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Estrenos Último Trimestre: Oct-Dic 2005 Por Miguel Ángel Ordóñez |
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| The Woodsman (El leñador) 2004 Larson, Nathan
Ganadora del concurso de guiones de Slamdance en el 2001, “The Woodsman” debe mucho a los esfuerzos de su guionista y directora Nicole Kassell. Su obstinado empeño de ponerse por primera vez tras la cámara retardó el proyecto hasta que en el 2004 se decidió su definitivo rodaje. A ello contribuyó el aporte económico de su estrella principal: Kevin Bacon. “El leñador” toca uno de los temas mas tabú de la sociedad actual: la pederastia. Walter (Bacon) intenta rehacer su vida tras verse privado de libertad durante doce años por un delito de agresión sexual a menores. Perdido entre las cuatro paredes de su vacío hogar, cuyas ventanas para mas inri dan a un colegio de infantes, reparte su tiempo entre su nuevo empleo en una fábrica de madera y las sesiones terapéuticas que mantiene para superar sus miedos y la flaqueza de su enfermedad. Vickie (Kyra Sedgwick) creerá en su rehabilitación y se convertirá en su sostén emocional. Aunque “The woodsman” pretende ser una valiente mirada acerca de un repugnante problema como la pederastia, haciendo pasar a su protagonista como un luchador por el que se tiene cierta simpatía, el filme no traspasa el límite de las buenas intenciones, perdiéndose comúnmente en una sucesión de tópicos a los que se enfrenta el inexpresivo protagonista sin emoción y apego. El principal problema es por tanto, la falta de emoción que transmite Kassell, debido a que la película se convierte en abanderada de la modernidad, con una estética que busca la turbación y que esconde trampas de lo mas ingenuas. Figurantes prototípicos (el poli que la toma con él, el colega de vicios que actúa en el colegio de su calle, la mirada horrorizada de sus compañeros de trabajo impulsados por una ¿celosa? trabajadora que no es objeto de las miradas de Walter….) que se muestran poco convincentes y una trama que se presenta como una profunda reflexión sobre el problema, esconden en el fondo una mirada esperanzadora con resultados muy tibios. Una dirección demasiado temblorosa.
Como icono de esa pretendida modernidad, a Nathan Larson nunca he podido considerarlo un verdadero músico de cine. Sus experimentos sonoros minimalistas y de pretendida complejidad (en realidad desnudos y simplistas) expuestos en filmes de declarada autoría como “Prozac Nation”, “Boys don’t cry” o “Dirty Pretty Things”, obedecen mas a la consideración de música de atmósferas, de relajados ejercicios instrumentalistas que evocan con sus sinuosos ritmos etéreos universos de la mísera social actual. “The woodsman” no es una excepción. Diseñada para sintetizador, guitarra acústica y efectos de sonido, Larson construye su opresivo mundo alrededor de sencillas notas solitarias que bien podrían acompañar cualquiera de sus restantes proyectos dentro del cine independiente americano. Automatismo. Lamentablemente su vocación de catalogista musical no da para mucho. A Walter asocia un suave tema para guitarra amable de intenciones y que juega sus bazas en el esfuerzo por hacer digerible al personaje. Alrededor, una cohorte de temas atmosféricos y etéreos sirven para mostrar el amor que nace junto a Vickie o la disección de su universo solitario y oscuro apegado a los hechos pasados, siempre acudiendo a la consabida guitarra cuando las trampas conducen a una mirada amable hacia el personaje. Funcional y previsible.
Fecha de estreno: 28-Oct-2005
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| Wedding Crashers (De boda en boda) 2005 Kent, Rolfe
En Octubre llegó a nuestras pantallas una comedia de enorme éxito en Estados Unidos donde ha conseguido recaudar mas de 200 millones de dólares en un mes. “De boda en boda” es la típica comedia gamberra y malhablada destinada a adolescentes. Dos abogados (Owen Wilson y Vince Vaungh) con mucha jeta deciden colarse en las bodas celebradas en su ciudad, para asumiendo roles falsos tirarse a toda hija de vecina de buen ver. Cuando deciden hacerlo en el enlace de una de las hijas del senador Cleary (Christopher Walken) una cadena de acontecimientos imprevisibles pondrán a prueba sus sentimientos hacia la vida y hacia el prójimo. Tras un planteamiento inicial de cierto atractivo, asentado en gags con chispa y políticamente incorrectos, la trama gira hacia la comedia romántica. Aquí, la película hacia aguas por lo desdibujado de los personajes secundarios, meros arquetipos tan mal diseñados por los guionistas que son capaces de aparecer en escena como pie para un determinado chiste y desaparecer para siempre. Vaungh y Wilson (aquí sorprendentemente contenido) pierden su atractivo inicial y se dejan arrastrar en una sucesión de acontecimientos aleatorios, cuando no imposibles o de escasa credibilidad. Ciertamente olvidable.
