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Estrenos Abril 2005 Por Miguel Ángel Ordóñez |
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Variado repertorio el de estrenos en las pantallas cinematográficas españolas durante el mes de Abril. Aquí os ofrecemos un repaso por unos cuantos de ellos, potenciando el punto de vista crítico, en cuanto relación película-música y ofreciendo la posibilidad de acercar al oyente, el estilo de los scores que no han sido editados de manera oficial a fecha de hoy. Por otro lado, en esta sección tienen también cabida aquellos trabajos musicales donde la edición del score sea parcial y aquellos, que habiéndo sido editados, no vayan a tener cobertura en nuestra sección de reseñas.
Entre las ausencias, Sahara de Clint Mansell se convierte en uno de los scores mas interesantes del panorama del último mes. Un sorprendente trabajo donde Mansell yuxtapone un estilo intimista de raíz árabe junto a un adrenalítico score de acción apoyado en las percusiones y con influencias de los metales asociados a la serie Bond. El anuncio por parte de Bulletproof Records, de una edición del score para el día 10 de Mayo, ha hecho que nos decantemos por la realización en su momento de una reseña. |
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| How to Deal (Enamórate) 2003 Kitay, David
“Enamórate” es la típica comedia grandilocuente (solo en cuanto ideales) dirigida por una mujer y destinada a mujeres. Me explico, que no quiero que se me tilde de machista. Clare Kilner, la directora, está preocupada básicamente en ofrecernos un ramillete de mujeres, que representan tres generaciones. Desde la octogenaria viuda que le da a la marihuana y que ejerce de contrapunto ¿cómico? en el film, pasando por la madura madre de familia, divorciada, y terminando por las dos hijas adolescentes en edad de experimentar lo que es el amor. Y ete aquí que el amor llama a la puerta de todas ellas (menos de la adorable y excéntrica abuela, faltaría mas) y además lo hace en forma de maleta cargada de tópicos y sorpresas que consiguen que este corto del montón, se convierta por arte de birli birloque en una producción de 100 aburridísimos minutos. Los amores y desamores se encadenan para desesperación del espectador, tomando como punto de partida la muerte de un enamoradísimo chaval, novio de la mejor amiga de una de las hijas. Los hombres somos presentados como cavernícolas que, sin sensibilidad alguna, no damos la talla ante una mujer siempre mucho mas madura y segura de si misma. Pero, el amor de nuevo, reconduce las situaciones y ante el despecho y la congoja que pueda suponer la pérdida, estos se ven arrastrados a la lucidez y a un juramento de amor eterno. En fin, que les voy a contar……como la vida misma.
Hacía ya un tiempo que no sabíamos nada del irregular David Kitay, tras sus aceptables “Scary movie” y “Ghost World”. Estrenada en España con dos años de retraso (y anterior a su sólida “Bad Santa”), Kitay juega, tomando como base un aire minimalista, con etéreas notas, frágiles diría yo, para iniciar este recorrido a través del amor. La guitarra, el piano y el vibráfono son sus principales bazas. Si bien se muestra demasiado previsible al acudir a pizzicattos a la cuerda y al silencio para reflejar los momentos cómicos, su concepto del amor es desde luego romántico (en la onda de la edulcorada directora). El montaje, sin embargo desprecia la extensión de su trabajo y ofrece breves pinceladas de temas que sistemáticamente se cortan. Es en los momentos de declaración de amor cuando permite a la orquesta, especialmente a la cuerda, proyectar ese romanticismo, mezclado con un divertido aire clásico. Pero a la hora de la verdad, las escenas importantes sirven de excusa para que las canciones al uso, impidan un desarrollo satisfactorio de la partitura.
Fecha de estreno: 22-Abr-2005 |
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| Code 46 (Código 46) 2003 Holmes, David
Con dos años de retraso se estrena este film dirigido por el gran exponente del Nuevo cinema inglés. Un cine existencial, triste y melancólico en cuya base residen las preguntas sin respuesta del hombre moderno, abocado a su propia mediocridad. Hablamos de Michael Winterbottom, cineasta que a veces logra conectar, con su cine frío y distante pero con su mirada audaz y cálida, con el espectador aportando muy estimulantes reflexiones (“Wonderland”, “In this World”, momentos de “The claim”), perdiéndose en otras en cierto manierismo formal e intelectual autocomplaciente, ofreciendo ejercicios vacíos en su caleidoscópico retrato social (“With or without you”, “24 hours party”). En este segundo género debe circunscribirse su trabajo para “Código 46”, una fábula futurista de inquietante conexión con el presente, donde reflexiona sobre la soledad, la integración social y el avance científico (tomando como excusa la clonación). Su sociedad futura es árida, desértica de sentimientos, macrociudades cosmopolitas donde el Estado controla y marca las reglas de convivencia, de status de sus miembros. Cualquier trasgresión supone la expulsión a un mundo exterior tercermundista, donde la lucha por la supervivencia es el pan nuestro de cada día. Con referentes cercanos a la Nouvelle Vague de los 60 y a títulos como “Lemmy contra Alphaville” de Godard y “Fahrenheit 451” de Truffaut , Winterbottom naufraga con propuestas y coartadas ingenuas, que él mismo acaba tomándose demasiado en serio, apoyado en dos personajes sufridos pero planos, interpretados con hastío por Tim Robbins y Samantha Morton. Mientras el primero continua con su aire de “colgado” total que le llevó al injusto premio por su interpretación en “Mystic river”, la Morton calca su frágil papel de “precog” del informe en minoría spielbergiano. El futuro pasado, sin solución, que nos propone Winterbottom peca de nihilismo y carece de sustancia.
