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Estrenos Primer Trimestre: Ene-Mar 2007 Por Miguel Ángel Ordóñez |
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| Man to Man (Man to Man) 2005 Doyle, Patrick
He de reconocerles que el ampuloso cine del francés Regis Wargnier (“Indochina”, “Est-Ouest”, “Une femme francaise”) no me engancha en absoluto. Haciendo un paralelismo un tanto extremo, para Wargnier, el espectador sería el ratón atraído por un trozo de queso que pende de un cepo mortal. Ofrece un suculento menú escondido en un formato tan tramposo que acaba provocando irritación. “Man to man” adolece de todos los errores del cine del francés: una trama sugerente (un científico caza dos pigmeos en 1870 para demostrar que se tratan del eslabón perdido entre el hombre y el mono) que rodeada de un formalismo elegante y vigoroso,que, como no podía ser de otra manera, acaba por descubrir sus trampas argumentales expuestas sin el más mínimo rubor. No puede decirse que este “Man to man” sea un filme aburrido o plomizo (otra constante del francés), pero sus personajes huelen a cartón piedra. El negado Joseph Fiennes (pésimo actor donde los haya), la autómata Kristin Scott Thomas y una pléyade de secundarios anclados en el más rancio cliché (el malo malísimo disfrazado de científico, su segundo de abordo que acaba por descubrir la humanidad que se esconde en los salvajes, etc etc) perjudican considerablemente un filme que parece moverse de manera caprichosa entre giros de argumento absolutamente demenciales. Como es lógico, la pretendida sustancia de la trama (el rol cambiante que se produce entre aquellos considerados salvajes y los que lo son realmente) se disfraza de un formato grandilocuente, intentando vanamente, atrapar al espectador por la importancia de su discurso. Agua.
Una de las colaboraciones músico-director más sugerentes e interesantes de la actualidad es la que mantienen el director francés y el músico escocés Patrick Doyle. Gran parte de la pretendida elegancia del cine de Wargnier reside en las sinfónicas partituras del escocés. “Man to man” no es una excepción. Evitando Doyle el acercamiento geográfico a la historia (África Ecuatorial en 1870), su score parece incidir en los postulados del director francés: preocuparse por mostrar la humanidad de los salvajes, en este caso acudiendo a un sutil empleo de la instrumentación. Doyle crea, básicamente, dos melodías sobre las que asienta su discurso. El tema principal arropa toda la primera parte del filme, la caza de los pigmeos en África, desde perspectivas heroicas, épicas. Centra pues su mirada en las emociones que irradia el personaje interpretado por Fiennes, el de un científico deseoso de explicar a la humanidad sus teorías de la evolución. En realidad, poco separa la caza de cualquier animal prodigioso de la realizada a estos dos pequeños seres humanos. Musicalmente no existen diferencias. Una vez llevados los pigmeos a Escocia, un tema sobre dos notas ascendentes, cerradas y oscuras, retratan la falta de adaptación de estos a su nuevo hábitat. Un segundo tema que pretende incidir ya en el lado humano de unos salvajes tratados como atracción de feria. Un tema que además coincide con el cambio de opinión de Fiennes, la asunción del error de sus teorías iniciales, el descubrimiento de la humanidad de los salvajes. Doyle, finalmente, regresará al tema principal en la escena de la fuga de Toko (el pigmeo macho) en el puerto (lamentable su planificación). El tema volverá en su vertiente épica recordando el punto de partida de la cinta (una nueva caza del hombre). Punto de inflexión sobre el que Doyle asentará un cambio radical en su instrumentación (ahora sobre maderas y cuerda, rechazando los metales y la percusión) mostrando que la verdadera humanidad, las emociones más efectivas, residen en estos pequeños seres. En el fondo, mostrar como el Fiennes inicial poco tiene que ver con el actual, cómo gracias a ellos ha logrado descubrirse a sí mismo Un trabajo sólido y poderoso.