La música corre a cargo del siempre eficiente Rolfe Kent. Sin embargo el compositor británico, en este caso, denota una cierta desgana en su enésimo acercamiento a la comedia. Un cierto hastío en la creación de sólidos temas principales que no obstaculiza su marcado aire elegante e innovador con el que se ha acercado al género en proyectos anteriores. Cierta rutina a la hora de acudir a instrumentos que marcan pausadamente el compás junto a pizzicatos, punteos y demás efectos asociados a la comedia conviven con momentos mas afortunados donde logra insuflar aire fresco al género. Sus voces acompañando a ritmo de “duduá” el título del filme, el nervioso piano durante el partido de rugby familiar o ciertos arreglos pop en la construcción de algunas escenas son elementos prototípicos del buen hacer experimental de Kent. Junto a innumerables piezas monótonas de “source music” que sirven de entretenimiento en la celebración de las bodas, el compositor se muestra algo mas consistente cuando aborda, con un tratamiento mas convencional de la orquesta, la historia de amor entre John y Claire. Para estos crea un tema romántico de cariz mágico y reflexivo entregado al piano. Igualmente se muestra interesante en su acercamiento al mundo de opulencia del senador, creando una melodía heráldica y noble que conecta al mar y a su pasión por el deporte de la vela. En resumidas cuentas, un trabajo funcional de escaso atractivo y de interés limitado.
Fecha de estreno: 07-Oct-2005
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| Boogeyman 2005 Lo Duca, Joseph
Que el género de terror anda de capa caída no es nada nuevo. El abuso de historias sin sentido destinadas a un público adolescente ha abonado el terreno a una gran cantidad de productos en serie preocupados por el susto fácil, por el abuso de efectos especiales, en detrimento de historias que potencien el suspense, que se preocupen por generar mas miedo a partir de lo que no se ve qué con aquello que se muestra sin pudor. El turno nos llega ahora con este “Boogeyman”, un personaje que aspira a engrosar el bestiario de psicópatas del mas allá sedientos de sangre. Uno no puede entender que bajo la amorfa y lamentable dirección de Stephen Kay se encuentre en labores de producción el nombre del otrora interesante Sam Raimi. Lo cierto es que Boogeyman, el “asesino del armario” (quien de pequeño no ha sentido horror por la oscuridad que se esconde tras sus puertas), es uno de los antihéroes mas estúpidos y aleatorios con los que uno ha tenido oportunidad de toparse. La historia es de todo punto surrealista: un joven que tras asistir al secuestro y muerte de su padre por parte de este espectro salido del armario, vive después de quince años traumatizado por aquel hecho. Con ocasión de la muerte de su madre volverá a revivir sus experiencias en el hogar donde todo empezó. La trama se complica con las apariciones fantasmales de una niña víctima del asesino y de unas “amigas” del protagonista que como no puede ser de otra manera tienen sus días contados. Barata, efectista, solo cabe decir que es uno de los mayores petardos que he podido ver en lustros. Cada uno tiene derecho a ganarse la vida como puede o sabe pero apunten la matrícula de director y guionistas. La cárcel es poco para ellos.