El “avant garde” inglés nunca ha mostrado un profundo interés por la música en sus films. Y eso que ha contado con compositores avezados como Adrian Johnston (“Jude”, “Welcome to Sarajevo”) o músicos que han conectado con su cine minimalista a la perfección (Michael Nyman que otorga a “Wonderland” y “The claim” la gran parte de sus virtudes). Para este “Código 46” (una ley que prohíbe engendrar a parejas con clones similares) ha acudido a “The free association”. En realidad, bajo ese nombre se esconde el binomio formado por Stephen Hilton y David Holmes. Este último es el verdadero responsable del trabajo, continuando así su relación con el mundo del cine tras sus participaciones en “Un romance muy peligroso”, “Otra terapia peligrosa” o “Ocean’s eleven” y su secuela, “Ocean’s twelve”. Este dj irlandés ha realizado un trabajo austero, melancólico y triste embarcado en una fusión de estilos que van desde el brit-pop y el electro-pop al empleo de una sección de cuerda. Pero todo suena arbitrario, demasiado ambiental, sin progresión, acústico en la mirada al desértico paisaje, a los elementos que oprimen la existencia de los protagonistas, frente a la cuerda que expresa el sentimiento interior, la reflexión y la huida hacia la felicidad. Un trabajo muy justito que se pierde entre las profundas frases de estos humanos inhumanos que nos propone Winterbottom. Cuando Robbins pretende sobornar a una azafata que le impide volver a su casa, esta le replica: “Soy una científica cristiana. No creo en las drogas ni en el café”. Va a ser que no.
Nota: Soundtrack editado por Koch Records.
Fecha de estreno: 22-Abr-2005 |
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| We Don't Live Here Anymore (Ya no somos dos) 2004 Convertino, Michael
Las complejas relaciones de pareja, la rutina del matrimonio, el deseo, la culpa y la crueldad del adulterio son las bases argumentales que nos propone John Curran en esta adaptación de sendos relatos cortos de André Dubus, cuya obra “Casa de arena y niebla” ha sido su mejor trabajo adaptado al cine. Cuatro personajes, dos matrimonios, simbolizan la decadencia y el aburrimiento en un ordinario pueblo de provincias americano. Vidas desgastadas, sujetas a la insoportable levedad del ser, a las ataduras de la realidad cotidiana. Por un lado, Terry Linden (Laura Dern) busca ser una buena madre y una amante esposa ante un marido, Jack Linden (Mark Ruffalo), cansado de la arbitraria dejadez de su consorte y que aspira a un nuevo amor que le aporte la emoción y el deseo del que carece. Lo encuentra en Edith Evans (Naomi Watts), la mujer de su mejor amigo, que utiliza a Jack para combatir el aburrimiento que le provoca el egocentrismo y el deseo superficial de belleza que persigue Hank Evans (Peter Krause). Jack y Edith, arrastrados y cegados por la pasión, fuerzan el encuentro sexual entre Terry y Hank, con la intención de expiar sus culpas.
Sin duda, los textos de referencia son ácidos, pero el error de Curran es centrar las relaciones matrimoniales en un juego de cálculo matemático, de autocomplacencia y de comportamientos cerebrales ajenos a cualquier emoción. Los personajes asumen su aburrimiento, la crueldad de sus actos, como fatalidad del destino y tanto juego intelectual acaba por ser poco creíble.
Michael Convertino se ajusta perfectamente a esa idea matemática y a la rutina existencial de sus protagonistas en un score que crea atmósfera, con un calculado ejercicio minimalista donde el sintetizador, el piano y el chelo se convierten en los ingredientes definitorios y únicos que sorprendentemente ofrecen a la par calidez y frialdad, emociones tan dispares como las que reflejan sus perdidos personajes.
Convertino contrapone desde el primer momento a sendos matrimonios, utilizando para el convencional de los Linden el empleo del sintetizador, mientras ella, dejada en sus laborales de limpieza, grita a los niños mientras el marido huye ante tanta falta de armonía, frente a los Evans, que bajo acordes de música clásica muestran un hogar pulcro, sin emociones, donde él se enfrasca en la escritura de una novela condenada al fracaso mientras ella espera con avidez el encuentro sexual con su amante. Es por ello normal, que los encuentros furtivos de los adúlteros sean expuestos por el compositor con empleo de sintetizador, puesto que justifica mas el sentimiento de culpa de Jack, que en el fondo tiene una esposa que le ama, que el deseo de quebrar la rutina de ella.
Así las cosas, el momento más cálido del score, con uso de cuerda, se reserva, de manera sorprendente, para cuando ambos matrimonios hacen el amor, sin emoción real, en un claro contraste que acaba por descubrir la falsedad de la unión. Dicho tema termina apareciendo con el arrepentimiento de Jack, que sin confesar que ama a su esposa, prefiere la rutina al miedo a la pérdida.
El tema central, que abre el film, emplea la base de piano, sintetizador y chelo en acordes con eco, dando muestra del distanciamiento de las parejas, sirviendo de corolario final con la ruptura de los Evans, recordando que nada se ha solucionado y que tampoco nada volverá a ser lo mismo.
Un trabajo demasiado calculado sobre una irregular fábula acerca de la ¿matemática? del matrimonio.
Fecha de estreno: 01-Abr-2005 |
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| Cachimba 2004 Montes, Osvaldo
Silvio Caiozzi es el director chileno de mayor reconocimiento fuera de su país. No en vano, con “Julio comienza en Julio” recibió el honor de dirigir la mejor película chilena del siglo, para los críticos de aquel país. Tras las premiadas “La luna en el espejo” y “Coronación”, Caiozzi se embarca en una nueva producción que vuelve a girar sobre una obra de José Donoso, en esta ocasión “Naturaleza muerta con Cachimba”. Esta comedia agridulce, premiada en el último festival de Huelva, gira alrededor de Marcos (Julio Jung), un don nadie que, al servicio del Consejo para la conservación del Patrimonio, y en su afán por legar algo a la humanidad lucha por el reconocimiento de un pintor chileno, Gustavo Larco, que como él no ha traspasado los límites del olvido. Una misión quijotesca, que la burocracia y los intereses económicos se encargaran de convertirla en un patético circo de irónica hipocresía.