Fecha de estreno: 09-Mar-2007 |
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| Die Weisse Massai (La Masai Blanca) 2006 Reiser, Niki
Basada en la historia real de Corinne Hofmann, “La Masai blanca” retrata la atípica historia de amor entre una turista alemana y un guerrero Masai. Durante las vacaciones en Kenya de Carola y su novio, ésta conoce a un Masai que les ayuda escapar de un intento de robo por las calles de Nairobi. Pronto surge una atracción inexplicable entre Carola y Lemalian, hasta el punto de decidir no tomar el avión de vuelta e iniciar un peligroso viaje hasta la reserva donde vive el nómada guerrero. “La Masai blanca” parece desarrollarse entre el cine de aventuras y el docudrama romántico. Lamentablemente y a pesar de seguirse con vago interés, su directora, Hermine Huntgeburth, se muestra incapaz de otorgar verosimilitud al conjunto. Cuatro miradas furtivas no bastan para que el público entienda la decisión de Carola de abandonar a su novio y emprender una huida hacia adelante. Dentro de lo caprichoso de la situación, todo el proceso de adaptación de la protagonista a su nueva condición de mujer Masai emerge encorsetado a demasiados clichés que, en lugar de profundizar seriamente en el contraste de ambos mundos, se limita a anticipar la ulterior desintegración de la pareja. Un deslavazado conjunto de secundarios tampoco ayuda a dramatizar esta crónica desapasionada sobre las desventuras de una mujer caprichosa y errática.
Niki Reiser, pasa por ser el compositor alemán con mayor reconocimiento internacional. Trabajos como “Beyond silence”, “Sommersturm” o “Im Namen der Unschuld”, denotan su refinado gusto por las mixturas orquestales y electrónicas. Tras el éxito de “Nowhere in Africa”, Reiser vuelve al continente africano para regalarnos una partitura que bebe mucho de aquellas fuentes: sinfonismo étnico (centrado especialmente en percusión autóctona) y alguna que otra generación de ambientes opresivos entregados al sintetizador. Sin embargo, el conjunto carece del interés del precedente, tanto por la repetición de esquemas como por un desarrollo algo plano de escenas que se antojan desaprovechadas. A su favor, Reiser recurre a las voces para configurar un microcosmos íntimo o jovial, dependiendo de las necesidades, donde destaca un incisivo uso de la cuerda. Ésta acaba por otorgar a la película la identidad emocional de la que carece gracias a la monótona dirección de Huntgeburth, mostrándose especialmente lúcida en la ejecución de un tema de amor, simple y bello, donde el contrapunto del piano vislumbra el deseo de Reiser por apartarse del mero ámbito localista de la historia, adentrándose en un más que correcto contorno narrativo, en una diáfana preocupación por superar la mera descripción de ambientes.
Fecha de estreno: 12-Ene-2007
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| Idlewild (Ritmo Salvaje) 2006 Debney, John
En pleno auge de películas dirigidas al público americano de raza negra, era cuestión de tiempo que los Estudios explotaran el filón. Curiosamente son géneros como la comedia y el musical, el ámbito de destino preferido para conectar con aquel público (nada de reivindicaciones sociales y de igualdad, para eso sólo Spike Lee se aleja de lo políticamente correcto). Prefiero hacerme a la idea de que los problemas retratados en este subgénero realizado por y para negros, no son más que una escusa para el escapismo. Normalmente, los personajes que pueblan este particular universo no son más que una panda de frikis con encefalograma plano. “Ritmo salvaje” pertenece a esta última categoría, un filme situado entre la comedia y el thriller que deriva en un musical grotesco y absurdo. Una historia plana, unos personajes lamentables y un guión pergreñado por una comadreja son sus ingredientes. Insoportable y soporífero, regala perlas de este tamaño. Tomemos la escena más dramática de la función. Les situo. En plena ley seca, un garito dedicado al espectáculo es objeto de la codicia de una banda de mafiosos. Allí, las chicas se pasean con poca ropa y los rapperos campan a sus anchas (como les digo, puro anacronismo). El fulano de mayor éxito pasa demasiadas horas fuera de casa y su mujer empieza a ver tambalearse su matrimonio: “¿Te acuerdas de cómo era al principio?. Tú y yo. Antes de casarnos, cuando me llevabs a ese huerto de melocotones. Dijimos que plantaríamos nuestro propio huerto, para cultivarlos…..y que tendríamos hijos. Y mira ahora (la abnegada esposa rompe a llorar)”. Debido a lo conmovedor de la situación, el que les habla también empezó a deslizar un reguero de lágrimas por su rostro. ¡Con lo difícil que cuesta llegar a final de mes!. Lo tengo bien merecido.