El “bueno” de Raimi cuando anda metido en estas producciones de tres al cuarto suele acudir a su amigo Joseph LoDuca para el apartado musical de la función. Un compositor interesante que debería recordarle a su amigo que estos están a las duras y a las maduras, momentos estos últimos en los que Elfman o Young parecen dispuestos a apuntarse. Ahora bien, el autor de correctísimos scores como “Army of Darkness”, “El pacto de los lobos” o las series “Xena” y “Hércules” da muestras en este “Boogeyman” de una perdida de rumbo absoluto. No solo por la escasez del presupuesto con el que cuenta en el apartado musical, que se nota y mucho, sino mas bien por seguir el patético juego y dirección urdida por los responsables del filme. Por destacar algo (juro que con rubor), la música se convierte en una sucinta colección de cortes atmosféricos entregados al sintetizador donde sobresale el empleo de una sucesión de notas al piano como fuente de aproximación al misterio, anodinos pero que tienen la virtud de no molestar en exceso. Un tema contiene cierto sentido dramático en el uso de cuerdas cuando el protagonista se enfrenta a la muerte de su madre y vuelve al hogar maldito. LoDuca aprovecha para dotarlo de cierto cariz mágico con la introducción de voz solista femenina. El resto es una mayúscula acumulación de tópicos y ruidos desesperantes buscando el susto fácil. Un glosario de golpes de efecto tan ridículos que no hace necesario insistir en la acumulación de defectos formales de planteamiento y resolución que contribuyen a dar un aspecto aún mas andrajoso a la función. LoDuca patina de manera alarmante. Nada se salva de la quema en este bodrio.
Fecha de estreno: 07-Oct-2005
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| El aura 2005 Godoy, Lucio
Tras la exitosa “Nueve reinas”, el director Fabián Bielinsky estrena en nuestro país “El aura”, donde como en aquella, convierte al espectador en cómplice de un rompecabezas narrativo donde importa tanto lo que se cuenta como lo que queda oculto en los pensamientos del protagonista principal (formidable Ricardo Darín), un sombrío taxidermista que fantasea con robar un furgón blindado y al que el destino brinda la oportunidad de convertir sus ficciones en realidad. Epiléptico, los momentos previos al ataque (conocidos como el aura) suponen tanto una liberación respecto a su entorno gris y opaco (incide en este punto tanto la interpretación autista de Darín como la fotografía de Checco Varese) como una cárcel que constata el doble juego en el que incide constantemente el filme: las acciones del personaje intencionadamente anónimo (no conocemos su nombre) importan tanto como su apatía hacia las que no acomete, sus silencios prolongados como sus breves momentos de comunicación, su marcada autosuficiencia como su aceptada cobardía. Sin duda, un magnífico filme tan turbio y quebrado, tan desconcertante, tan deliberadamente lento y en ocasiones apático como intenso en sus conclusiones, en su mirada entre la ficción y la realidad, entre el sueño y la vigilia, entre lo posible e imposible. Un ejercicio de estilo que plantea preguntas sin respuesta, de un onirismo arrebatador respecto a su conclusión donde uno no sabe si todo es un invento, una pesadilla, una inmersión en las fantasías de un fabulista impostor o que este hombre común vivió la aventura de su vida sin consecuencias aparentes que marquen su grisácea existencia.
Lucio Godoy es el encargado, a priori, de poner algo de luz en este oscuro laberinto de personajes turbios y desubicados. Según comenta el compositor, “El aura” se trata de su primer filme en el que adopta una técnica de composición insólita: la escritura de la partitura directamente sobre el guión, sin ver una sola de las imágenes, a petición expresa de Bielinski. Interesado en realizar un contrapunto sonoro, una música tan distante a la trama como lo es el propio protagonista, Godoy ejerce de vouyeur de los acontecimientos. Su mirada no define personajes sino que radica en la propia esencia del sentir del personaje interpretado por Darín. Así estructura su composición hacia dos vertientes. La primera se interesa en mostrar el lado turbio y oscuro del personaje, las maquinaciones sobre sus robos ficticios, el dejarse arrastrar al sinsentido de una caza ajena a él, sus relaciones con los indeseables criminales durante el robo real, en una palabra el mundo ajeno a su gris existencia. Para ello, Godoy urde un paisaje musical etéreo, extravagantemente hindú y mantra, aderezado con el empleo de una voz femenina que se convierte en portavoz de su mundo de fantasía y que es sustituida por una flauta étnica en el segundo tercio del filme, una vez que asumimos que el viaje del protagonista conlleva peligros. Se vuelve trágico tras la muerte de Vega, una muerte real conectada a un submundo de bajos fondos mas allá de la ¿accidental? muerte de Dietrich. Un componente musical obsesivo y complejo que acerca por momentos la narración de Godoy a la realizada para el “Intacto” de Fresnadillo, una música teórica, conceptual que sirve a los propósitos de la acción, o por lo menos toma mas constancia en el subrayado, en un cierto dramatismo agónico.