Narrado en flashback, el film descansa sobre buenas intenciones, que en ocasiones ocultan un discurso en exceso engolado. Como el gran director cubano Tomás Gutiérrez Alea en “Muerte de un burócrata”, Caiozzi se preocupa por mostrar la falacia de una sociedad integrada por despreciables dirigentes preocupados por salir en la foto, frente a anónimos ciudadanos que representan los valores de integridad y decoro. Sin embargo Caiozzi peca por exceso en sus propuestas, navegando entre una historia de amor surrealista y una trama con exagerados elementos tragicómicos (donde Alea apuesta por una visión grotesca, Caiozzi se deja arrastrar por el drama), dentro de un tono general más que interesante.
El compositor argentino, Osvaldo Montes, es el encargado de componer la banda sonora. Su trabajo es correcto, eso sí sin aparentes riesgos, porque no le queda mas remedio que localizar geográficamente la historia. De esta forma acude a tangos, cha-cha-cha y diversos ritmos latinos como apoyo de la misma. Pero donde mejor se encuentra es en la creación de melodías dulces, nostálgicas y ensoñadoras que toman cuerpo en la historia de amor de la pareja protagonista y en el reflejo de la memoria del genio olvidado. Así, el tema central, con base de guitarras y piano evoluciona a medida que lo hace la historia de amor, para adentrarse con ligero toque jazz y con empleo final de la cuerda en el feliz desenlace de la pareja. Para Larco reserva el nostálgico empleo de la flauta y la melódica incidiendo en el paso del tiempo y en el secreto que guarda el protector de su obra, Felipe.
Fecha de estreno: 08-Abr-2005 |
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| Samaria (Samaritan girl) 2004 Park, Ji-Woong
El cine del coreano Kim Ki-duk, se ha convertido por méritos propios en uno de los mas estimulantes del panorama actual. Con once películas a sus espaldas, el éxito de “Seom” (“La isla”), su quinto largometraje, provocó que su cine entrara en las salas de exhibición de todo el mundo. Autor prolífico (en el 2004 ha rodado dos películas que se han estrenado con un mes de diferencia en España), logra con esta “Samaritan girl” dar una vuelta de tuerca mas en un universo particular dominado por el sentimiento de culpa, el sufrimiento, la perversión, la violencia, la muerte, el dolor físico y espiritual (colocados a la misma altura) y la incomunicación. Temas todos ellos que de una manera u otra se encuentran presentes en su obra y que se potencian en “Samaria”. El film se estructura en tres grandes bloques. En el primero dos amigas lesbianas deciden huir de Seúl para vivir libremente su amor a costa de la prostitución de una de ellas. El amor queda roto cuando la que ejerce de prostituta muere al huir de la policía. El segundo (que el autor denomina “Samaria”) se centra en el complejo de culpa de esta particular “chica samaritana” que decide acostarse con todos los clientes de su amiga fallecida para devolverles el dinero que pagaron por esa noche de placer. Todo se complica cuando el padre, policía, descubre las actividades de la hija e inicia un ajuste de cuentas que reside en una sed de venganza y muerte que entra en conflicto con sus ideas católicas. El último bloque (“Sonata”) enfrentan al padre y la hija, la muerte de la adolescencia de una, la expiación de los pecados del otro, un creyente que arropa a su hija mientras le cuenta relatos divinos de vírgenes y santas.
Como hiciese en “Primavera, verano, otoño, invierno….primavera”, Ji-Wong Park se encarga del subrayado musical de la historia. Como en aquella, acude a pocos instrumentos pero bien dosificados. Siguiendo la estructura de la historia, Park centra la primera parte en una melodía simple que potencia los aspectos inocentes de las dos chicas. El piano (Samaria), la flauta (su amiga) y una voz femenina acompañan el peligroso juego de ambas. Este tema da paso al asociado a Samaria, cuando la amiga muere, con introducción de sintetizador y guitarra en una versión trágica del tema a piano de la protagonista. En el segundo bloque, junto al tema principal, Park se centra en mostrar una temática tensa con empleo del sintetizador simbolizando el seguimiento del padre a su hija y la muerte y la locura que de dicha conducta se deriva. Para “Sonata” el compositor da rienda suelta al tema de Samaria, logrando los momentos mas bellos de la composición. El piano desnudo al que acompaña la flauta, recuerdo de su amiga, abocan a un final trágico, de ruptura, trasfigurado en poesía por la mano hábil de Kim Ki-duk.
Fecha de estreno: 15-Abr-2005 |
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| Bride & Prejudice (Bodas y prejuicios) 2004 Malik, Anu
La directora Gurinder Chadha, responsable de “Quiero ser como Beckham” es la encargada de dirigir esta versión de la novela “Orgullo y prejuicio” de Jane Austen. La película, que tiene en su mayoría capital inglés, esta rodada en la India, en esa fábrica de sueños que surte de productos a millones de asiáticos y que se ha convertido en todo un fenómeno: Bollywood. La traslación a la india del todopoderoso Hollywood americano, realiza unas 900 películas al año, que en su mayoría responden a unos patrones predeterminados: musicales donde tras muchos avatares el amor se acaba imponiendo y donde el sexo o un furtivo beso están prohibidos, sustituyéndose por números musicales que incitan al erotismo. Eso en resumen es “Bodas y Prejuicios” una cinta vitalista, una comedia de engaños, un “Mucho ruido y pocas nueces” oriental que a pesar de sus defectos (algún personaje desdibujado y plano) se erige en un divertimento mas que aceptable lleno de colorido y ritmo. La historia es sencilla: la madre de una familia pudiente de la India, venida a menos, busca desesperadamente casar a sus cuatro hijas. Movida por intereses económicos, intenta que al menos dos de ellas pesquen unos maridos hindúes que hayan hecho fortuna al otro lado del Pacífico. La tradición mas rancia frente a las nuevas generaciones que buscan casarse por amor. La ex Miss Mundo, Ash, es una de las que acabará enamorada de un rico americano por el que en un primer momento sentirá las mayores antipatías. Nada nuevo en el mundo de la comedia, salvo el exotismo y la cultura de la India y una sucesión de números musicales que dan colorido al conjunto.
