|
|
|
|
Soncinemad: Trevor Jones, Un Mundo a su Medida Por David Serna |
|
La implicación de un compositor de la talla de Trevor Jones en SONCINEMAD ha significado, sin lugar a dudas, un extraordinario reclamo para aficionados de todo el mundo al participar en la jornada de conferencias, estar a la total disposición de los congresistas y, sobre todo, dirigir un memorable concierto al frente de la Orquesta de RTVE que, ya desde el comienzo, prometía ser el plato fuerte de la primera edición de SONCINEMAD.
Su llegada al Palacio de Congresos de Madrid no pudo levantar mayor revuelo. Elegantemente vestido, Jones se aproximó al auditorio y atendió gustosamente a aquellos congresistas que repararon en su presencia antes de comenzar su intervención, delatado por su traje y corbata, su porte de caballero y su considerable estatura. Joaquín Ramentol, crítico musical y colaborador de Scoremagacine, presentó al compositor en una prolija introducción en español y en inglés, aunque Ramentol ya se preocupó por que ambas presentaciones no resultaran idénticas y, por tanto, aburridas para aquellos que entendiesen los dos idiomas, abarcando los orígenes sudafricanos de Jones, su pasión casi innata por la composición cinematográfica y sus comienzos en Estados Unidos de la mano de John Boorman (“Excalibur”) y Jim Henson (“The Dark Crystal”), en los que poco después se extendería el propio Jones.
El compositor comenzó su intervención fascinado por una realidad que no dejó de sorprender a muchos compositores invitados a SONCINEMAD (especialmente, Christopher Young) y que alude al hecho de reunir, en un único lugar, a tantos aficionados a las bandas sonoras que saben perfectamente a quién tienen delante y que conocen incluso mejor que ellos sus obras (el propio Chris Young, a quien un servidor expresó su profunda admiración por “Hard Rain”, confesó que no recordaba absolutamente nada de la banda sonora). Jones fue elocuente: “Es increíble poder estar con tanta gente que aprecia y comprende la música de cine. Es un verdadero privilegio estar aquí”. Inmediatamente después, los asistentes pudieron entender mejor la emoción y la admiración del compositor ante este tipo de eventos cuando reconoció que, desde muy pequeño, él siempre quiso ser compositor de bandas sonoras (algo que, realmente, pueden decir muy pocos músicos de cine). Qué duda cabe que haber tenido la posibilidad de hacer realidad su sueño al emigrar de Sudáfrica de joven e ir creciendo como compositor en muchas de las grandes producciones del cine americano es algo que le ha hecho inmensamente feliz: “Me encanta lo que hago y además me pagan por ello. Así que me siento muy honrado y orgulloso. Y encima la gente lo reconoce. Es fantástico”.
Su exposición, además de permitir compartir las impresiones de alguien que ama profundamente su trabajo, aportó varias lecciones en cuanto a humildad y ánimo de superación que hicieron reconocer en Jones a un compositor que, como amante de su profesión, se esfuerza por detectar sus errores y saber mejorarse a sí mismo en cada nueva creación: “Cuando pienso en música de cine pienso en mis partituras. La música es un aspecto de mi persona y, cuanto más practico el oficio de las partituras, más sé que hay muchísimo por aprender y por descubrir”. Para Jones, componer para las imágenes es un oficio fascinante y demostró tener muy claro que, con el ritmo, la armonía, el contrapunto o la paleta cromática de la orquesta, se puede y se debe “manipular” el oficio con la finalidad de obtener el mejor resultado posible. Su incansable búsqueda de nuevas maneras de abordar su trabajo le condujo a una afirmación de lo más categórica y optimista para sus seguidores: “Terminaré de componer el día después de que me haya muerto”.
Es lógico que alguien tan obsesionado con su oficio y tan meticuloso con sus métodos compositivos mostrase, además, cierta preocupación por la finalidad misma del músico de cine, alguien que, según sus palabras, “no debe ser un analfabeto musical” y que debe estudiar lo mejor posible el material para el que trabaja. Puso el ejemplo del compositor que, gracias a los avances tecnológicos, puede sentarse en su casa frente a unos sintetizadores y extraer melodías sin tener en cuenta otros aspectos del oficio del músico de cine, como pensar en el espectador y aportar información a la película. Para Jones, el compositor debe ser algo más que eso, porque “se insulta a la inteligencia del público cuando no se le informa”. Comentó que los sintetizadores y la música electrónica pueden facilitar muchas tareas, pero él sigue siendo un compositor “que utiliza lápiz y papel” y que “llena muchas papeleras”.
