Diego Navarro es un director de orquesta de raza: tan meticuloso y exigente como ritual y expresivo. Su estilo no puede dejar a nadie indiferente. Libre de academicismos, demuestra ser portador de un sello sumamente personal, fruto de su pasión y de su manera no sólo de vivir sino de divulgar la música. Al otro lado del espejo, como compositor, Navarro ha bebido de la pócima clásica, de ese elixir sinfónico que exhala la tradición más rigurosa. Si tras el papel pautado ejerce de Jekyll, agarrado a la batuta resulta ser el más impetuoso Hyde. Scoremagacine ha querido acercarse a la figura de este último Diego Navarro, al director de un Festival que aún se siente capaz de vivir con inocencia y entusiasmo la música de una disciplina que cada día tiene más de negocio para, desde esa actitud, acercarnos un amplio legado que no siempre ha ocupado el lugar que merece.
SCOREMAGACINE: Una de las mayores dificultades a la hora de organizar un festival de música de cine es la necesidad de llegar a dos tipos de público muy diferentes, el entendido y el profano. ¿Cómo se puede satisfacer al segundo sin comprometer el rigor que exige el primero?
DIEGO NAVARRO: Desde FIMUCITE siempre hemos querido alcanzar un equilibrio entre ambos tipos de público, porque uno de nuestros objetivos es acercar el arte, la música de cine, a todo el mundo. Creemos que es posible contentar tanto a los conocedores de la música de cine como a aquellos que empiezan a aproximarse a esta disciplina o incluso a los que no saben nada pero simplemente son melómanos y quieren conocer cosas nuevas. Este equilibrio lo hemos buscado desde el diseño mismo de la oferta de conciertos, por un lado proponiendo homenajes a grandes clásicos de la música para el cine, los incunables, como Alex North, Bernard Herrmann, John Williams o Jerry Goldsmith, y por otro lado dando cabida a autores actuales, de generaciones más recientes. En el fondo, de lo que se trata es de hacer que la música sea la protagonista. Nosotros queremos convencer con la música, con la calidad de nuestros conciertos. Hacemos hincapié en que la música de cine es un arte en sí mismo, independientemente de que esa música haya sido compuesta para acompañar a unas imágenes. En FIMUCITE los compositores son las estrellas, pero siempre a través de su música, y este compromiso nos exige poner todo nuestro esfuerzo en la experiencia de la música en vivo.
No parece pesarles demasiado la ausencia física de algunos de los protagonistas, como ocurrirá con James Newton Howard en la próxima edición.
Nos pesa sólo lo justo, porque siempre es magnífico poder contar con la presencia de los compositores, tenerles en Tenerife cerca del público asistente, que firmen discos si se da la oportunidad, etcétera. Pero lo sustancial es su música. Es coyuntural que este año en nuestra programación no contemos con compositores que dirijan personalmente sus propias obras, ni en el homenaje a la Universal, ni en la gala de los Premios de la Crítica, en la que tendré el placer de dirigir la excelente música de Alberto Iglesias, ni tampoco en el homenaje a Henry Mancini por razones obvias. En el caso de James Newton Howard sus compromisos laborales no le han permitido estar presente en Tenerife, pero de haber podido, el concierto lo hubiera dirigido Pete Anthony igualmente, que es su mano derecha y la persona en quien Newton Howard suele delegar la batuta en las grabaciones de sus bandas sonoras. El programa del concierto está diseñado y supervisado al detalle por el compositor, que es lo importante. Ocurre a veces que la presencia física de un compositor, dirija o no él mismo el concierto, no garantiza por sí misma la fidelidad ni la calidad de las interpretaciones.
A menudo la música compuesta para el cine se desnaturaliza en su traslación a la sala de conciertos. Queriendo subrayar su autonomía con respecto a las imágenes, muchas veces se le hace un flaco favor al alejarla de su forma original, introduciendo alteraciones en la estructura, la instrumentación o el ritmo. Esto afecta también a la selección de temas, decantándose por "temas principales" o suites arregladas ex profeso en detrimento de otro tipo de material.
Absolutamente. Es comprensible que a veces se procure ofrecer piezas llamémoslas complacientes, o reconocibles, de cara a ese público profano al que nos referíamos antes. Eso hay que dárselo, porque está ahí, es una música popular, que forma parte del acervo cultural de todos. Pero por otra parte es esencial una labor educativa, hay que educar al público, intentar empujarlo un poco más allá, a unos territorios que, por muchas razones, no son tan conocidos. Este fue el caso de la "Sinfonía biomecánica" [suite arreglada por Navarro basada en las partituras de las cuatro películas de la saga de "Alien"], una apuesta muy arriesgada por tratarse de una música poco accesible, dura o incluso árida para oídos no acostumbrados.
Desde hace tres años un pilar básico en FIMUCITE es la Orquesta Sinfónica de Tenerife, una formación que desprende un alto grado de implicación y respeto hacia el material que interpretan. ¿Está cambiando la actitud de las orquestas hacia la música de cine?