Por otro lado, los momentos de soledad del personaje, los recuerdos por el abandono de su cansada esposa, de cierta paz interior o de muestras de cierto sentimiento hacia el personaje de Diana son resueltos por Godoy con el empleo de unas delicadas notas al piano acústico. Convertido en un elemento mas de la narración, sobrepuesto a los efectos de sonido de la acción, es la manera con la que el compositor remarca aún mas la intención de mostrar el sentimiento interior del personaje por encima del subrayado real de sus acciones. Eliminado el diálogo, resulta maravillosa la escena de la elipsis temporal en el viaje de caza que emprende el protagonista, acompañado por las melancólicas notas del piano. Esa intención de colocar a la música como un componente mas del subconsciente del personaje queda patente desde la primera escena del filme, donde Darín, mientras trabaja, se muestra incapaz de oír los golpes en la puerta de su mujer, la música clásica que acompaña la escena se centra en la dedicación a su trabajo de embalsamador, su universo de obras maestras resueltas con un atronador tema que lo llena todo. Obra circular que muestra en su final la duda real de si todo fue un sueño o quizás una ilusión.
Fecha de estreno: 21-Oct-2005
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| Goal! (¡Goool! la película) 2005 Revell, Graeme
Autor de las bombásticas y vacías “Juez Dredd” y “Todavía sé lo que hiciste el último verano”, de la falsa “Phoenix” o de ese sorprendente éxito de masas televisivo (que sigo sin entender) que es “CSI” (Miami, New York, la original….), el nombre de Danny Cannon en esta ambiciosa producción sobre el mundo del fútbol no inspiraba excesiva confianza. Apelando a su condición de británico, por lo menos se esperaba un respeto escrupuloso por un deporte que siempre ha sido mostrado desde el otro lado del Atlántico de manera imprecisa y errónea, pretendiendo abusar de la épica (chilenas, regates imposibles, goles rebasado el tiempo….) en un juego que no necesita de tales alardes. Los malos presagios se han cumplido, y lo que es peor se anuncia como una trilogía. El filme narra la historia de Santiago Munez, un ilegal mejicano que de pequeño atraviesa furtivamente junto a su familia la frontera de Norteamérica. Allí, el sueño americano es cosa de las películas como le hace ver su padre, pero la pasión por el fútbol y la ayuda de un antiguo ojeador del Newcastle inglés harán posible que sus sueños se conviertan en realidad. En Europa le esperan la chica de su vida, el dinero, la pérdida de valores, las lesiones, el éxito……..ahhhh y Beckham, Raul y Zidane (el cameo se puede calificar de horroroso). Esta película que bien habría podido producir Jerry Buckheimer (que me perdonen sus fans por esta malicia) abusa de incontables tópicos que provocan sonrojo cuando no carcajada. Ejemplos: su reacio padre es capaz de ver los partidos de su hijo en un bar de barrio en Los Angeles repleto de hinchas del Newcastle; Santiago esta a prueba un mes, juega luego varios partidos amistosos con el equipo B, antes de verse expulsado del mismo aunque luego ve como milagrosamente es devuelto a su seno, afronta la muerte de su padre y debuta con el equipo A ¡¡¡¡ en el lapso de una semana de tiempo real!!!!!!!. Si esto no fuera poco, en su segundo partido (el último del campeonato) mete el gol que clasifica a su equipo para Europa en el último minuto y recibe la llamada de su abuela a pie de césped. ¿Hace falta que realice una crítica sobre los elementos meramente cinematográficos de la película?.
