la “segunda creación” de Victor en “Elizabeth” y “She´s Beautiful”), rematan la genialidad de uno de los ejercicios de virtuosismo más electrizantes de la historia del cine.
Lo mejor: La capacidad de Doyle para humanizar el relato e integrar la melodía de Victor y Elizabeth en un conjunto tan terrorífico, haciéndola partícipe del escalofrío.
Lo peor: Que la escucha aislada de la música impida valorar la inmensa contribución de la banda sonora en las imágenes de Branagh.
La duración: 69.52.
El tema: “The Creation”, una apabullante pieza de dos minutos que acompaña la acelerada escena en la que Victor construye a la criatura y el tema que mejor exprime la sobredosis de energía de la composición, merecidamente reivindicado como una de las cumbres del género.
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   | UNE FEMME FRANÇAISE (Los amores de una mujer francesa, Régis Wargnier) 1995 WEA Records (4509 99630-2). Editado en Alemania en 1995 en formato de libro, con 36 páginas, y difícil de encontrar.
La película y su música: Doyle, en su segunda colaboración con el director Régis Wargnier, vuelve a exhibir su exquisita elegancia y sensibilidad para ambientar la delicada historia de conflictos emocionales que desata Jeanne (Emmanuelle Béart), una infiel y apasionada esposa cuando su marido Louis (Daniel Auteuil), un oficial del ejército francés, regresa a casa al finalizar la Segunda Guerra Mundial y descubre sus relaciones con otros hombres. Doyle sitúa el alma de Jeanne en el corazón del relato y, pese a iniciar la partitura con una animada pieza de corte clásico (“Le mariage”), rápidamente cambia a un registro más dramático para presentar a la protagonista (en “J´ai rêvé de vous”) mediante una preciosa y melancólica melodía para cuerdas que impregna toda la composición, recalcando la trascendencia de Jeanne en el devenir de la historia y demostrando, tras una serie de temas románticos realmente inspirados en “Much Ado About Nothing” o “Frankenstein”, la categoría del escocés como melodista en uno de los momentos más dulces de su filmografía, justo antes de prorrogar ese encanto en las suntuosas melodías de “Sense and Sensibility” o “Hamlet”. La figura de Jeanne acapara, de este modo, 12 de los 18 temas que componen la edición discográfica de la partitura, expuesta por las cuerdas y el viento en la mayoría de ocasiones (“Les 2 frères”, “La rencontre”, “Les amants”, “Le retour”) y sujeta a desarrollos más incidentales (“Le rapt”, “Les ruines”, “La robe écarlate”, “Jeanne s´en va”) hasta cerrar la banda sonora en la hermosa voz de una soprano (“Une femme française”) y en una versión jazzística con la única presencia del saxofón y el piano (“Jeanne et Louis”).
Lo mejor: La tremenda categoría de la melodía de Jeanne y la constante inspiración de Doyle a la hora de aportar romanticismo y belleza a sus filmes.
Lo peor: La ausencia de melodías y temas secundarios que vistan a la banda sonora de mayor complejidad y empaque, a excepción del insólito vals de “Le bal russe”.
La duración: 37.48.
El tema: “Une femme française”, un hermosísimo colofón de cinco minutos en el que la voz de una soprano interpreta el tema principal sobre un fondo de cuerdas.
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   | A LITTLE PRINCESS (La princesita, Alfonso Cuarón) 1995 Colosseum (CVS 5628). Editado en Alemania en 1995 y fácil de encontrar.
La película y su música: La aparición de Patrick Doyle en un proyecto como “A Little Princess” significó su primer contacto con el mejicano Alfonso Cuarón y más aún: su introducción en un tipo de producto familiar al alcance de todos y, por tanto, de una proyección sumamente atractiva, como acabó demostrando el premio que recibió de la Asociación de Críticos de Los Ángeles y que supuso su primer reconocimiento internacional previo al éxito de “Sense and Sensibility”. La mágica historia de la película, donde una encantadora niña tiene que recurrir a sus fantasías para soportar la rigidez del internado neoyorquino donde la ha dejado su padre, un capitán viudo desaparecido en una batalla, permite a Doyle, además, liberar su imaginación igual que la niña y escribir una música en la que todo puede ocurrir, como bien expresa su amplia variedad temática y la sugerente atmósfera de melodías que parten de un sencillo motivo principal (“Ramayana: A Morning Raga”), cuya instrumentación hindú apunta la procedencia de la familia y aporta un indudable exotismo al conjunto. Su frecuente aparición, orquestado de mil maneras (para flauta y sobre un fondo de cuerdas en “Knowing You by Heart” y “Letter to Papa” o cantado por la propia hija de Doyle y acompañado del sitar en “Kindle My Heart”, hasta sonar de manera triunfal en los metales al final de “Papa!”), se complementa con una animada melodía para arpa (en “The Miss Minchin School for Girls” y “Midnight Tiptoe”), un hermoso tema que cantan una voz femenina (“On Another Sorrow”) y un coro infantil (“For the Princess”), una pieza más dramática expuesta por las cuerdas de manera muy clásica (en “The Trenches”, “Crewe and the Soldier”, “Alone” y “Papa!”), y otro tema interpretado por un coro de niños (en “Angel Wings” y “Compassion”) que Doyle moldea con diferentes intenciones (suavemente orquestal en “Just Make Believe” y directamente frenético en “The Escape”, pieza de acción heredera del potente sonido de “Frankenstein”) hasta cerrar la partitura retomando el tema principal en la voz de su hija Abigail (“The Goodbye”).
Lo mejor: Su nutrido abanico de melodías y la interacción de los instrumentos orientales con la sensibilidad típicamente británica del compositor.
Lo peor: La sensación, conociendo a Doyle, de que el tema principal podría haber sido mucho mejor y más retentivo.
La duración: 49.57.
El tema: “Cristina Elisa Waltz”, un romántico vals que despliega toda la elegancia y el buen gusto de Doyle y que, junto a los radiantes valses que escribirá para filmes como “Harry Potter and the Goblet of Fire”, le sitúa merecidamente como uno de los músicos de cine que mejor se expresa mediante esta forma musical (así concibió junto a Branagh, de hecho, el tema de amor en “Frankenstein” durante la apasionada noche de bodas: como un desaforado vals previo a la destrucción de su amor).
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