Normalmente cuando las orquestas se enteran de que van a interpretar un concierto de música cinematográfica suelen esbozar una ligera sonrisa, como si pensaran "bueno, vamos a divertirnos", y es cierto que se divierten, pero también es verdad que decir música de cine no equivale a decir música fácil, y esto creo que lo están viendo cada vez más. Tanto la Orquesta Sinfónica de Tenerife como, por ejemplo, la Sinfonietta Cracovia, saben que no es así. Pero sí es cierto que tenemos que seguir luchando contra este tópico, basado en el desconocimiento, no tanto por ser una actitud de las orquestas como de ciertos directores titulares. Porque es también labor del director transmitir un respeto. En cuanto a la Sinfónica de Tenerife, recuerdo comentarios de los músicos, durante los ensayos del concierto que dedicamos a John Williams en 2010, reconociéndome que habían tenido que sudar tinta en muchos momentos, fragmentos técnicamente muy exigentes que quizá no esperaban encontrar. La música de cine puede ser música de primer nivel, a la altura de cualquier composición contemporánea. Posee, además, el ingrediente de que comunica, llega al público, lo que no ocurre con otros repertorios que sí gozan automáticamente de un mayor respeto. Por otro lado, es mucho lo que la propia música de cine gana gracias a la intervención de orquestas de primera categoría como la de Tenerife. Su experiencia, su profesionalidad, su enorme calidad marcan la diferencia.
En su forma de dirigir llama la atención la exuberancia de un glosario gestual que casi parece destinado a visibilizar la emoción musical, lo cual, conscientemente o no, revierte sobre esa función pedagógica que comentábamos al facilitar la conexión con el público. ¿Qué destacaría usted mismo de su estilo como director?
No hay decisiones conscientes en ello, soy así, siento así y no podría dirigir de otra manera. Yo soy una traducción de la música que está siendo interpretada, emito a los músicos cómo quiero que se interprete la música, ellos responden a ese estímulo mío y después esto llega a la audiencia y el ciclo se cierra. Pero cuando el gesto tiene que ser moderado o mínimo, lo es. Yo concedo una gran importancia a la vivencia de la música, a esa experiencia de la audición, y el mayor logro para mí es cuando el público vive la música, cuando les consigues contagiar de las emociones que encierra una pieza determinada. Yo no puedo concebir en mí un estilo de dirección mesurado, frío, académico, cerebral, donde reina el hieratismo y la inexpresividad facial o corporal. Da muy buenas resultados en otros directores, eso no lo dudo, pero yo no podría hacerlo, porque no soy así. La orquesta, para mí, no sólo se dirige con las manos, también se dirige con los ojos, hasta con la boca en un momento dado, con todo tu cuerpo.
Un concierto de música de cine parte de una desventaja con respecto a la gran mayoría de piezas de repertorio: existe una versión original oficial, ya sea en soporte fílmico o discográfico. Cuando un aficionado a la música acude a un concierto de obras de Beethoven, va a escuchar la interpretación de tal o cual orquesta bajo dirección de este o aquel director. Pero cuando un aficionado a la música de cine va a escuchar música de Williams, quiere escuchar a Williams. ¿Cómo se enfrenta uno a este reto? ¿Hay cabida para la lectura propia, personal, de las partituras?
Por supuesto, debe haberla. En toda partitura hay anotaciones, especificaciones de cara a su interpretación, pero también hay lugar para la toma de decisiones, entra dentro de las labores de un director de orquesta optar por una u otra lectura, al fin y al cabo siempre es una interpretación personal de lo que está escrito. Te cuento un ejemplo: en el concierto de clausura de FIMUCITE 2011, dedicado a Bernard Herrmann y a John Barry, y que por cierto se emite por Antena 3 Canarias el 6 de julio, interpretamos los títulos de crédito iniciales de "North by Northwest" (Con la muerte en los talones). En la partitura se especifica claramente que la pieza es un fandango y consideré oportuno tomarme la licencia de acelerar el tempo, darle una fuerza y una energía extras a la interpretación, que la orquesta echara humo. Quise transmitir un "aje" flamenco, un calor sureño especial, darle el toque hispano, flamígero, que nosotros podemos imprimir a la música porque conocemos bien de qué va todo eso. En otros casos la decisión correcta puede ser mantenerse lo más cerca posible al original, como ocurrió con el concierto dedicado a Williams.
¿Suele escuchar la grabación original o evita conscientemente hacerlo?
Depende. Es un recurso más que está a tu disposición a la hora de estudiar la partitura o al plantear la interpretación de una pieza en particular. Creo más en una reacción frente a lo que está escrito y sobre todo ante lo que está sonando en la orquesta. Esta mañana, ensayando "To Kill a Mockingbird" (Matar un ruiseñor) me ha parecido que la pieza necesitaba unas ligeras alteraciones con respecto a lo que venía escrito en la partitura, modificaciones en las agógicas y en las dinámicas de uno o dos compases, por ejemplo, incorporar unos diminuendos o unos ritardandos. ¿Por qué lo haces? Porque crees que así suena mejor y porque estás convencido de que de haber tenido a Elmer Bernstein allí a nuestro lado, hubiera estado totalmente de acuerdo.