Un filme tan convencional necesitaba forzosamente un score de mismas intenciones. Curiosamente, el denostado Graeme Revell es considerado por la mayoría de aficionados, compositor de extravagancias sonoras, de scores experimentales exentos de un mínimo sinfónico. La paradoja reside en que cuando Revell utiliza este estilo, sus scores no son editados o se le reservan, como en este caso, un par de temas para su edición discográfica. Desde luego, en “Goal!” asistimos al Revell melódico, de tintes agradables que tanto en falta echan sus supuestos detractores. Un buen score que el compositor neozelandés hace bascular sobre tres premisas. Toda la primera parte del filme desarrollada en Los Ángeles es resuelta por una música que recuerda el apego a las raíces de Santiago. Una música latina donde prevalecen las guitarras sobre una cuerda dulce y sensible, simple pero muy efectiva, emerge cuando Santiago puede ver cumplido su sueño o cuando su abuela cree en sus posibilidades. Para los montajes de partidos en los que Santiago se dedica a poner en práctica las famosas “roulettes” de Zidane, Revell acude a un pop latino agradable y acústico. En segundo lugar, su llegada a Inglaterra supone la aparición de piezas mas cercanas al rock sinfónico, siempre con un admirable arreglo a la cuerda, que pretende no desentonar con las canciones de turno. Dentro de un convencionalismo atroz, por último, la relación que mantiene Santiago con una enfermera del equipo y sus momentos de gloria en el Newcastle, son resueltos por Revell con una agradable pieza para cuerda de tono evocador y romántico y con una melodía épica a la que dota de tintes marciales en el empleo de la percusión (debe pensar que jugar un partido es como ir a la guerra). Normal, por tanto, encontrase un Revell que recuerda por momentos al de “Power Rangers” en este nuevo filme dirigido al público infantil, una ficción sobre el fútbol que tiene mas de “Oliver y Benji” que de algo tan sencillo como el deporte mas practicado del planeta.
Fecha de estreno: 21-Oct-2005
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| In Her Shoes (En sus zapatos) 2005 Isham, Mark
Curtis Hanson ha construido su carrera de director a base de bandazos. Su descubrimiento con el homenaje a Hitchcock que supuso “Falso testigo” y el ambiente tórrido y malsano de sus “Malas influencias”, no se vio arropado por filmes donde la apuesta comercial ocultaba la cierta autoría ganada con sus proyectos anteriores. “La mano que mece la cuna” y “Río salvaje” no pasaban de ser meros entretenimientos en los que a duras penas se atisbaba la sutil dirección de sus precedentes. Con “L.A. Confidencial” Hanson logró una magnífica película que parecía devolverle al candelero, hecho que no ha acabado de cuajar con las olvidables “Jóvenes prodigiosos” (sobrevalorada hasta el paroxismo) y “8 millas”, vehículo de lucimiento para el rapero Eminem. Sin ser una prueba de fuego, esta gentil comedia dramática, “En sus zapatos”, demuestra la solidez de Hanson para la dirección de actores, su facilidad para convertir comedias al uso en molestos zarpazos dirigidos al espectador mas conservador, en tanto disfraza la risa de fracasos y traumas. Esa es la historia de dos hermanas que perdiendo a su inestable madre a temprana edad, se vieron privadas del cariño de un padre obsesionado por rehacer su vida y que ya adultas se enfrentan a sus propios miedos, a unos mecanismos de defensa que han llevado a una (espléndida Toni Collette, como siempre) a vivir bajo el peso de la responsabilidad de los actos realizados por su alocada hermana, un díscolo e inmaduro bombón (una Cameron Diaz muy por encima de sus últimos trabajos) que da tumbos en la vida. El desencuentro entre las hermanas se produce y la aparición sorpresa de una abuela oculta (adorable Shirley McLaine) propiciará la reunión de ambas. Un filme mas que interesante en su aparente sencillez que gana enteros gracias al cariño que Hanson pone en sus perdidos personajes.
Muchos han sido los compositores con los que ha trabajado Hanson. Jerry Goldsmith y el desconocido Michael Shrieve han sido los únicos en repetir colaboración, en una lista de nombres que incluye a Trevor Jones, Christopher Young, Charles Benrstein, Graeme Revell o Ken Wannberg. El próximo proyecto de Hanson, “Lucky you” añadirá a Young en esta selecta lista (como anunció en exclusiva la web). En esta ocasión, el director de Nevada ha acudido a Mark Isham para aportar con su score de corta duración algo de luz a la vida interior de sus protagonistas. Isham ha puesto especial cuidado en construir un trabajo que bascula entre dos propuestas: una triste y melancólica, que apela a los traumas y recuerdos de ambas hermanas, que se hace presente en los momentos de nostalgia donde sus fracasos marcan sus vidas, resuelto con sencillez y discreción por notas al piano que revelan la profunda soledad que viven, la necesidad de una respecto a la otra; frente a una propuesta vitalista que se conecta a la comedia, a la fuerza vital de ambas que a la postre las lleva a solucionar sus problemas. Aquí, Isham acude a un simpático jazz orquestal que se muestra sensual cuando los gags se centran en la díscola Maggie y desenfadado, con mayor presencia de cuerda, cuando es Rose la protagonista. Elegante, certero, imaginativo en el empleo de instrumentos como el Hammond o el cajón, Isham realiza un muy interesante trabajo que aporta calidez y sentimiento a la par que conduce las perdidas vidas de las hermanas hacia un optimista futuro.