El oscuro objeto de mi deseo pasaba por descubrir que estilo musical nos depararía el “todoterreno” John Debney entre tanto ritmo afroamericano. Más aún, el porqué habiendo sido anunciada la edición de este disco por Varese, allá por el mes de Octubre, había desaparecido sin explicación alguna. Lo cierto, es que Debney no descubre El Dorado, al utilizar el jazz y el swing (no olvidemos que estamos a finales de los años 20) como punto articular de su partitura. Acudiendo a gente de prestigio, como Arturo Sandoval a la trompeta y Mike Lang al piano, Debney demuestra oficio y nos regala interesantes piezas de big band que trata de conjugar con acaramelados pasajes a la cuerda y el piano. Cuando la función entra en el drama (surealista por supuesto), se muestra denodadamente convencional, llegando a aburrir por el abuso de los tópicos. Aún así, el score adopta formas elegantes cuando se circunscribe a retratar el paisaje de aquellos años, encontrándose bastante por encima de los patéticos números musicales que engordar esta lamentable película (la persecución final, mientras Rooster canta en su coche, es lo más irrisorio que uno ha visto en mucho tiempo). Debney debería darse cuenta que el dinero no lo es todo en la vida.
Fecha de estreno: 12-Ene-2007
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| De Profundis 2006 García, Nani
Un viaje al fondo del mar, un sueño en imágenes, un poema animado. Todas esas cosas y muchas más son “De profundis”, cinta española de animación nominada a los premios Goya en su categoría correspondiente como mejor película, pero incompresiblemente no por su extraordinario apartado musical. Experiencia audiovisual donde las haya (no hay diálogos durante todo el metraje y apenas se aprecian un par de efectos sonoros), en la que su responsable Miguelanxo Prado - autor proveniente del mundo del comic, al que le auguro más futuro allí que en las salas españolas por desgracia - vuelca toda su capacidad pictórica con el fin de impresionar más que de narrar, pues la trama del film apenas resulta una excusa elegante para deslumbrarnos con un encadenado de imágenes, maravillosas todas ellas eso sí. No se hagan ideas equivocadas; historia la hay, solo que se trata de un delgado hilo argumental con el que acompañar al protagonista del viaje hacia lo profundo del mar. Si uno se deja arrastrar por esta corriente, inicialmente algo cadenciosa, descubrirá pronto un mundo pletórico de colorido y belleza, cargado de metáforas y cierto aire a lo Miyazaki en su puesta en escena, aunque en el fondo quede muy lejos del genio japonés. El film se extiende lo justo para enseñarnos toda la hermosura que su realizador ha sido capaz de imaginar y finaliza antes de llegar a cansar, pese a algunos momentos de inevitable transición, donde precisamente la música desaparece de forma fugaz.
El autor de la composición original es, el hasta ahora desconocido, Nani García, formado en Suecia y con algo de experiencia previa en el medio con la serie de televisión gallega “As leis de Celavella” y el documental “Un bosque de músicas”, trabajos por los que recibiría el premio Maestre Mateo. De los 75 minutos de duración de la cinta, prácticamente durante más de una hora, la música es el principal motor de la narración y voz de los sentimientos que las imágenes sugieren. Interpretada de forma brillante por la Orquesta Sinfónica de Galicia, incluye coro mixto, soprano solista, celesta y chelo, como elementos destacados de su cuidada orquestación, e incluso para la canción que ocupa los créditos finales se ha contado con Ainhoa Arteta como interprete, lo que da idea de la categoría de su producción a nivel musical. García elabora una partitura exuberante, de gran coloratura y enorme riqueza melódica, que oscila entre el impresionismo debussiano y el minimalismo (últimamente muy visitado) de Philip Glass. El tema central desborda romanticismo y melancolía, y sus mejores apariciones nos las brinda el chelo solista, mientras que pasajes más livianos como la descripción de la casa, encuentran en la sencillez del piano su mejor aliado. Una de las secuencias más destacadas, la de la pesca, es descrita con un pasaje percusivo (taikos incluidos) y coral impresionante, iniciado por el hermoso canto de un niño solista. El naufragio se acompaña de un ominoso fragmento de intensa cuerda y viento-metal, mientras que el recorrido submarino pasa del citado Glass a intervenciones juguetonas de la celesta o momentos más amenazadores y oscuros como la escena del cementerio de barcos. Nunca se aborda el cliché del mickey-mousing, la música de Nani García trasciende a las imágenes por su calidad excepcional y su exquisita concepción formal. “De profundis” se configura como una de las mejores bandas sonoras españolas de los últimos años, su autor como un nombre a seguir allá donde vaya y su no edición en disco, como un fenómeno inexplicable que es de suponer (esperemos) se trate más de un lapso temporal que de una desgracia duradera.