Pero no porque sean deslumbrantes, todo lo contrario. La coreografía de Saroj Khan es mas bien discreta, pero la música del mayor talento de esa fabrica de sueños hindú, Anu Malik es todo un portento de ritmos sinuosos. Ritmos que encuentran su medio de expresión en instrumentos autóctonos hindúes: flautas, tablas, sitar, junto a una orquestación de poderosa cuerda y una intensa percusión, a caballo entre la ancestral música hindú y la actual música disco. Lo viejo y lo nuevo, sin duda la trama de este film. Siete son los números musicales donde Malik pone todo su talento, algunos construidos al mas añejo estilo de musical americano de los 50, donde cuatro de ellos tienen predominio de musical oriental y tres occidental, respondiendo así a las exigencias de su filmación en inglés (por lo menos esa es la edición que ha llegado a nuestras pantallas, la versión indi dura 11 minutos mas). Acreditado Malik como músico y como letrista adicional (las letras principales corren a cargo de Zoya y Farhan Akhtar), el score recae en manos del desconocido Craig Pruess, el músico habitual de Gurinder Chadha. Algunos cortes incidentales de claro sabor hindú pertenecen a Malik. Pruess básicamente se ha encargado de componer los momentos íntimos que viven los personajes una vez la acción se traslada a Londres y Los Ángeles, melodías románticas de poco calado donde la guitarra aporta melancolía. Nada mas.
Fecha de estreno: 15-Abr-2005 |
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| In Good Company 2004 Trask, Stephen
Con vocación de independencia, el director Paul Weitz, tras unos inicios burdos (“American pie”) y algo bisoños (“Un niño grande”), firma una estimulante comedia centrada en el despiadado mundo empresarial que engulle a un director de publicidad de una revista de deportes, tras 30 años de experiencia, sustituyéndolo en el cargo por un neófito de 26 años que para mas inri iniciará una relación amorosa con su propia hija. Es aquí donde flojean las propuestas de Weitz puesto que la relación se inicia de manera arbitraria y no alcanza la suficiente credibilidad. Sin embargo y pese a que la arbitrariedad también se acomoda en los cambios directivos de la empresa, la película sorprende porque no potencia situaciones de equívocos en las relaciones paterno-filiales y jefe-empleado y el giro argumental final es realista y hasta nostálgico, lo que es muy de agradecer. Además los actores se mueven con cierta soltura destacando por encima de todos la mirada intensa y perturbadora de Scarlett Johansson.
El semidesconocido Stephen Trask, con solo dos films estrenados en España, la incorrecta “Hedwig and the angry inch” y la interesante “The secret agent”, firma un score anodino y rutinario. Acudiendo a cierto aire etéreo (con reminiscencias lejanas a Thomas Newman) y al empleo de percusiones exóticas modula un trabajo que carece de variedad temática. Dos temas básicos, uno con texturas minimalistas que se centra en la figura de Dennis Quaid y en la vorágine del mundo laboral, frente a una idea, un esbozo melancólico y acústico con el uso de la guitarra. Poco bagaje, es cierto. En su descarga, el exceso de canciones, especialmente en el reflejo de la relación amorosa de los protagonistas, lastra las posibilidades del conjunto. Para una escena, la del partido de baloncesto que enfrenta las dos concepciones empresariales presentadas en el film (la del éxito a cualquier costa y la de la dirección humanista; otro de los pecados de Weitz, que dibuja perfiles secundarios irrisorios), Trask acude a un tema soportado por los sintetizadores que imita claramente el realizado por Goldsmith en “Hoosiers”. Muy poco mas puede decirse de la aportación del músico, solo que se mueve claramente entre los conceptos de “encargo”, sin presencia alguna de “autoría”.
Nota: Soundtrack editado por Hollywood Records (contiene 4 cortes de score)
Fecha de estreno: 15-Abr-2005 |
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| After the Sunset (El gran golpe) 2004 Schifrin, Lalo
Brett Ratner era el responsable de “Hora punta”, film que junto a su secuela mezcla comedia y artes marciales sin mucho interés, así como de la precuela sobre Hannibal Lecter, “Dragón rojo”, dirigida con algo mas de fortuna que la torpe incursión de Ridley Scott en el tema, pero muy por debajo de la magnífica película de Demme. Para “After the sunset” ha creado un film atípico, solo en apariencia, relacionado con el tema de los robos de guante blanco. Y digo aparentemente porque mas que dotar de importancia a las escenas de acción, prefiere centrarse en urdir un guión trabajado que se centra en las relaciones entabladas entre un ladrón (Pierce Brosnan) retirado pero tentado por un nuevo robo, su mujer (Salma Hayek) cansada de los escarceos de su marido al margen de la ley y un policía (Woody Harrelson) que lucha por ganarse el crédito de sus superiores, perdido a manos del inteligente ladrón. Abusando de cierto humor negro, Ratner acaba cayendo en previsibles situaciones que juegan al equívoco entre ladrón y policía y en una irrisoria historia de amor, sin profundidad y criterio, que se lleva la palma en cuanto a diálogos mal construidos. Los personajes secundarios (una policía caribeña que no se sabe porqué diablos se enamora del sagaz policía y un matón que aparece y desaparece de la acción sin venir a cuento) se dibujan con suma torpeza y el supuesto romanticismo del título original (antes que anochezca) funciona como reclamo metafórico para algo así como “antes de que sea demasiado tarde y pierdas a tu mujer”, que se convierte en arbitrario slogan de una Salma Hayek, preciosa como siempre, obsesionada con ser ama de casa, eso si muy adinerada, que juega al tenis y construye “porches” con vistas al mar para no aburrirse.