Entrando a reflexionar sobre sus bandas sonoras, Ramentol le preguntó inevitablemente por “The Dark Crystal”, una de sus primeras bandas sonoras importantes. Fue Jim Henson, director de la película y creador de todos sus “muppets”, quien confió plenamente en Jones para hacer la partitura, lo que hizo posible que su carrera pudiese despegar de una vez y por la puerta grande. El compositor no dejó de destacar el talento de Henson hasta el punto de considerarlo su mentor: “Nunca he trabajado con nadie como él. Es único. Me hizo mejor”. Además de inventar el mundo de los “muppets”, Henson quiso que Jones se involucrara en el proyecto desde el principio, de manera que pudo dedicarle a “The Dark Crystal” la friolera de 18 meses, una cifra que parece increíble teniendo en cuenta que la mayoría de veces el compositor apenas dispone de unas pocas semanas para componer y grabar toda la música. Cuando, avanzada la ponencia, se le comentó que la segunda parte del filme se encuentra actualmente en preproducción, Jones confesó que hacía solamente una semana que se había enterado y que, naturalmente, le hubiese gustado participar en ella, igual que volvió a adentrarse en el mundo de los “muppets” en “Labyrinth”, proyecto para el que Henson le pidió una partitura de rock y sugirió la posibilidad de trabajar con David Bowie.
Llegados al meridiano de la entrevista, un miembro del público animó al compositor a que se sentara frente al piano y tocase algo, a lo que accedió gustosamente aunque sin saber muy bien por dónde coger al toro, como demostró al preguntar a los asistentes qué querían escuchar: “¿Toco algo de Chris Young” o ”Blue Moon”?”. Tras los calurosos aplausos, llegó el momento de abordar “Excalibur”, su primer gran proyecto y la película que le dio a conocer internacionalmente, por mucho que la banda sonora quedara empañada (y la gente la recuerde) por la inclusión de piezas clásicas de Richard Wagner y Carl Orff. Jones comentó que John Boorman supo de él tras ver un mediometraje titulado “The Beneficiary” que tenía música suya e incidió en la desmedida pasión de Boorman por la obra de Wagner, hasta el punto de que el cineasta, de alguna manera, estableció una analogía entre la poderosa música de Wagner y la leyenda de Arturo. Más allá de la partitura original que escribió para la película, Jones quiso destacar que su gran contribución a “Excalibur”, en realidad, fue su propio título, pues inicialmente iba a llamarse “Merlin” o algo referido a “Los caballeros del Rey Arturo”. Cuando se sugirió que el título debía ser una sola palabra, Jones pensó en la fuerza del nombre de la espada y propuso “Excalibur” como título. Curiosamente, 22 años después trabajaría en un proyecto televisivo con aquel título original, “Merlin”, para el que escribió una música muy diferente.
Sus impresiones sobre “The Last of the Mohicans”, una de sus bandas sonoras más célebres y en la que trabajó unos siete u ocho meses, sacaron a la palestra otro de los problemas habituales con los que tiene que lidiar el músico de cine: “evitar inmiscuirse en los diálogos”. En principio, la banda sonora tenía mucha música y eso hacía que interfiriese en lo que decían los actores. Jones afirmó que un buen músico de cine no debe entrometerse en los diálogos y que, cuando deliberadamente lo hace, debe tener en cuenta el timbre de voz de los actores, la fuerza o la fragilidad de su interpretación o lo relevante o irrelevante de su texto para escoger los instrumentos musicales más adecuados y no resolver la escena como lo haría cualquier compositor de manera convencional. Tal cuidado en la imagen, junto a su obsesiva búsqueda por dar con el mejor sonido para cada banda sonora, hizo ver en Jones a un músico que, independientemente de la regularidad de sus obras o la calidad de sus proyectos, posee un método de trabajo riguroso y profesional, que hace “bosquejos en papel”, como reconocía orgulloso, y que habla mucho con el orquestador, una pieza clave en la construcción de una banda sonora.
Una enorme ovación puso el broche de oro a la exposición permitiendo comprobar la admiración de muchos jóvenes aficionados por alguien a quien llevan siguiendo desde hace muchos años y a quien haber podido conocer personalmente ha supuesto todo un acontecimiento, sobre todo cuando detrás del magnífico compositor que es hay una persona amable, con sentido del humor (tuvo tiempo hasta de meterse cariñosamente con Geoff Alexander –orquestador de la mayoría de sus bandas sonoras desde 1995 y de músicos como George Fenton o Richard Robbins– y su gusto por los bares madrileños de tapas y la bebida) y que sabe sintonizar con el público que tiene delante y que ama la música de cine tanto como él, algo que todos los congresistas y asistentes a SONCINEMAD han sabido agradecer, especialmente tras disfrutar de uno de los conciertos de música de cine más elogiados en nuestro país en los últimos años. Gracias, Mr. Jones.
|
|
|
|
© 2005-2024 Copyright. Scoremagacine. |
|
|