Fecha de estreno: 19-Ene-2007
Ignacio Garrido
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| Bobby (Bobby) 2006 Isham, Mark
Las primeras escenas de “Bobby” marcan claramente las intenciones de su director (la primera incursión tras la cámara del actor Emilio Estevez) en una doble dirección: el homenaje a la figura de Robert Kennedy (asesinado el día que celebraba su clara victoria a la Presidencia de los Estados Unidos) y su vocación de película coral que, como aquellas viejas superproducciones de Irwin Allen en los 70, urde su trama alrededor de viejas y nuevas glorias de la meca del cine (Anthony Hopkins, Martin Sheen, William H.Macy, Sharon Stone, Elijah Word, Helen Hunt, Christian Slater, Lindsay Lohan….). Mientras Bobby Kennedy emerge a través de documentales grabados donde despliega su discurso de justicia e igualdad, la tropa del establishment vive el día de la coronación del nuevo jefe de estado en el hotel Ambassador, testigo del posterior magnicidio. Estevez pretende realizar una extensa radiografía de su tiempo: desde la cultura hippie, hasta el problema de integración de los “espaldas mojadas”, pasando por la rutinaria existencia de los trabajadores del hotel. Todo suena absurdo en este drama sin sentido, donde los personajes aparecen y desaparecen sin dejar huella, donde nada interesa. En el fondo, uno tiene muy claro el punto de partida y el final de trayecto de una película cuya chicha se antoja arbitraria. Todo se focaliza hacia una escena final catastrófica resuelta con la intensidad dramática de un neófito en estas lides. Porque muy a nuestro pesar, “Bobby” es una película de actores sin guión, una pasarela Cibeles acartonada donde el único interés pasa por descubrir el próximo actor famoso que emergerá disfrazado bajo la piel de un inocuo fantasma.
Parece que el americano Mark Isham ha dado un salto de calidad con su participación en películas sin gran presupuesto pero con alto prestigio, aquellas que parecen estar en boca de todo el mundo y con posibilidad de alzarse con premios de la industria. Primero “Crash”, luego “The Black Dahlia”, ahora “Bobby”. Sin embargo, en cuanto resultados artísticos la cosa no ha estado tan clara. Si bien el concepto musical de “Crash” le venía como anillo al dedo a esa película tan sobrevalorada, “The black Dahlia” escondía momentos interesantes junto a pasajes que bordeaban claramente el pastiche. “Bobby”, sin duda, es la peor de todas ellas. Articulada sobre dos temas, el de Bobby y el del Ambassador, Isham no aporta nada al conjunto de la trama. Con mezclas bajísimas, diluyendo aún más su potencial dramático, Isham se limita a pergeñar un conjunto musical que divide la vocación de héroe del mandatario de la rutinaria vida de los habitantes del hotel. Para el primero, la socorrida trompeta sobre fondo de tenues cuerdas, otorga un cariz elegíaco y premonitorio como advenimiento de la tragedia (algo de lo que supo sacar mucho mejor partido John Williams en “JFK”). Para los segundos, un cansino y rutinario bucle minimalista subraya con demasiada obviedad el poco interés de Estevez en los personajes. Pero es que en “Bobby”, Isham comete errores de primerizo: notas ascendentes a la cuerda en mitad de un diálogo o un vacío e insustancial tema secundario a guitarra para ilustrar el patético descenso a las drogas de dos “niños bien” en manos de un hippie trasnochado. Manteniéndose en segundo plano (piano que subraya con elegancia algún que otro diálogo), Isham afronta con cierto desánimo el dramático momento de la muerte de Bobby Kennedy. Aquí sí que se muestra emocionante, pero aburridamente convencional, con una larga pieza donde el tema para trompeta y cuerda, asociado al senador, anida en espirales inconclusas elevadas a la categoría de réquiem. Más bien poco para la categoría de su autor.
Fecha de estreno: 19-Ene-2007
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| Invincible (Invencible) 2006 Isham, Mark
En 1976, el equipo de fútbol americano “Philadelfia Eagles” decidió realizar unas pruebas públicas para añadir a su rooster jugadores no profesionales. Una medida, sujeta al marketing, que pretendía aliviar la ira de una afición muy descontenta con el juego de su equipo en los últimos años. Uno de estos aficionados, Vince Papale se convertiría en jugador del primer equipo, manteniéndose durante tres años en el difícil mundo de la NFL. Una historia de superación tan del gusto americano era cuestión de tiempo que fuera llevada al cine. Una historia que no deja de complementarse con subtramas sugerentes, como la enorme depresión económica que asola la ciudad en aquella época (multitud de huelgas y desempleados) y los problemas personales que arrastra el propio Papale, abandonado por su mujer y con graves problemas económicos. No puede faltar tampoco la historia amor que surge entre el nuevo héroe y la sobrina de su jefe, el dueño de un bar donde se congregan los amigos de Papale, tan fanáticos admiradores del equipo como éste. Un cóctel de clichés al servicio de una historia que pretende conjugar dos grandes bloques narrativos: las peripecias de Papale para lograr hacerse un hueco en el equipo y el depresivo mundo en el que se haya sumergido el protagonista y su entorno. El director (el desconocido Ericson Core) no logra aportar fuerza suficiente a ninguno, quedándose a medio camino en su intento por dotar de credibilidad a la historia, por mucho que ésta se siga con interés y que el amable conjunto acabe visionándose con simpatía.