Fecha de estreno: 18-Nov-2005
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| Hermanas 2005 Godoy, Lucio
Debut en la dirección de Julia Solomonoff. Casualmente y divididas temporalmente por una semana en su estreno en España, accedemos a un nuevo conflicto entre dos hermanas (como en “En sus zapatos”), una de ellas, Elena, madre de familia y de ideas conservadoras, la otra, Natalia, revolucionaria e idealista. Conflicto entre hermanas que nada tiene que ver con el filme de Hanson. Aquí el drama es la constante de estilo. Solomonoff juega con los flashbacks para narrarnos el miedo de la dictadura argentina, las consecuencias nefastas en una familia desmembrada debido al exilio de una de las hijas y la muerte del padre, escritor y profesor de literatura. Tras nueve años, las hermanas se reencuentran en un país ajeno a ambas (Estados Unidos). Lo que a priori es un dulce reencuentro se convierte, de la mano de una novela no publicada por el padre y guardada en el desván por Elena, en un descenso a los recuerdos mas íntimos que separan las ideas de ambas hermanas, la historia de sus propias vidas que ponen al descubierto el ajuste de cuentas que el pasado les prepara. Filme intimista y certero que huye con gran acierto de los grandes discursos ideológicos, que no se pierde en desentrañar los motivos que llevaron a una de las épocas mas negras de la historia argentina, sino centrarse en una historia personal, en las consecuencias que los hechos provocan en una unidad familiar, en la culpa y en la protección.
Huyendo de alharacas, de subrayados superfluos, de grandilocuencias inútiles, Lucio Godoy vuelve a darnos muestras de su gran maestría para aplicar la música con concreción, en su momento justo, como un elemento narrativo mas. Aplica un glosario de piezas nada intrusistas, que sirven de apoyo básico a la narración en cuanto nos descubre el elenco de emociones que viven las hermanas de manera sutil, reflexiva. Quizás ese es el gran acierto que Lucio aplica a sus trabajos. Godoy se hace amigo de la imágenes, influye en las emociones de manera solapada. Parece entender que a veces la mejor música es el silencio, dejar que sus personajes respiren, ocultarnos sus emociones como en un juego. Con “Hermanas”, Godoy se centra en ofrecer dos estilos contrapuestos que acaba por aplicar con gran funcionalidad. La vida que se desarrolla en Estados Unidos, el reencuentro de las dos hermanas exiliadas (una política, la otra económica) rezuma nostalgia. Música de recuerdos, esbozos sencillos donde la guitarra, el piano, la cuerda aportan melancolía, la presencia del tiempo pasado, aquél que acaba por marcar el presente de ambas. Una música que despierta los sentidos, evocadora y de teñido romanticismo. Toda la primera parte huye por tanto del apoyo musical en las escenas que se trasladan nueve años atrás, aquellas que llevan al descubrimiento del amor, a sus novios y a su entrañable padre. El descenso a los infiernos de ambas, la aparición de la dictadura, provoca que Godoy aplique un nuevo estilo subrayando los flashbacks con sonidos tensos, ecos y reverberaciones, un ambiente de pesadilla, agresivo, que desencadena tragedia y amenaza cuando Natalia presencia el arresto de Martin. Las hermanas huyen del pasado hasta que este las acaba comiendo el terreno. Un ajuste de cuentas que Godoy retrata con un réquiem para contrabajo y guitarra. La tragedia se consuma. Nace un nuevo día y el emotivo adiós parece no cerrar las cicatrices del recuerdo, porque ninguna de las hermanas volverá a ser la misma.
Fecha de estreno: 25-Nov-2005
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