Como había hecho con anterioridad en trabajos como “Hora punta” o “Money talks”, Ratner acude al incombustible Lalo Schifrin, que nos regala una espléndida partitura ecléctica, divertida y romántica. Tres son los temas principales de su trabajo. Uno que podemos asociar a la actividad delictiva del protagonista y que se convierte en un velado homenaje a las películas de acción con las que Schifrin revolucionó el género. “Harry el sucio” y “Bullit” flotan en el ambiente cuando el maestro hace emerger un punteado en el bajo y el empleo de la tabla hindú en cada secuencia del robo. El mismo Howard Shore había buscado ese homenaje a Schifrin con propuestas similares, pero con instrumentación distinta, en su interesante “The score”. La segunda idea lleva a localizar geográficamente la historia en un lugar paradisíaco del Caribe centroamericano. Así el maestro acude a ritmos como el calypso al que dota de soporte orquestal en determinadas escenas. Por último un maravilloso tema de amor que alcanza su rendición definitiva en la escena final a la cuerda y que es presentado con empleo de piano hacen de esta, una partitura de gran valor en la que no pueden faltar los momentos logrados de acción, en especial la música que acompaña la persecución del barco, donde el exotismo de la percusión y el empleo del metal arrancan momentos de ágil violencia musical.
Fecha de estreno: 22-Abr-2005 |
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| Millions (Millones) 2004 Murphy, John
La filmografía de Danny Boyle, uno de los enfants terribles del cine británico, considerado como tal por el retrato que de la juventud de los noventa reflejó en la sobrevalorada “Trainspotting”, demuestra su gusto por el distanciamiento de géneros. Con su primer film, “A tumba abierta”, llamó la atención por la dosis de humor negro que inyectaba a una comedia necrófila donde el dinero ejercía de “mcguffin”. Los traspiés consecutivos que supusieron la inconsistente “Una historia diferente”, la vacuidad yupiee de “La playa” y la intolerable tomadura de pelo que supone “28 días después”, no presagiaban nada bueno en este, su último film. Y la verdad es que “Millones” adolece de todos los defectos del cine boyleniano, principalmente de la dejadez y la rutina narrativa de sus propuestas. El problema es que este cuento moral que se ha sacado de la manga invita a la sonrisa cómplice, se convierte a través de la mirada infantil en una historia navideña llena de buenas intenciones, de mensajes tan obvios como que el dinero no hace la felicidad y de soluciones estéticas que cuanto menos se antojan imaginativas a la par que innecesarias. “Millones” posee el encanto del aburrimiento, el silencio de los corderos que son llevados al patíbulo de la modernidad. Después de diez años vuelve a recurrir al dinero como “mcguffin” que afecta a las relaciones entre los personajes de la historia. El central, un niño con vocación piadosa y cristiana que habla con santos (sic) y que recibe el dinero de un robo como un milagro divino, un “Pennies from heaven” literal que le sirve de excusa para realizar obras caritativas que acerquen al ser humano. Como es lógico, la moralina de Boyle lleva a quemar la fuente de discusiones y presentar un sorprendente final que provoca incredulidad y sarcasmo.
La carrera de John Murphy comenzó a despuntar hace cinco años con su participación en los films “El soltero” y “Snatch: Cerdos y diamantes”. En esta, su segunda colaboración con Boyle (tras su desangelado score para “28 días después”) se muestra como un observador cercano a la mirada del director, secundando sus propuestas con una partitura que parte de la mirada infantil. Pero Murphy va quemando naves, progresa en esa idea y la hace mas oscura en cuanto los personajes se ven arrastrados a la codicia del botín. No sé si por imposiciones del temp track, por homenaje o por gusto, la realidad es que el tema inicial es una clarísima variación del “Eduardo manostijeras” de Danny Elfman. Ni siquiera disimula en el tono que emplean los coros. La melodía, símbolo de la pureza que representa Damian (pues emerge en mitad de un juego infantil) será recuperada por Murphy en la moraleja final de la historia. A partir de la aparición del “mcguffin” los sintetizadores ganan cuerpo a la orquesta, la mirada infantil se vuelve mas onírica en el uso de las nanas, el onirismo acaba pasando a pesadilla cuando el dinero promete destruir a la familia. Con la entrada en escena del ladrón que pretende recuperar el dinero del botín, las propuestas de Murphy se agotan. Acude a un atmosférico tema para sintetizador que lo único que genera es tensión con un tratamiento muy oscuro, atonal (una nota sostenida). Demasiado obvio y vulgar dentro de una partitura llena de altibajos que se disfruta en su sencillez y se sufre en su obviedad.
Nota: Soundtrack editado por Milan Records (contiene 9 cortes de score)
Fecha de estreno: 22-Abr-2005 |
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| The Pacifier (Un canguro super duro) 2005 Debney, John
Que Vin Diesel se diera a conocer en Cannes (como director del corto Multi-Facial (1994)) y en Sundance (dirigiendo Strays (1997)), no hacía presagiar, en absoluto, los derroteros que tomaría su carrera en el mundo del cine. En este, su estreno en el terreno de la comedia, muestra una supuesta vis cómica que haría sonrojar a cualquier principiante en el género. Inexpresivo, el producto que nos atañe es de la mas convencionales, tópicas e insultantes películas dirigidas al público infantil que el que escribe ha tenido oportunidad de ver, y han sido unas cuantas. Situaciones vistas una y otra vez, personajes secundarios de pacotilla y la terca obstinación por parte de la industria americana de situar fuera de su ámbito normal, cuando de comedia se trata, a un supuesto mando avezado en artes marciales y perteneciente a un cuerpo de seguridad altamente especializado, son los ingredientes sobre los que gira este carrusel de despropósitos. Culpable en un fallido rescate de secuestro, Shane Wolf debe hacerse cargo de la protección de un grupo de imberbes que esconden bajo su casa un arma mortífera si cae en manos del enemigo americano: como en “Team America”, los coreanos del Norte (parece ser que los islamistas ya no tienen armas de destrucción masiva).