Al enfrentarse a una sinfonía de Shostakovich o una ópera de Mozart, un director estudia la pieza pero también al compositor, su obra y su vida, en busca de claves para entender la música, el estilo, la esencia. Si bien es incuestionable que todo compositor posee un estilo, ¿es fácil hacer lo mismo con músicos de cine, teniendo en cuenta su habitual naturaleza camaleónica, amén de la motivación extramusical de la propia composición?
Bueno, fácil o difícil, es la única manera digna de hacerlo. Hay que intentar ser fiel a su personalidad musical, y al mismo tiempo no olvidar nunca la intención específica de la pieza que vas a dirigir, si es un western, una aventura romántica o la historia de una persecución enloquecida, como en el caso de la pieza de Herrmann que te comentaba antes. Obviamente es muy diferente dirigir algo de Thomas Newman o de Elmer Bernstein, pero siempre es muy importante conocer sus obras. Tienes que buscar su estilo, lo que tienen en común partituras muy diferentes, porque siempre lo hay. Si un director de orquesta pretende ceñirse a los valores metronómicos de la partitura y cumplir así el expediente, el resultado será lícito pero mediocre.
¿Qué compositor que ya conociera como aficionado ha redescubierto o le ha sorprendido al estudiar sus partituras como director?
El caso más reciente, sin duda alguna, ha sido Elliot Goldenthal, con motivo del concierto que ofrecimos en el último Festival de Música de Cine de Cracovia. Lo había escuchado mucho y lo admiraba, pero el hecho de conocerlo personalmente y trabajar con él en sus partituras me ha deparado una sorpresa gratificante y una experiencia musical inolvidable.
¿Cómo influye el Diego Navarro compositor en el Diego Navarro director? ¿Son indivisibles, se ayudan o pueden llegar a boicotearse?
Curiosa y paradójicamente coexisten muy bien. Precisamente por ser compositor, resulto un director terriblemente respetuoso con la obra de otros compositores. Mi esperanza como compositor es que el día que mi música lo interprete otro, sea lo más fiel posible a lo que yo escribí. Desde este sentimiento nace mi certeza como director. Por lo demás, intento que mi vertiente de compositor no entre demasiado en el otro terreno. Es cierto que tienes unos gustos muy marcados, porque vives de desarrollarlos en esa otra vertiente creativa, y que cuando lees una partitura puedes llegar a pensar "esto no lo hubiera resuelto así" o "estos trombones resultan demasiado pesantes" o viceversa. Pero incluso cuando he tenido que dirigir piezas que no me gustan o no me entusiasman, intento siempre paladearlo y buscar la manera de apasionarme por ellas.
Y la misma pregunta en sentido contrario, ¿cómo influye el director de orquesta en el compositor? ¿Es usted pormenorizado en sus indicaciones de cara a la interpretación de sus composiciones?
Mucho. He llegado a poner de los nervios a mis copistas por la abundancia y la meticulosidad de mis indicaciones.
¿Cómo se enfrenta al concierto de clausura de la próxima edición de FIMUCITE, esa panorámica a la enorme fonoteca cinematográfica de unos estudios míticos como la Universal?
Pues como ante un reto profesional de primera magnitud. Es un concierto histórico, y además en todos los sentidos porque repasa los cien años de historia de la Universal. Es una gran responsabilidad y por ello la orquesta y yo nos estamos entregando con especial dedicación y con un plus de consciencia. Es un concierto complicado, con piezas de estilos y autores muy diferentes, desde el Bernard Kaun de "Frankenstein", que por cierto es la primera vez que se interpreta en público y que nos ha costado mucho conseguir, hasta cualquiera de las versiones más modernas de los clásicos de terror, como el "Dracula" de Williams, "La Momia" de Goldsmith o "El hombre lobo" de Elfman, pasando por el Poledouris de "Conan el bárbaro" o el Horner de "Fievel y el Nuevo Mundo". Ha sido una labor larga y difícil, titánica diría incluso, ya que en ocasiones ha supuesto un trabajo de reconstrucción musical, debido al mal estado en el que se conservaban las partituras de director de algunas de las piezas, no precisamente las más antiguas. Se trata de un programa que exige un alto grado de precisión por parte de los músicos, pero estoy muy satisfecho y absolutamente seguro de que el resultado va a estar a la altura de las expectativas.
De todas las ediciones de FIMUCITE, ¿qué momentos atesora con especial cariño?
Guardo muchos recuerdos especiales, absolutamente inolvidables, pero quizá los más sobresalientes sean el "2001" de Alex North, o cuando, años más tarde, me pidieron que arreglara y orquestara una versión del tema de amor de "Spartacus", también de North, y que tuve que hacer en día y medio; el concierto de Williams, en la 4ª edición, fue algo histórico, algo que recordaré siempre. También el de Herrmann lo recordaré con cariño y orgullo por lo mucho que nos exigió tanto a mí como a la orquesta. Pero claro, por motivos personales fácilmente comprensibles, guardo un especial recuerdo de la primera edición, cuando pude dirigir mi propia música.
6-julio-2012
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