A medio camino entre el score épico, afín a una historia de estas características, y el ambiental (ese nirvana que parecen haber descubierto muchos directores americanos con la socorrida “no emotional music”), Mark Isham parece tener más interés, de acuerdo con las intenciones de Core, en reflejar la triste depresión económica que asola los barrios más pobres de Filadelfia que el éxito de Papale al convertirse en jugador profesional. Guitarras acústicas, pads ambientales y empleo electrónico, dominan gran parte de la trama. Un tema de dos notas, sumamente claustrofóbico, es asociado por Isham al fracaso que oprime la vida de Papale. El tema del “fracaso” emerge cuando éste es abandonado por su mujer, pierde su trabajo como profesor suplente e incluso cuando debe hacer frente a su primer día en el equipo (atenazado por el miedo a no cumplir las expectativas puestas en él por su padre y sus amigos). Ante una banda sonora donde las canciones realizan una función demasiado invasora, Isham diseña algunos temas acústicos que pasan desapercibidos en el conjunto. Sólo cuando Papale da la victoria a su equipo y pasa a ser considerado una leyenda, será cuando Isham despliegue un tema de fuerte sabor épico entregado a una orquesta sinfónica. Una demostración más de cómo Isham ha ido abandonando sus texturas iniciales para convertirse en un músico capaz de afrontar decentemente proyectos destinados al “blockbuster” del barrio.
Fecha de estreno: 16-Febr-2007 |
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| Captivity (Captivity: Cautivos) 2006 Beltrami, Marco
Hay ocasiones en las que uno se plantea muy seriamente su labor de cronista de la actualidad cinematográfica, iluso eslabón entre el espectador de a pie y un producto comercial sujeto a comentario. No olvidemos que el cine existe porque es un negocio y como tal, necesitado de llegar a un consumidor que haga uso de él. Hace mucho tiempo que uno se plantea el destinatario final de ciertos productos, cuando estos carecen de toda razón creativa. “Captivity” pertenece a un género (convertido en piojoso por una pléyade de nulos directores) que toma al “serial killer” como razón de su existencia. Ese tipo de cine que confunde sobresalto con terror, que toma mil y una referencias (aquí “El silencio de los corderos” y “Saw”) para acabar dando gato por liebre, sin el menor rigor argumental, tan aburrido y simple como supuestamente moderno. Roland Joffe (otrora interesante director que apuntaba ciertas maneras) rueda un auténtico engendro que cabrea por su absoluta falta de interés. Una de las películas más plomizas y absurdas que quien les escribe ha tenido ocasión de ver. Los personajes son realmente cochambrosos, con unos secundarios de órdago, el guión detestable con frases de auténtico sonrojo, la escenografía sobrepasadamente austera y la dirección patéticamente plana, con abuso de primeros planos y de estética de video clip. Uno parece asistir al peor estrenos t.v de la historia.
Como comprenderán a estas alturas, el interesante Marco Beltrami se marca un tostón de primera que logra salvar a duras penas de la quema, gracias a su innata capacidad para generar algún que otro corte de acción rítmico y atractivo. Todo va de la mano en esta auténtica abominación. Beltrami, se limita a crear un universo tétrico y desolado, profundamente claustrofóbico (la casa donde se desarrollan los hechos), en base a pads electrónicos que no aportan absolutamente nada (desde el punto de vista musical, no funcional). Golpes de efecto sin ton ni son se suceden a algún instante aislado de cierto intimismo entregado a la cuerda (la incipiente historia de amor entre los cautivos del título). El único momento donde Beltrami pone la carne en el asador tiene lugar en la escena en la que Jennifer es enterrada viva en una urna cubierta de arena, generando tensión con sus rotundas percusiones. Sin embargo, el espejismo de este aislado oasis desaparece cuando en toda la parte final (la huida de la chica) se limita a copiar nota por nota (con más pobre orquetación) algunos de los mejores momentos de “The watcher”. No cabe duda que el producto no merecía el más mínimo esfuerzo. Ahora bien, ni Joffe ni Beltrami deberían tampoco cobrar por él.
Fecha de estreno: 09-Mar-2007 |
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