El culpable de poner cierto orden y aportar emociones al conjunto es John Debney. Y desde luego pasa por ser lo mejor de la película. Por partes. De un simple vistazo se observa que la música descansa en un plano sumamente convencional. Primero porque presenta, como no podía ser de otra forma, a Vin Diesel con acordes de marcha militar situando el campo de actuación en el que es diestro y eficaz. Por otro lado, la partitura se convierte en una sucesión de cortes de acción en conexión con momentos musicales que potencian el lado cómico de la historia, abusando de los silencios y del tono bufo que aporta el metal. Por último, porque la familia, que descaradamente se convierte en el elemento a reivindicar en la historia como toda película americana de palomitas que se precie, tiene un desarrollo musical dulce y sensitivo que arranca los pasajes mas melancólicos del score.
Ahora bien, carente de riesgo y de escasa novedad, el score de Debney es modélico. Incluso si en lugar del típico producto recopilatorio de canciones, que componen la edición que finalmente ha salido a la venta, se hubiese apostado por editar el score del compositor, estaríamos ante un trabajo que seguramente el aficionado aceptaría de muy buen grado.
El tema inicial, utilizado en el rescate fallido, presenta el tema militar asociado a Diesel con despliegue de trompas y percusiones. El aparato electrónico emerge sobre fondo de acción, recordando momentos para “Sudden Death” y “The Replacements”. Un corte de seis minutos que adquiere un tono dinámico y en ocasiones frenético. En su contacto con la familia a la que debe proteger, el tema marcial deriva en una marcha mucho mas noble con cercano tratamiento al realizado por Williams en su “1941”. Debney apuesta además por una sucesión de temas de acción, con el omnipresente redoble de tambores, que mezclado con cortes más cómicos acompañan la instrucción que el protagonista imparte a los indisciplinados niños que cuida. Como es lógico, su aspecto rudo se desgasta a medida que avanza el metraje y adopta la posición del padre ausente, consiguiendo enderezar la actitud de los pequeños, ayudándoles a vencer sus miedos y convirtiéndoles en una familia unida y ejemplar. Ligada a esa actitud paternalista, Debney aprovecha para introducir una bellísima melodía, que recuerda por momentos el “Dave” de Newton Howard, que descubren el lado humano del héroe, obteniendo su rendición definitiva en la escena de la despedida con empleo de lleno orquestal.
Debney se muestra efectivo e inspirado, a pesar de moverse por terrenos obvios, reivindicando una posición en la industria que no se limite a su persistente aparición en títulos familiares olvidables (parece que "La pasión" no le ha servido de mucho).
Fecha de estreno: 08-Abr-2005 |
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| Be Cool 2005 Powell, John
El cartel de “Be cool” recuerda esas superproducciones de antaño (las de Irwin Allen, por poner un ejemplo) donde actores con carrera a la baja se daban cita, aderezados con secundarios de cierto porte. John Travolta, Uma Thurman, Danny de Vito, Harvey Keitel, Vince Vaughn, James Woods o The Rock forman el elenco de esta comedia que supone la continuación del film “Como conquistar Hollywood” (Get shorty, 1995) que dirigiese el apañado Barry Sonnenfeld. Nada ha cambiado tras diez años y las situaciones que provoca un mafioso que se lanza a la conquista del mundo del espectáculo, en aquella el cine en esta el mundo de la música, provocan la misma repetición de gags y de personajes caricaturizados al borde de un ataque de nervios. El responsable de esta secuela es F.Gary Gray, director de films de acción como “El negociador” o “The italian job”, que poco aporta en su paso a la comedia.
Para esta vulgar ensalada de tópicos ingredientes y de escaso aliño, el director ha contado de nuevo con John Powell, tras realizar juntos el remake “The italian job” (que por cierto se cuenta entre las partituras menos interesantes de este genial compositor). Sin embargo, no nos engañemos, el soundtrack es básicamente una sucesión de canciones, que van desde un amplio abanico de ritmos afroamericanos (rap, hip hop…..), hasta llegar al polo opuesto que representa el rock duro de Aerosmith (Steven Tyler tiene un papel en la película). El score de Powell pasa desapercibido entre tanta canción, aunque su escasa inclusión en el montaje final (breves pinceladas de temas que se cortan por no se sabe que intereses) conlleva una actuación dirigida a acompañar las situaciones, sin buscar superponerse, con ritmos que abusan de percusión sampleada.
Dejando claro que en el film solo oímos breves apuntes de esos temas, el estilo de “fusión” ha sido el manejado por el compositor de “Robots”. Así, con la omnipresente caja de ritmos, le encontramos basculando entre el rock, con uso de guitarra eléctrica en la escena inicial del asesinato, el jazz con empleo de trompetas en los recorridos por la ciudad, el rap con uso de big band como tema asociado a la banda de raperos mafiosos que pretenden cobrar una deuda heredada por el sagaz protagonista o la balada, con empleo de guitarra y batería para la mas que suave escena de amor entre Travolta y Thurman, que en contra de lo que se ha dicho se marcan un bailecito de lo más patético bajo los sones de Black Eyed Peas (un tema por cierto imposible de bailar a dúo si lo que se pretende es parecer elegante).
Powell intenta dar cierta cohesión al conjunto, si bien es cierto que logrando una música atractiva en su audición, centra sus esfuerzos en ambientar más que en potenciar el desarrollo de la acción.
Fecha de estreno: 08-Abr-2005 |
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| Coach Carter 2005 Rabin, Trevor
Cuando Ken Carter, entrenador del Richmond Oilers, equipo de baloncesto de High School, decretó la suspensión de todas las actividades deportivas del equipo hasta hacer cumplir a sus jugadores con un mínimo de requisitos que garantizaran su validez académica, sentó un precedente en los Estados Unidos que aún hoy día colea. Poniendo en duda el sistema educativo americano, el director Thomas Carter ha logrado una película que, si bien acumula tópicas situaciones antes vistas en el cine americano (el valor de ser un equipo, la amistad, la disciplina y el amor para enfrentarse a las adversidades y así cumplir el sueño de superación americano), tiene un innegable atractivo que destila honestidad y cierto aire de producción de bajo presupuesto que llega a moverse por los límites de la independencia. Gracias sobre todo a un Samuel L.Jackson eficaz y convencido en su papel.
Afroamericanos y chicanos pueblan uno de los barrios mas humildes de la ciudad, donde el índice de delincuencia es alarmantemente alto, mientras el de chavales con oportunidad de ir a la Universidad, prácticamente nulo. El rap y el hip hop son la fuente musical que acompaña el devenir de los personajes. Junto a esta, el soporte sonoro que permite dar cierto empaque emocional al conjunto, corre a cargo del ex componente del grupo Yes, Trevor Rabin. Compositor para películas de cierto presupuesto y escasa autoría (si hablamos de Michael Bay, seguro que acabamos antes) como “Armageddon”, “Con air”y “Deep blue sea”, en la película que nos atañe realiza un ejercicio sonoro que bascula entre la epicidad, el romance y los ritmos urbanos, conjugando el empleo de la cuerda con el de sintetizadores, marca de fábrica que han llevado erróneamente a considerarle desde siempre como un elemento más de la factoría Mediaventures. En resumen, como siempre en films de cierto hálito épico, Rabin acaba abusando de conceptos musicales planos, donde el contrapunto y el diálogo instrumental es inexistente y de emociones concentradas en notas muy simples, carentes de cualquier profundidad.
Ahora bien, ello no quita para reconocer el innegable sentido melódico de su tema central, que a la manera “Hoosiers” empapa de triunfo los partidos del imparable equipo con ritmos entregados al metal, la cuerda y un sobreexpuesto sintetizador que con insistencia domina las escenas con su aparente fuerza percusiva. Junto al mismo, descansan otras dos ideas centrales, una asociada al estricto entrenador con carácter noble entregado a la cuerda y al viento, que Rabin utiliza tanto cuando los jóvenes jugadores se comportan como equipo gracias a las enseñanzas de Carter, como cuando el mismo expone su declaración de intenciones ante la junta del colegio, primando las labores educativas del cuerpo docente sobre las de índole económico que puedan convertir a los malabaristas del balón en futuras estrellas del baloncesto. La otra idea musical, que descansa sobre piano y cuerda sampleada, confronta a uno de los muchachos (Kenyon) ante la posibilidad de una paternidad que implica miedo y desconcierto, funcionando también como tema de amor entre el jugador y su embaraza novia adolescente.
Un trabajo un escalón por debajo de las emociones, tramposas o no, que esta más que decente cinta indudablemente logra transmitir.
Fecha de estreno: 08-Abr-2005 |
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| Frágil 2005 Mendizábal, Bingen
Siete años le ha costado a Juanma Bajo Ulloa levantar un nuevo proyecto tras la flojísima “Airbag”. Con “Frágil” pretende dar su particular visión sobre el culto moderno al cuerpo, el juego de las apariencias, en el fondo el empeño cotidiano de mostrar lo bello como símbolo de aceptación social y enterrar aquello que nos compromete y que seguro esconde lo mejor de nosotros o al menos nuestra humana ambivalencia. La frase de Maquiavelo que abre el film es su declaración de intenciones: “Todos ven lo que pareces, pocos sienten lo que eres”. Una fábula para la que ha contado con actores desconocidos a la búsqueda de un mundo no reconocible. Ahora viene lo complicado, contar la historia procurando que el lector no muera de la risa: Venus, una chica tímida y que representa la pureza y la inocencia del ser humano y cuyos padres le pusieron ese nombre porque se pasaban todo el día escuchando el tema famoso de Frankie Avalon, recibe su primer y único beso a los 9 años. Un chavalote gordito que la da magdalenas todas las mañanas a cambio de un tarro de miel. En ese beso, justo antes que él abandone el valle para ir a la ciudad, se juran amor eterno. Venus todos los días atiende a su padre, autista o reservado (eso no lo sabemos), ofreciéndole leche para beber como toda buena hija huérfana de madre se supone debe hacer. Una mañana, pasados los años (intuimos que en el mas absoluto de los silencios) encuentra a su padre muerto y decide ir a la ciudad, en busca del amor perdido. Se topa con él cuando descubre a David, un reconocido actor que está a punto de dar el salto al estrellato en una producción americana. Pero el chico acaba debatiéndose entre su anhelado deseo de ser famoso y reconocido y su verdadero sentimiento de persona que necesita amor y no vivir de las apariencias. La elección la tiene fácil, puesto que todos los que rodean la producción cinematográfica se pasan el día dándole a la coca y mostrando el vacío de sus expectativas vitales. Venus rechazada huye y David, creyendo por fin que ha encontrado el amor puro decide buscarla abandonando su vida de opulencia. Error, la chica ha encontrado su verdadero amor, otro autista como su padre que todas las mañanas en la casa del señorito le llevaba magdalenas que ella ignoraba. Sin palabras.
La música corre a cargo de Bingen Mendizábal, que como ocurriera en “Nos miran” cuenta con el apoyo en el empleo de la electrónica de Borja Ramos. El score es fantástico, sin paliativos, uno de los mejores trabajos de Bingen apoyado como es habitual en el empleo del piano y en su sello personal con la cuerda. El piano esta presente en el inocente y gentil tema central, el tema de Venus (el tema del amor) con inclusión de armónica en su beso a los 9 años y sin ella en su relación con David. El piano arranca, de nuevo, preciosistas notas en la búsqueda que inicia la protagonista a su llegada a la ciudad, mientras la tensión emerge cuando entra en escena la pareja cinematográfica de David, la hermosa rival a la que no puede hacer frente la poco agraciada Venus. Justamente ahí, en los momentos de rechazo, primero el de Venus (cuando pide que le abrace alguien) y luego el de David, cuando inicia su búsqueda personal, es donde Mendizábal saca a relucir todo su talento, todo el dramatismo condensado en las notas del violín y el sinuoso viento que arrancan la emoción de golpe, contra natura, haciendo creíbles escenas que de por sí son inverosímiles. Edición discográfica ya.
Fecha de estreno: 15-Abr-2005 |
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| Cursed (La maldición) 2005 Beltrami, Marco
El terror adolescente, con cuyo nombre se ha bautizado a este subgénero, tiene como ingrediente principal el de exponer, a ser posible, a escolares creciditos frente a terribles desgracias, ocasionadas por monstruos variopintos o psicópatas enfermizos, con buena dosis de hemoglobina y un cierto interés por mostrar el despertar sexual de las criaturitas. Uno de sus máximos exponentes, Wes Craven, otrora elevado a los altares del género gracias a trabajos tan irrisorios como “Pesadilla en Elm Street” o la saga “Scream” (que ha sido ensalzada en algunos medios por sus constantes referencias cinéfilas, sin entrar a valorar su descuidada dirección) es el responsable de esta nueva vuelta de tuerca que supone “Cursed (La maldición)”. La película, por llamarla de algún modo, es de lo peor que uno ha visto en mucho tiempo, perdida entre una irrisoria historia (unos chavales que buscan la manera de vencer la maldición que ha recaído sobre ellos al ser arañados por un hombre lobo), una convencional y esquemática sucesión de sustos, unos efectos especiales generados por ordenador chapuceros y un patético diseño de personajes descerebrados que se comportan como el mas elemental de los primates (que estos me perdonen por la comparación).
Mucho se ha especulado sobre la composición musical para el film. Si bien la música corre a cargo de Marco Beltrami (habitual de Craven en la saga Scream), el director ha colado algunos temp tracks del score que el propio compositor realizó para “Scream 2” (en determinadas escenas de acción), además de encargar música adicional a los desconocidos Tom Hiel y Marcus Trumpp (cuya música se condensa en los primeros veinte minutos de metraje) que han realizado un ejercicio plano y ambiental entregado a los sintetizadores, sin ser acreditados.
Por su parte, Beltrami no se muestra muy afortunado en su contribución a la historia. Acude a su ración habitual de glissandos en la cuerda, stacattos y obstinatos al metal y ritmos moderadamente modernos, con abuso de reverberaciones, para subrayar sin mucho interés las escenas de máxima tensión, con unos horripilantes golpes de efecto que buscan asustar a la audiencia de la manera menos elegante posible. Estridente en sus propuestas se limita a acompañar la acción, a narrar la sucesión de imágenes sin sentido que nos regala Craven. Junto a este inimitable sonido Beltrami (que para ser sinceros, muy buenos resultados le ha dado en otras ocasiones), el compositor se recrea en innumerables cortes de suspense donde juega con la atonalidad en el empleo de fría cuerda y atmosférico sintetizador. Ejercicio vacío, que contrarresta con el consabido tema final de la victoria del bien sobre el mal en el que se permite regalarnos uno de los peores temas épicos que ha realizado (y no han sido muchos), un nuevamente estridente y artificioso tema para cuerda que sin venir a cuento rompe la rutinaria estructura del trabajo y confirma, junto al nulo interés de Beltrami en el proyecto, las dificultades que en el apartado musical ha sufrido este desangelado engendro. Un paso atrás. Eso sí, disculpable.
Fecha de estreno: 22-Abr-2005 |
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| xXx: State of the Union (xXx2) 2005 Beltrami, Marco
Que una película como “xXx” haya tenido secuela es fiel ejemplo del panorama actual cinematográfico americano. Lo mas preocupante es si el público (indudablemente masculino) demanda este tipo de productos. Mamporros, explosiones, ataques terroristas, diálogos de besugos, adrenalina 100%, todos ellos ingredientes que se suponen sirven únicamente de entretenimiento. Si el primer film, dirigido por Rob Cohen, con Vin Diesel de estrella, utilizaba una estética moderna a ritmo de heavy y dirigida a machos con encefalograma plano, las propuestas de esta, su continuación, andan por el mismo camino. Solo basta cambiar de ¿estrella?, dar un toque afro a la fiesta y de la mano de Ice “inexpresivo” Cube reincidir en las constantes anteriores, sumándole ritmos raperos y multiplicando las escenas de acción inverosímiles hasta el infinito. Porque en el fondo, “xXx2” no se disfruta, se sufre con la incredulidad propia del que espera verse atrapado en situaciones cuya lógica eleven de manera justificada la presión arterial por encima de 15/8. El post-moderno, elevado por determinados círculos a los altares del género, Lee Tamahori, demuestra una vez mas que lo suyo es pura pirotecnia y que lo único decente que ha hecho en su mas que larga (por deméritos) filmografía sea el poner su nombre encabezando un episodio de la magistral serie sobre la mafia de andar por casa que es “Los Sopranos”.
El flojo trabajo de Randy Edelman en el inicio de la saga, se ha visto sin embargo ampliamente superado por el realizado a cargo de Marco Beltrami. Luchando por dar cierta coherencia musical a este despropósito, uno no entiende porqué la testosterona se mide por la altura de los decibelios que las canciones al uso alcanzan con cada explosión. Beltrami potencia la impostura desde el arranque del film: un idílico rancho donde los caballos pastan se acompaña por un tema bucólico a cuerda. Falsa alarma. La acción emerge y de repente las percusiones ganan la batalla de la tensión. Con los títulos de crédito iniciales, la guitarra eléctrica y los ritmos afros se convierten en los peores augurios hacia donde parece abocado el score, pero inteligentemente la fusión orquestal introducida por Beltrami deja a las claras que lo suyo acarrea cierto compromiso creativo. Fusión moderna que nos lleva a echar la vista atrás, recordando ideas musicales propias de films de Bond y de Misión Imposible, donde la batería y el jazz se sustituyen por la percusión sintetizada y el tecno-jazz. Es aquí, en los momentos de acción donde el compositor sorprende muy gratamente. Escenas, como la huida de prisión o el adrenalítico final se convierten en tour de forces personales e intransferibles, donde emergen los glissandos a la cuerda y el empleo del metal asociado al autor (aunque lo del metal me huele que deriva desde siempre de Goldenthal). El tema de amor, demasiado cool, y los momentos de suspense son en exceso convencionales, pero ¿qué se puede esperar de una producción de este tipo?: Mucho ruido y pocas nueces. Al menos, el ruido es de primera.
Fecha de estreno. 29-Abr-2005 |
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